16 de agosto de 2010

Regalame una Canción




Regálame una canción donde pueda estar sin reclamos ni sentimientos llenos de confusión o ardor, donde el pasado no me persiga ni me de esa puñalada que sólo el amor puede dar, donde los celos no sean acordes ni el escepticismo un extremo donde nadie quiere vivir. Regálame una canción para ser un buen perdedor, para asumir mis culpas de manera razonable, responsable, de manera adictiva y descuidada. Nada que no pueda ocurrir en un abrir y cerrar de ojos. Un mentira que pueda dar menos dolor que la verdad.

Una mentira que salga desde lo más profundo del corazón pero que se frena en la piel, no sale ni con sudor ni con lágrimas, ni en la saliva ni el aroma del corazón, no sale porque sabe que no es del todo mentira, porque sabe que la verdad que se ha dicho no es la verdad de los hechos, es por el contrario un antifaz que se le ha colocado a un sinnúmero de fanatismos, a hechos que no son de conocimiento público, hechos que como cualquier canción, no son fáciles de interpretar e interpelar.

Regálame una canción para recordarte siempre, para saber que cada día es uno nuevo, donde pueda detenerme a pensarte, donde un par de ojos verdes sea el sinónimo de un par de ojos marrones, donde el calor de una conversación sea el momento de todo lo que se quiere hacer. Sigo a toda hora pensando en miles de canciones, en miles de momentos de mi vida que quizás puedan ocurrirle a cualquier fulano, que se puedan heredar en un separaciones de términos buenos, de buenos perdedores, de buenos sabios, de celos insoportables, de ritmos cardiacos, de besos positivos, de viajes impositivos.

No se puede mezclar al igual que la música, diversas letras y emociones, sugerir ritmos en fusiones desastrosas, en detalles musicales que acaben con el dolor de algún lado de la marea, de cualquiera de las letras, de cualquier capricho que su merced me puede cumplir, de cualquier llamada que me puede responder, o de cualquier beso que se puede corresponder. Sólo es una canción, algo que le de identidad a esa búsqueda que siempre trata de inventarse en verbos y no en sustantivos, en adjetivos y no en conectores, en sentimientos y no en situaciones.

Regálame una canción para entenderme, para entenderte, para tratarte bien y prometerte calma, algo que quizás jamás he brindado en una relación, quizás algo que quieras que te brinde, algo que sea merecedor de morir, algo que sea propio de mí, que salga de mi interior, que sea más puro que aquel dolor que no he podido enseñar a soportar. Regálame una canción para borrar la culpa del asfalto, para dibujar con tiza tu nuevo nombre, para vivirme en un atril de discursos contra-actualistas, en cervezas mejicanas, en platos españoles o en pastillas sevillanas.

Regalame una canción para irme a Sevilla, para viajar a otras latitudes, para cambiar la manera de observarme y entenderme, para recomponer las piezas sueltas y darle al robado corazón una nueva ruta, sólo un nombre. Quizás identidad, quizás lo que menos se necesiten sea canciones, mejor acciones, quizás la memoria es la peor de las canciones que hemos dejado que sea seductora de momentos, quizás nuestras preocupaciones sean más por misterios que por realidades, por mentiras disfrazadas de verdad y de realidades camufladas con el antifaz de la mentira.

Regalame una canción para vos un poco.

AV

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