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Comenzamos escribiendo sobre lo que nos trae cada día, sobre los
aciertos y desaciertos del amor, del trabajo, de la familia y las amistades.
Sobre cada cosa que termina y cada jornada que inicia en nuestra vida, algunas
por supuesto, con la menor de las importancias, pero qué grandes historias las
que podemos develar si miramos más de cerca a quienes nos rodean. Ha sido una
semana grandiosa, quizás porque nos hemos tomado el tiempo justo para vivirla y
reconocer en ella cada prejuicio y cada suceso; desde el acontecer internacional
y el conspicuo universo de opiniones que identifica a los grandes expertos de
las Social Media, hasta las atrocidades de la humanidad y sus prejuicios, sus
convicciones, sus pedazos de muerte.
Encontramos en el amor ese camino que nos brinda refugio de la
tempestad en el bosque, hallamos de igual modo el camino para hacer del amor
una bonita aventura, claro, para ciertas personas el amor no es más que un
cuento mal relatado y quizás, que necesite cambios y nuevos personajes. Ha
pasado el tiempo de emprender a conocernos, dar paso a paso al lugar de
encuentro de cada miedo y cada queja, ser universales a costa de rumores
locales, hacernos mágicos en manos del ser amado, a expensas de la familia
querida, o por qué no, del día soñado.
Nos hemos tomado un tiempo justo para no dar continuidad a este
Blog, quizás porque ayer era domingo y hasta El Buki descansa, tal vez porque
sea demasiado exigente de mi parte pretender una publicación diaria, o porque
las herramientas en ocasiones no siempre están a la mano. Da igual, porque es
paso a paso que vamos forjando con carácter esos hábitos de los que venimos
conversando, de esas primeras evidencias de lograr alcanzar el cambio, ayer no
hubo noticia de lo cotidiano pero vean ustedes, seguimos aquí, conversando,
dejándonos en el unísono del silencio.
Me encuentro en compañía de un ser muy especial: Un Alce.
No recuerdo haberme aprendido su nombre, pueda exista la
posibilidad que no tenga nombre aún, para efectos literarios y de esta
publicación le daremos por nombre “Miguel”, bueno, pues Miguel es un señor ya
mayor de alrededor de veinte años, piel oscura, de un café intelectual, de esos
que despiertan los sentidos. No tuvo la oportunidad de ejercer alguna profesión
o si quiera estudiarle, fue dado como regalo a una bella mujer y su función
como solitario mamífero de peluche ha sido hasta el sol de los días eternos, el
de cuidar y velar por la seguridad de su protegida: Dar de su nombre una
oración por cada sueño que haya que cuidar.
No usa zapatos, porque los Alces no usan calzado, tampoco tiene
puestos pantalones o camisa que protejan su virtud, esto amigos míos, a razón
que se trata de un mamífero muy especial, es un peluche, inocente, santo, libre
de toda culpa y toda maldad, fabricado en Taiwan de seguro, pero qué más da, es
un ser ajeno a los pensamientos del hombre, a la semilla de la razón y la
filosofía. Sus cuernos son interesantes, grandes, fuertes, bien ubicados,
preparados para enfrentar cada batalla que haya que asumir.
Tiene en su haber unos ojos oscuros, profundos, tan oscuros que
el universo esconde una parte de sí dentro de ellos, distinto es al referirnos
a su mirada, porque allí también habita la nada, se disuelve en el aire como
espesa niebla que huye del calor, es posible que con tan bellos ojos no conozca
aún el significado de un amanecer o una puesta del sol, sea cualesquiera su
condición es de gran premura brindarle cariño y protección.
Nos conocimos el pasado año, llevamos poco menos de un mes conociéndonos
para ser más sensatos, allí, en la penumbra del silencio, él me vigilaba y yo,
bueno, yo con curiosidad lo admiraba. En estos momentos duerme al lado de una
hermosa dama de verdes ojos, de un angelito que cuida mi sueño. Miguel también
tiene una elegante bufanda que le da esa clase y esa curiosa vocación de
guardián que todo soldado anhela, es un ejemplar de buenas costumbres y grandes
historias, porque ha sido testigo de su comodidad en la almohada de cuantos
sueños y pesadillas han pretendido cruzar su puesto de vigilancia.
Todos tenemos un personaje a quien acusar nuestro cuidado, desde
animales y personajes fabricados en felpa hasta grandes leyendas y deidades
moldeadas en cuanta materia prima haya disponible, es un atrapa sueños de
voluntades y razones lo que buscamos contemplar, como la canción que se promete
a sí misma en nombre del amor, dar al corazón lo que la razón busca
desesperadamente entre compositores y trovadores.
Es el silencio mismo el que nos da la comodidad o incomodidad de
las cosas, a cada quien decidimos darle nuestra comodidad o por el contrario,
afectarles con lo incómodo que podemos llegar a transformarnos. Un Alce por
ejemplo, a quien hemos nombrado como Miguel es el claro ejemplo de lo bonito
que podemos encontrar en la vida de otra persona, como Nacho, mi Oso Gris a
quien guardo y respeto desde hace también más de veinte años. La historia de
Nacho es otra, porque su nombre no es Nacho partiendo de allí sino, Nacholéon,
pero qué más da, son tercas amistades que engendramos en representaciones de lo
humano a lo peluche.
Verlos abrazados, suspirando, dejando en la mente funcionar todo
como una máquina que fabrica emociones, en el pulso de la respiración como un
motor que mueve su mundo, en sus brazos abrazar a un Alce que hace de sí una
casualidad que ha dado a las noches una prueba de cotidianidad, ver en la nada
algo asombroso.
He conocido a un Alce, que cuida a una gran mujer.
AV
1 comentario:
Já. Sabía que no podía publicar todos los días. Pero lo de coger al Buki de excusa es absolutamente inviable... Creo que soy el crítico absoluto y lector imperdible de este espacio, aunque prefiero no tener esa responsabilidad sobre mis hombros.
Increíble como el amor nos convierte, nos inspira de tal manera que en virtud de las conexiones creativas del cerebro, no puedo dejar de pensar en lo intoxicante del asunto, tal como el laudano, el opio o la cocaína. Enhorabuena gato, espero que su transmutación onírica en medio de ese cuasi fetichismo hacia el peluche siga por el buen camino de los guardianes de sueños, de los atrapadores de sus corrientes y protectores de la celosía que divide lo real de lo puramente soñado.
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