23 de enero de 2016

Fronteras, Monumentos y Canciones.



Imagen tomada de: http://nabi767.deviantart.com/art/Nabi-still-in-the-Night-Forest-572328388 
Nabi (still) in the Night Forestby.
Traditional Art / Drawings / Illustration / Storybook
©2015-2016 

Las canciones son fronteras para el corazón, felicidad armoniosa que llega con trova y bebidas que le acompañan. Las canciones son musas que sirven a quienes buscan en el amor un camino para la vida, musas que alimentan los argumentos y le dan vocabulario al silencio que escapa lentamente de soliloquios y muecas cobardes.

El mundo es lo suficientemente amplio para comprenderle por su dimensión misma de divinidad y banalidad. Es una frontera constante de moralismos y argumentos, de explicaciones sobre lo invisible y lo increíble, de reiteradas frases de pensadores ya fallecidos donde el mensaje siempre reduce al ser humano al deber ser y el comportamiento adecuado. Fronteras donde lo superficial es en ocasiones lo más sensato que se pueda tomar para comprender en sí lo simplista que es la vida.

Los amigos son conocidos que van tomando nombre con la cordura y el paso del tiempo, barreras que se van saltando en la soledad de las ideas y se conjugan en la banalidad de las reuniones cotidianas. Personajes que construyen momentos con las mismas manos con que adecúan recuerdos en vidas pasadas. Son seres eternos, que se desvanecen en distantes compromisos pero que tarde o temprano aparecen de regreso para dar la mano al que la ha soltado.

Los libros se permiten leerse una y otra vez, quizás para acompañarnos a envejecer de manera digna y elocuente. Inventar excusas en historias que se escribieron desde mucho antes de que naciéramos, libros que también han nacido mucho después que nosotros y siguen siendo válidos a la hora de proponernos historias para la vida.

Son viajes que vamos tomando con cautela, porque los libros y los amigos son lo que nos permite comparar lo que se siente con lo que se sabe. Porque el mundo es lo suficientemente amplio como para limitarlo a una sola canción, o a dos, ¿por qué no? Mejor preguntarnos de donde viene lo divino, hacernos hijos en cada madre y cada padre, darnos amor en cada espacio que el olvido conquista, darnos melodías en cada silencio.

Hacernos eternos en lo cotidiano, hacernos amplios en lo idiota que pueden llegar a ser los hombres, esos egoísmos que se olvidan del origen y la palabra, que dan a la cultura un factor más histórico que natural, que hace de las ciudades un territorio habitable y no un actor analizable. Somos así, ajenos a lo que los hombres en sus tiempos han dado a relucir en monumentos y documentos  que a la final ni construyen héroes, ni recuerdan leyes, solo letras y hechos que se redactan según el discurso de los vencedores.

Hacernos en lo cotidiano más allá del esfuerzo y darle prioridades a los sueños. Ser materia y esencia, creer en lo que permitimos creer, darnos la oportunidad de ascender en lo elemental y confiarnos  en cada palabra que nos fue dada con amor. Solemos dar expectativas e impulsos a muchas iniciativas pero a la final olvidamos que el proceso es un eco que merece ser protagonista por igual.

Vienen retos y el  mundo si bien se hace con distancias más cortas sigue siendo amplio a merced de la humanidad, seguimos idolatrando monumentos y documentos, pero poco o nada de personas y momentos. Seguimos construyendo casas sobre sueños en vez de soñar por encima del hogar.

Continuamos forjando nuestras canciones a lo elemental de nuestros gustos perdiendo a diario dicha capacidad de asombro, dejar lo especial en lo desconocido por haber preferido lo amargo de la comodidad. Ser rutinarios, ser confiados, encontrarnos en el espejo y dejarlo allí sin importar si brilla o si se raya.

El ser humano está sometido a múltiples redes de interdependencia, los intelectuales le llaman globalización a dicho fenómeno, otros un poco más filosóficos le exceden a tal fenómeno la confianza misma a punto de definirle como un acto de hipermodernidad, trascendemos en el discurso, logramos abarcar miles de palabras para re interpretar viejas costumbres y necedades.

Múltiples redes de interdependencia que terminan por ser herramientas de construcción de muros y callejones sin salida. Fronteras musicales, ideológicas, de dogma, de sexo, de preferencia electoral y de diseño de marca. Fronteras que terminamos por darles el honroso primer puesto en originalidad en vez de comenzar a derribarlas, pero de ahí lo especial de la dicotomía. 

¿Quién sometería a la humanidad a una banalidad artística llena de libros y canciones que versen sobre las mismas ideas? ¿Quién olvidaría que el hombre no es más que hombre y las banderas no son más que cortes de tela? ¿Quién se pregunta  lo filosófico de los monumentos en vez de lo artístico de las estatuas?

Continuamos buscando héroes, forjando padres y hermanos, tejiendo redes de dependencia mayores a las que habíamos conquistado con el mercado. Terminamos por darle excesos de realidad a lo habitable.

Terminamos por ponerle precio a las musas y al silencio.



AV

No hay comentarios.: