Imagen Tomada de: http://www.catmasutra.com/singapore-art-exhibitions/catmasutra-cat-art-1.html
One Night in Chinatown (2004)
76 cm x 61 cm Acrylic on Canvas
By: Paul Mysh
Un juego capaz de guiarnos en un solo de violín, en un placer casi infantil de saborear cada segundo de la vida, de recostarnos en la geografía de un mundo incierto, en un beso apasionado por la vida, un circo quizás lleno de espectáculos y curiosidades, de cuentas pendientes y sentimientos condonados, de cuerpos juguetones, de expectativas a ritmo de jueves, de muchas cosas que suceden y se acuerdan en la vida, de lo que a la infancia le da la magia.
Nuestra capacidad de asombro cada día se renueva con una cuenta de juegos y tertulias, desde lo más sobrio de una tarde soleada en una habitación en el Valle hasta la más cordial de las atenciones que se puedan recibir en una tarde de café. Ver cómo un par de hojas secas caen de un samán cansado, hojas que coqueteando con mi mirada se danzan en la brisa, se miran entre sí y dejan a la gravedad robarse su propia gravedad. Un par de sobres de azúcar y un sin número de ilusiones que se imaginan en mi tarde contemplación, de recetas imposibles en cuerpos ajenos, de miedos que se rompen en silencios, de la belleza de la sutileza que una cotidianidad bien administrada pueda darnos sorpresas, las mismas sorpresas que un circo de flores nos puede cargar en una ronda infantil.
En muchas ocasiones nos sentamos a escribir con la mirada, quizás de ello depende que nuestra capacidad de asombro ante los detalles de la vida se renueve constantemente, sin embargo, son aquellas reflexiones que alejadas de emociones amistosas o deudas amorosas nos da la libertad para dibujarnos en la imaginación, dejar que nuestro egoísmo nos permita ser creativos, nos dé un nivel de intelectualidad casi similar al de un niño, esos hermosos seres a los que les debemos la belleza de este mundo.
Muchas cuentas perdemos por preocupaciones y entusiasmos, es allí cuando nuestras ganas de vida nos dan en un derecho impersonal, miles de preludios, miles de motivos para romper miedos, miles de risas para burlarnos de la estática de muchos, de la violencia de un sedentarismo pesimista, ser atrevidos aun con las palabras que no decimos.
Dibujar al prójimo en un recuerdo, conversar de asuntos personales, mezclarnos en un oleo de piel, tomar el dulce de una nube y darle chispas de chocolate, darle velocidad a un recorrido de vida que inicia en la planta de los pies. Reaccionar a la ficción y continuar tomando una taza de café, fumarnos un hilo de vida que se escapa en los aires queriendo mezclarse con ese par de hojas secas que caen, queriendo mimetizarse con los aromas a verano que las ansiedades nos dan.
Una buena canción y una buena compañía quizás sea lo que se necesita para la vida y su circo de expectativas, de decisiones a tomar y riesgos a asumir, de multitud de colores a mezclar, de nubes a seguir y por supuesto, de cruzar límites que el discurso a veces pensiona.
Escribir con la mirada esas sutilezas de la vida.
AV
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