Imagen Tomada de: http://www.mv.com/ipusers/lsg/Pix/Cats/Liz-BethBeaulieu.htm
Coloco mis manos sobre el escritorio simulando que hay un piano en el, coloco mis ojos sobre un vacío que identifico en algún punto fijo de la habitación, dejo salir un par de suspiros, uno de nostalgia y otro de ansiedad, mezclados con el más amargo de los sabores, con el más extraños de los secretos, con el silencio más delator que cualquier músico pueda desear.
Coloco mis pasos en escalones que van de salida, allí donde la imaginación no es más que un motor de creatividad, donde las deudas del corazón se asemejan a los castigos de la memoria, a esa esquina donde se señalan a los necios y culpables, a los traviesos e inquietos. Coloco mis pasos en dirección opuesta al sol, dejando que mi sombra caiga sobre el asfalto, como si huyese de mis hombros, como si no me perteneciese esa esquina del mundo, como si los minutos fueran horas y los silencios venganzas.
Pueda que se asuman muchas soledades a pecho, que aprendamos a re considerar el estado de alguien más y lo despejemos con una ilusión, dejar que las fantasías nos seduzcan hasta el más embriagador de los placeres, quizás en una nota musical sencilla, simple y viajera, quizás en una habitación de dudas y preguntas, una habitación donde las miradas se encuentran, donde las canciones se unifican y en la que los suspiros viajan en contravía, donde los favores se dan en conteos regresivos y las heridas se camuflan en sonrisas de complicidad. Dónde el show realmente debe comenzar, donde cada uno debe partir, quizás donde las mismas sombras vacilan en contravía.
Tomar la vida con calma, dejar que cada dedo imagine un mundo diferente, dejar que ese escritorio de sueños simulados nos permita emular el sonido de un canon triste y romántico, nos permita imaginar que se escucha un réquiem en notas musicales, dejar que ese punto fijo nos sirva de dirección, que las gracias de la vida sean la partitura de un recorrido que constantemente iniciamos y que le damos pausas, le inventamos estaciones o paradas, le damos descansos innecesarios, le damos emociones a lo que no debe tener romanticismo, le amos amor a lo que jamás ha sido amado, le damos identidad a lo que no necesita, le damos afecto a lo que no nos pertenece, le damos cabida a los errores del pasado para justificar las melodías del presente.
Coloco mis manos sobre lo que imagino es el camino correcto, bordeando la sensación de una hermosa mirada de compasión y complicidad, de flores y cultivos alrededor, de una casa grande vacía donde me reencuentro, donde mi música se destila al mismo unísono de un campo abierto, de un cielo azul que sirve de testigo a un inmenso cultivo de maíz, a un cruce de callejones y palabras, a un descuido del presente para reinventarnos en lo que ahora hemos decidido llamar cuentas pendientes, no nos gusta hablar de obstáculos, mejor hablar de cuentas pendientes y de asumir los roles y compromisos que cada cuenta exige, hablar de deudas sin pagarle a la vida, de trámites que debemos continuar si queremos permanecer en el escenario.
Coloco mis manos en un calor ininteligible, en un ambiente de admiración y seducción, en una agonizante colección de letras y minutos, en un recuerdo que se enfrenta a un pensamiento, en un escrito que se juega por identidad y no por emoción, en un silencio que dejo a merced de aquellos que se creen dueños de mis silencios.
Coloco mi silencio sin preguntar por qué.
AV
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