Imagen
tomada de: http://www.thatartistwoman.org/2011/09/cat-portraits.html
Cat Portraits by the artist: Gail Bartel (2008-2016)
Hay días en que pasamos el
tiempo pensando en los menesteres pendientes, en lo difícil que se hace
aterrizar una idea y darle forma en una hoja en blanco, días en que la presión
del tiempo es más fuerte que la confianza en uno mismo, momentos en que dejamos
que el tiempo se desperdicie en pensamientos etéreos y no en pensamientos constructivos, en ideas
que aporten o acciones que permitan dar forma a lo que solo existe en la mente.
Este es de esos días.
Suceden ideas una tras de otra
pero ninguna con fines de quedarse en algo concreto, se disipan los temores
pero a su vez, se desdibujan las seguridades, caemos en una espiral
intermitente de ansiedad y confusión, días en que nos dejamos vencer por la hoja
en blanco, no es que sea una aproximación a la literatura o una labor de
reflexión, es digamos, un compromiso de crecimiento profesional el que se
estanca en esa página desnuda, compromiso que se quiebra en el vacío de las
ideas, la nulidad de las voces perdidas.
Las preocupaciones aparecen
como telaraña en casa abandonada, se van corrigiendo a sí mismas para alardear
de sí, se ubican en cada rincón y van consumiendo cada optimista impulso que
exista en el interior. Preocupaciones que se van guardando en tiempos justos
hasta estallar en sí, nos corroboran su placer por la hoja en blanco, por la
historia no escrita.
Nos frustramos un poco, pero
también nos desnudamos ante la insensatez del deber incumplido, nos doblamos en
una constante duda, salimos en defensa de nuestro silencio y disimulamos al
mundo el sufrimiento que se carga; disipamos las ideas en frascos vacíos,
llenamos de tinta la pluma, dejamos en blanco a la hoja.
Cargamos nuestras mentes de culpas
y acumulamos los fracasos o pendientes del ayer con el reciente, dejamos que
como bola de nieve aumente el sentimiento, como la leche que se riega cuando
hierve, como la espuma que sube cuando se calienta, como las mentes que se
apagan cuando estallan los dolores y las imperfecciones.
Somos seres de costumbres, la
culpa y la indignidad se impregnan, se aprehenden como un imán a la nevera, le
damos sentido a lo bello aun a sabiendas que es precisamente lo bello lo que
nos deja en muda sincronía; espacios vacíos que se rellenan con sentimientos
insensatos, que se acumulan como polvo bajo la alfombra, que se desdibuja como
la humedad en las ventanas un día lluvioso de verano.
Duele, pero no se sabe que
ocurre.
Nada se escribe. Solo el
silencio se percibe, el aroma a cigarrillo ronda por la habitación y sella en
ella los recuerdos de la memoria. Difícil es además, cuando de la culpa nace el
resentimiento y en él el instintivo deseo de auto-agresión, la complejidad del
alma por las oportunidades perdidas o desperdiciadas, por las emociones
desechadas y claro, las expectativas frenadas.
Nada se escribe, ni un título o
rótulo, queda todo en el vacío dando de sí vueltas y vueltas, como el perro que
quiere morderse la cola, dando vueltas en un mismo espacio sin pretender lograr
algo. Se convierte tedioso soportarse a uno mismo, pero más tedioso es dar
cabida a todos los seres queridos en un mismo silencio y pretender que a todos
se les debe de sonreír sin siquiera intentar explicar lo que por dentro ocurre.
El poeta es un mago que
descubre la sensibilidad del mundo en un papel sin exponer la suya, un
incendiario que construye su propia casa en las ideas para quemar en un
escrito sin publicar.
El poeta a la final no es más que eso, un fabricante de
poesía que desdibuja lo que para otros puede ser simplemente una anécdota o un
deseo.
Un mundo lleno de letras donde
en ocasiones estas no se juntan para dar un final legible, un universo
comprendido por miles de historias y experiencias, de ideas finitas, de
religiones y canciones, un cosmos que trae dentro de sí la dicha resuelta que
los malaventurados buscan en las calles.
Una casa gigante, amarilla, con
patio trasero, una reja verde, en otros tiempos de color azul, un recuerdo en
la casa grande, la casa amarilla. Las hojas secas cayendo sobre el pavimento,
el niño que observa sobre la ventana. Solo estos recuerdos aparecen de manera
fugaz, nada y mucho que ver con la necesidad de producir escritos académicos o
profesionales, nada que relacionar con poesía o literatura, solo reflexiones.
Solo aflicciones y desencantos.
Palabras vacías;
... hojas en blanco.
AV
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