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tomada de: http://henkkab.deviantart.com/art/cat-moon-347268919
Digital Art / Drawings &
Paintings / Animals
©2013-2016 Henkkab.
Llega un momento en la vida en
que sabemos qué queremos y como lo queremos, momento en que damos el paso a
tomar decisiones importantes y le damos cabida cada vez a menos personas en
nuestras emociones y acciones. Momentos donde no siempre la felicidad se
comparte con los amigos sino que se guarda para sí, momentos donde el silencio
nos marca la pauta y la duda, porque también se aprende a dudar y a fallar
¿quién dijo que para madurar hay que dar muestra de sabérselas todas?
Llegan días en la vida en que
dejamos que todo ocurra sin dar parte alguno, situaciones donde vamos mejorando
con el tiempo hasta convertirnos en mejores personas, soñadoras, encantadoras,
llenas de vitalidad y ganas de abrazar al planeta entero, días en que aunamos
fuerzas y mordemos en silencio nuestros labios, dejamos que el cuerpo aguante
las presiones de la cotidianidad y seguimos sonrientes ante quienes nos
observan, por dentro, de manera casi que natural, vamos quemando calorías con
el pensamiento, con las preocupaciones mismas de la vida.
Llegan personajes a nuestras
vidas que nos van marcando el paso y nos van dejando enseñanzas. Grandes amigos
a los que vamos dando el rótulo de familiar al ganarse con los días y los años nuestro
corazón, nos van encantando con sus favores y sonrisas, su naturalidad e
interés por nuestras condiciones. Personajes que se hacen llamar amigos pero
que a la hora de avanzar solo son pocos los que realmente cargan la
responsabilidad de la permanencia.
Llegan momentos en que al día
día sabemos lo que queremos, cómo lo queremos, con quién lo queremos. Momentos
en que nos vamos dando cuenta de lo importantes que son los sueños y el
esfuerzo, de igual manera las caídas y las puertas cerradas. Importantes
situaciones que nos ponen en reflexión constante, casi que de manera taciturna
nos llevan a la nostalgia de los días pasados; vernos envueltos en grupos y
reuniones de toda índole, aprendemos a sacar prioridades y a decidir con quién
queremos compartir cada momento y con quién queremos compartir cada
pensamiento.
Ha llegado el momento – una vez
más – en que se aprende a decir “no”, en que se aprende a hacer el quite a las malas intenciones, a los malos amigos, a
las malas noticias y claro, al mal trato. Etapas de la vida donde se decide con
quién no se quiere estar, es más fácil de lo que se cree, querer decirnos a
nosotros mismos NO, alejarnos de aquellos fulanos que nos comparten falsa
empatía, rechazar esas reuniones o lugares que nos dan incomodidad, ¿por qué
debemos de soportar tales personajes o situaciones?
Quizás para algunos su
condición laboral le lleva a permear sonrisas por escaramuzas, a soportar malas
compañías a cambio de esa estabilidad que se busca para el hogar, allí es de
total comprensión – y apoyo – pero en esta oportunidad lo que convoca la
reflexión es el entorno social o familiar, nada tiene que ver con las incómodas
reuniones o “amistades” que se construyen en la vida laboral, por el contrario,
mucho y todo tiene que ver en nuestros espacios íntimos, nuestra cotidianidad,
pero ¡ah vida miserable!, aquella que se ha construido si las únicas amistades
con las que se cuenta, son las del entorno laboral.
Aprendemos a enamorarnos y a
trascender más allá del amor, a encontrar que amor es construcción constante,
que escogemos a las personas que escogemos porque son precisamente aquellas las
que nos alimentan el alma día a día, pero que así como se ama, se castiga
también. Se construye y el sencillo ejercicio de construir trae consigo
esfuerzos y sacrificios, entrega, disposición, madurez y mucha seriedad para
asumir el control de cada paso que se da – ahora en pareja – ser consultores
uno del otro, consejeros, reguladores, amigos y claro, enamorados.
Llegan tiempos en que
reflexionamos más allá de lo que nos permite la filosofía, le damos rienda suelta
a las emociones y desde ellas es que salimos a la vida a dejar en claro
nuestras posturas, dejamos que las intenciones aparezcan desde la pausa del
momento y no desde a constancia de las ideas. Somos impulsivos, efusivos,
evasivos, egoístas, narcisistas. Somos humanos ¿qué más se puede esperar?
Hemos convertido a la
naturaleza en nuestro nuevo universo cultural eliminando de ella toda condición
natural, producto de ello, hemos convertido pues a nuestra humanidad en un
total conjunto de toma de decisiones que poco o nada se tienen que basar en la
intuición, hemos dejado de lado la supervivencia del territorio por el ahora
discurso y metodología. Hemos hecho de nuestra condición humana un abanico de
métodos y reflexiones, de momentos y personajes.
Hemos olvidado ser recolectores
para convertirnos en pensadores.
AV
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