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Hace
cuatro años y un poco más de tiempo, producto de un insensato distanciamiento, de comenzar a recorrer
cada camino de manera apartada, con direcciones ajenas, en puertos desconocidos
fuimos dejando a las ironías la responsabilidad de escribir nuestra historia, a
la final, fue la nostalgia la gran ganadora, la que se llevó las tardes con sus
noches, donde ya no había atardeceres para compartir, solo noches oscuras de
incertidumbre y ansiedad.
Me
alejé como las golondrinas que huyen del invierno, más por cobardía y miedo que
por necesidad, era más bien una necedad que ambos teníamos en la sombra al
caminar, lo sabíamos, pero no nos importó sino cuando ya las sombras estaban
demasiado delgadas ante el sol. Te pedí que me regalaras una canción pero más que una canción, era una vida entera donde los verdes ojos se
fundieran en los marrones ojos, ser uno mismo en el otro.
Te
regalo una canción para que cada día tenga su propia melodía, puede ser un
bolero o un Blues, algo suave quizás, una canción que te permita ser y crear,
estar y llegar, una canción que pueda alimentar tu alma como la flor que se
alimenta del rocío de la mañana, como la locura que necesita del amor para
poder crecer, como los locos que fueron desapareciendo cuando dijeron que
estaban locos.
Ahora
soy yo quien quiere regalarte una canción, porque aprendí de las heridas,
conocí cada paso dado y en ellos fui viendo el reflejo de mis decisiones, de
mis acciones y mis pretensiones. Me fui dibujando lentamente en un aprendizaje
que aún hoy a cuatro años de habernos separado, sigue dándome muchas
enseñanzas, más lecciones que información, por eso quiero con una canción
volver a enloquecer, darle al mundo esa pasión delirante que nos lleve de la
mano, nos encierre en los jardines, en sus noches con sus estrellas.
Una
canción que nos refresque la memoria, porque el corazón es una bóveda con
demasiada información, y nosotros, bueno, nosotros somos dos forasteros que
volvieron a la estación, a esperar, esperar para encontrarnos. Una canción que
delire con tu nombre, te haga elevar, te lleve de ida y regreso a los
atardeceres cerca a los cultivos de algodón de colores, o que simplemente nos
deje en un café de la ciudad, a la espera de ese beso que se dio por vez
primera.
Una
canción que pueda compartirse con una botella de vino, quizás en un bonito
almuerzo, pero que se deje seducir por un café y en medio de todo, sea eterna,
porque nos merecemos la eternidad.
Te
regalo una canción para que Simona pueda dormir, para que Martina la escuche y
se identifique con el sonido de su voz, que sirva de guía en las noches entre
almohadas y peluches, una canción que al igual que el cascabel, pueda darle a
las chinas ese familiar encuentro en los pies de la cama, disfrutar de su
compañía y claro, que sea con una buena canción.
Una
melodía suave, que inspire calma y no ansiedad, que se deje escuchar y no nos
convoque al afán de un reproductor de sonido. Entendernos uno al otro, aprender
a construir procesos y castillos, un salvaje monumento para los sueños y metas
que se pierden en ocasiones, en el cansancio de los pasos. Una canción que
pueda acompañarnos siempre que se permita recordar que se cuenta con el otro,
que se es un equipo.
Un
piano que se pierde en sus notas, volando una a una por la corriente del aire,
ser magia y hacer magia. Unas cuerdas ingenuas, que se mezclan, como el arpa
que invade la habitación, o como la persistencia de una percusión que quiere
dar ritmo a lo que el eco se devora, perdernos en la mirada, en lo justo de
unos ojos verdes, en lo sensato de unos ojos marrones que aún deliran por amor,
que se quedaron allí para volver.
Una
canción que nos enseñe a sonreír, que nos invite a mirar al cielo, suspirar,
decir nuestros nombres con cada estrella o nube que esté ahí para esperarnos,
que nos lleve a tomarnos de las manos, a sentir con un beso como lentamente el
mundo va girando alrededor del sol, porque somos hijos del sol, insensatos,
testarudos, tímidos, soñadores, humanos, demasiado humanos.
Te
regalo cada una de mis canciones, siempre que nos lleven a encender la llama
que ilumine nuestros rostros, que haga vida lo que para otros ha sido rutina,
que de ese impulso y ese orden que la vida nos pide para superar cada uno de
los retos que se viene ahora en el camino.
Una
canción para caminar juntos.
AV
3 comentarios:
Te quiero mi gato!!! Gracias a la vida y al destino que hoy por hoy nos puso de nuevo en el mismo camino, para tratar de construir y hacer realidad ese hermoso sueño, que un día dejamos escapar (por miedo quizá) gracias al destino porque puedo ver de nuevo tus ojos marrones y ver el reflejo de ese sentimiento tan profundo que un día sin querer se nos escapo! Ya sin dolor y sin penas, estamos aquí, dándonos las oportunidad de vivir!!!
Claro, nada como dar lo que uno quiere recibir. Una forma del buen egoísmo que puede derivar en cosas buenas, en cosas gratas. Dar, por dar, pero mejor dar porque se recibe y luego se tiene para volver a dar.
Las canciones son la mejor forma de llenar de recuerdos los recovecos de la memoria. Fin.
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