Imagen tomada de:
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Inicia el poeta bajo el acorde de un confidente piano a
expresar su tristeza en palabras heridas. Se pregunta a sí mismo si la lluvia
se detendrá o por el contrario, continuará cayendo como un grupo de quejas que
señalan al corazón. Sentado sobre un banco de cemento y con los audífonos
puestos, escucha una balada triste mientras observa el caminar de cuanto
ciudadano atraviesa la plazoleta Bolívar, muchos transitan con afán, con ganas
de llegar a un punto fijo sin ser regañados.
Hay personajes que con las manos en los bolsillos andan los
caminos de la vida con afán, les preocupa solamente las canciones que saltan de
ritmo y prosa, le huyen a unas gotas de agua que someramente bajan a la tierra
a saludar, personajes que han caído en introspección e insana rebeldía. Un estudiante
sube las escaleras de un puente peatonal, sobre una avenida de principal
trayecto, desde la escalinata final llega a caminar el paso peatonal elevado
cuando un ruido insufrible rompe la costumbre frialdad del ciudadano de a pie.
Un Chevrolet B-70 modelo 86 es llevado en una grúa generando atasco en una transversal, el estudiante que observa desde la cima del puente solo siente escalofrío a pesar de la nublada tarde que comienza a tomar gris color.
El sol se escapó dejando un bochornoso calor en la avenida principal.
Un grupo de torcazas pasa volando sobre el puente peatonal,
el estudiante llega al otro lado de la avenida para
continuar con su afanado paso de vivir la vida de clase en clase: Tiene cita a
las cinco de la tarde con el amor, su primera lección.
Nuestro poeta se levanta del banco y da pasos lentos,
pesados, como si fuera innecesario cruzar la plazoleta con la lluvia
coqueteando sus hombros. No lleva consigo abrigo ni nada parecido, está
expuesto a las gotas ligeras de una tarde gris de mayo, se preocupa más bien
por el escondido vicio del amor, de la tristeza de tener que sentirse humano en
un universo de desamparados.
Como buen poeta, no ha escrito nada en ninguna parte, su obra es de total desconocimiento para la humanidad. Ni su familia ni sus allegados tienen lectura alguna de prosa o verso escrito, lleva la poesía en su sangre, en su interior.
Se declara a sí mismo poeta porque ser ingeniero o
docente es una labor limitada a lo que tanto quiere la vida de sí: Vivir.
No tiene vocación de servicio, tampoco ánimos para cumplir
con labores de oficio, es un extraño sujeto que escondido en sus audífonos y la
balada triste de un piano (al parecer amable con sus deseos) se dedica ahora a caminar
junto a otros ciudadanos atravesando la plazoleta sin ganas de llegar a un punto
fijo, carga palabras heridas en su memoria, aprieta con fuerza los puños sin
sacarlos de los bolsillos.
Es un poeta, un guerrero, un ingeniero o tal vez un docente
triste.
Este poeta, por demás ficticio o inconcluso, transita junto a la avenida queriendo ser embestido por un automóvil, con algo de rabia y por qué no, frustración. Bien se dice que un vicio caro es el amor, quien paga las consecuencias por lo general es aquel incapaz de rendir a la altura del desafío.
Hombre triste que transcurre sin tener agradecimiento
alguno por todo lo que le rodea.
Nuestro poeta se cruza en la vía con un joven estudiante, un inquieto menor que en el afán de llegar a una clase amor, pierde el control y corre excusando su atropello, como buen poeta ignora al chico y camina, camina, sigue caminando.
Se entremezcla con el tedio de una historia
interminable.
Al fondo en la esquina una señora oferta carbohidratos en diferentes
presentaciones, el aroma a grasa y algo de proteína animal llama la atención de
los ciudadanos que transitan el sector. Como buen poeta es admirador de los
carbohidratos, detiene su paso, observa, piensa, reflexiona, desciende, asiente.
No hay sentimientos superiores a la orfandad de un corazón
roto que ha perdido a un ser querido, a la ansiedad de un joven que corre en
búsqueda de una primera vez, o a la preocupación de poeta y un embarazo no
deseado.
Todos transitan la vida con su ritmo y sus canciones, sus
premuras, sus olvidos, sus antídotos y sus venenos.
Nuestro poeta será padre y quizás en ese sentimiento
encuentre herido su cuerpo y corazón, porque a pesar de querer y amar a quien
dará su primogénito, lamenta lo fuerte que es el amor no correspondido.
Es mejor hacer una pausa con algo de comer: - amiga, dos
empanadas por favor – reclama.
Un perdido vicio que ahora le llama amor.
AV
1 comentario:
Un poeta que se declara así mismo poeta, aún cuando nadie ha leído su obra. Hay tantos artistas invisibles por miedo a compartir su obra...
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