20 de septiembre de 2023

Agujeros de la Razón (Somos)

 


Imagen tomada de: https://ronderiart.com/blog/most-inspiring-cat-paintings-we-found-online/

 Business Cat by: Mike Lawrence

 

Hay emociones que abrazan en temporadas que no traen color, se me cuelan entre espacios vacíos que aun conservo en el interior. Me distraigo de posta con la esperanza de dejar habitaciones cerradas, de sumergirme en el ruido de una cotidianidad desafiante. 

Temporada de cambios, siento por supuesto, el exigente triunfo del deber cumplido bajo un inclemente sol de verano. Con el sudor entre los brazos camino pensando en lo que viene para mi en ese verde octubre que siempre he amado. Septiembre, con sus calores, me ha dado como todo en la vida, aprendizajes mudos. Retos donde en silencio he dejado fluir voces de protesta, cansancio que deriva en distracciones, ahora en su cenit, me pesan algunos rencores.

Lo conversé por este medio muchas semanas atrás, he aprendido a renunciar a aquello que me enamoraba, esas aspiraciones que me permitían soñar con logros y eventos propios de mi ingenua manera de crecer; lo callé también, porque en la memoria se me encierran las imágenes de aquellas tardes y noches de triunfos, con escenarios vacíos, afanes de un lado a otro, pendones y tazas de café.

Facturas que terminaron en llanto, poemas que fueron afanes, canciones que se escribieron con la desconfianza de un jurado o la invisibilidad de un plan de ventas.

Deseos que duraron tan poco como la esperanza de una juventud idealizada.

Y hay cambios por doquier, recientes espejos que me han dejado hallar mas canas y más cansancio en la mirada. La fatiga de correr por un mundo mejor, con la señal de alto en el interior de la maleta. He aprendido a reconocerme en nuevos personajes, amigos pasajeros que ahora están dando color a esas pasajeras distracciones que me urgen en una ronda musical de no futuro.

Un síndrome que identifico cada vez que lo converso con mi niño interior, hay cuadernos escritos de vacaciones soñadas en familia, historias, cuentos, novelas, todos mezclados en las letras de un infante que quería ser escritor. Hay archivos pendientes, cerrados, olvidados, todos los retos que el oficinista de ahora reclama a su escritor desvanecido.

No me puedo permitir entrar en el circo de un síndrome de no futuro, no puedo, incluso, no debo. Es responsabilidad retomar algunas fuerzas que ese inquieto niño daba a sus caprichos literarios.

Justo en ese silencio es que he dado avance al escribir algo propio para la humanidad, darme tiempo bajo las canciones de Rodolfo, darme vida, bajo el calor de una taza de café, sobre un escritorio en una oficina nueva, ajena, insensible.

Emociones que permutan en esos agujeros donde los pendientes de la razón y el corazón siguen discutiendo, emociones que quieren ser parte de mi, al mejor estilo de un lumbago o una erupción cutánea. Sentimientos que logré domar con la ayuda de tres grandes caballeros pero que justo en los tiempos del florecer, se me están impregnando en frustraciones ininteligibles.

¿Dónde está la luz que en felices días da la paz de salir de casa sin querer volver? ¿Qué es exactamente lo que estamos cambiando? ¿Es ahora el mundo un universo más amplio y más desafiante?

Somos un conjunto de promesas y palabras destinadas al cambio, de temporada, temperatura, temperamento, temple. Somos seres que en permanente esfuerzo buscamos llenar agujeros ocasionados por otros seres, incluso, la versión astuta de nosotros mismos, o el pasado injusto de aquellos que ya se fueron.

Somos esos espacios vacíos que se conservan en el interior.

Somos las letras que dejamos de escribir.


AV

28 de agosto de 2023

Mañana (Agosto)

 



Imagen tomada de: https://arthive.com/es/tsuguharufoujita/works/385195~Gato_en_la_mesa

 

Con la llegada de nuevos retos se nos va acorralando la cotidianidad en decisiones y acciones de alto impacto. Comenzamos a sentir más cansancio en algunas tareas, que se nos retrasan algunas actividades que en la costumbre hacíamos a tiempo y por supuesto, se nos va alejando el descanso en otros menesteres, pues se prefiere huir de lo real a salir al mundo real a gozar de sus dinámicas.

Una de las importantes falencias encontradas en este ritmo acosador e ingrato, es el contacto y disfrute de plan familiar. Es en definitiva lo que más me ha comenzado a preocupar, no ocupar. Preciso es, que ante la no ocupación de asuntos de familia es que he quedado inmerso en un bucle de descanso en casa y labores de clases.

No siendo suficiente el compromiso, me distraigo en el placer culposo, de atender los retos de un nuevo paso en vida que termino preciso, por convertir en rutina alejada de la intimidad.

Cuesta mucho desprenderse de aquello que nos apasiona con lo que es pasión pura, me explico: Somos entregados a nuestras labores con el decoro permanente de ser excelentes en cada gestión y tarea, pero es allí, en lo inverosímil de la buena labor, que se nos escapa de las prioridades, lo que realmente es pasión por la vida, un buen libro, una porción de torta, una salida campestre, una visita al cinema o solamente, un almuerzo en casa con los seres queridos.

No confundir pasión por el logro que la pasión misma por la vida, confieso que he pecado.

Nada nos excusa en la vida con los seres queridos que el querer volver a donde todo inicia, en ese espacio húmedo de fantasía que nos dejaba soñar, aquellos rincones con aromas a cilantro y sal, que emergían en acostumbrada comunicación. 

Ahora se viene para mi criterio, el mes más exigente de este año, estoy preciso, a dos días de comenzar una serie de tareas y actividades que si bien han estado planificadas con su debido rigor, la coyuntura nos arroja nuevas complicaciones que hacen del tiempo, una lotería llena de azares y malestares, pero no se puede uno permitir caer en tales emociones, porque de ser así, sacrificamos el descanso mismo que en casa anhelamos proteger.

De alguna manera lo manifestaba semanas atrás, he renunciado a algunas pasiones y sueños, con el compromiso de poder sacar adelante los nuevos retos, las vivencias de nuevas arcas y por supuesto, las súplicas de alguna que otra tarea que emerge en el sendero del guerrero, renuncia que algunos compañeros desconocen, quizás otros ni interés puedan hallarle, y en el caso más desconectado de la realidad, no dan razón o correspondencia, a la paz con la que se ha tomado la decisión en sí.

Comenzar a perseguir nuevas tretas ha sido por demás un agotador trayecto, se lo decía a un par de amigos, estoy cansado, pero debo de continuar ¿cuándo descansaremos? ¿debemos de parar?

La respuesta es si, pero no hoy. Hay que avanzar un par de semanas más, un par de meses más, un par de años, y décadas, y siglos, y bajo ese manto nos convencemos que ya casi vamos a terminar.

¿Cuándo descansaremos?

Mañana.

Lo importante es dar lugar a la reflexión y en ella sentar las bases de un compromiso personal de cambio. No permitir caer en el bucle de la mejora  institucional, ni ser ajeno al interés de ese niño soñador que ahora es directivo en un importante vacío emocional.

Seguir los pasos del compromiso adquirido, dibujar en la arena los juegos de palabras que instruyen esa capacidad de asombro, ser pacientes con quienes no convidan nuestros esfuerzos y seguir adeudando la ternura a todos aquellos que siguen a la espera de una taza de café.

Hay que cuidar la salud mental y física y les confieso, me he comenzado a sentir mentalmente afectado, por eso hoy y mañana, saldré directo a comerme ese helado con ponqué que tanto me gusta y daré espera, a esas letras que no se dejan detener.

Retomarnos en un discurso de madurez bajo la premisa de lo urgente, como si lo importante no tuviese también títulos y etiquetas más allá de lo rutinario.

Rediseñar lo cotidiano.

AV

23 de agosto de 2023

Sueños (El Mostrador)



 
Imagen tomada de: https://dontstressmeowt-catcafe.com/

“Oklahoma’s first cat café”. don’t stress meowt - Cat Café.

 

Nos excusamos en lo inclemente que es el tiempo y sus ataduras, dejamos allí un pensamiento débil de que todo se nos desborda en deberes y atenciones, al punto mismo de empezar nosotros a ser parte misma de las dicotomías del tiempo, de estar en un lugar, pero con la mente ejercer actividades en otro.

No podemos permitirnos ser una versión distinta a lo que hemos prometido bajo el árbol de navidad, a lo que dibujamos en la clase de infantes o simplemente, a aquello que conversamos alguna vez en una cafetería de la universidad.

Recientemente me he preocupado por atender regímenes varios de mi actual empleo y de otros trazos que se me dan en el camino, de una parte desde siempre he dado cumplimiento a esa apasionada manera de ser que me encierra en metas y obsesiones. De otra parte, me he tropezado con las mismas rocas del camino, sujetándome con algo de impaciencia en el parapeto de una nueva experiencia de vida.

Y es que es allí preciso, en donde nuevos personajes y ritmos han emergido como una señal de cambio de era, como lo comenté años atrás, de esos cambios de época a los que nos sometemos sin ser invocados.

Bien lo explicaba una reputada doctora (PhD) de la Universidad H, que la innovación es respuesta a los cambios de contexto, un contexto en el que el mundo se rediseña a su propia lógica, a su ritmo y claramente, a sus circunstancias culturales y tecnológicas que como un cronómetro exacto, sucede cada seis años.

¿Dónde estábamos hace seis años?

En el año 17 estaba preocupado mirando a la ciudad desde una ventana, estrenando una jodida enfermedad, extrañando a mi padre y con el dolor del alma, cuestionándome los caminos que habían surcado mis expectativas de momento.

¿Dónde estamos hoy?

En este año 23, estoy preocupado pero por temas que sobrepasan mi capacidad laboral, extrañando a mi padre cada mañana y sus horas. Comenzando a tejer esa extraña enfermedad con un poco más de calma, cuestionando los caminos recorridos, pero agradecido de todo lo aprendido.

¿Y hace doce?

Hace doce, en el año 11, buscaba respuestas, oportunidades, algo de paz. Y claro, cada cosa se fue dando en su lugar y con sus personajes propios. Pero no es sujetar la vida en fragmentos de seis año, aunque a decir verdad, son escalas a veces, exactas de cambio, de perspectiva de vida pero también de ritmos y allegados.

No podemos permitir que la vida se nos escape en una agenda, sino mejor, escaparnos en un túnel de vida lleno de sueños, y en ello, comentaba días atrás, he aprendido a renunciar a algunas de esas viñetas que con muchos anhelos, estaban colgadas en un mostrador tipo vitrina, para darme la ansiedad de querer cumplirlos.

Hoy no lo hago, hoy no tengo vitrina ni maletines que cargar con sueños sino que, me he dado ahora a la labor de trabajarlos directamente, darles fecha y someterlos al escrutinio de un indicador, poder cumplir al niño que alguna vez fui, esa promesa de ser lo que por el momento, no soy.

Hay caminos que siempre se quedan en el mostrador, sueños que se secan como una hoja en otoño y terminan por ser monumentos, un artefacto de la memoria y no, una vitamina para continuar. 

Hay sueños que son planes de acción.

AV

11 de julio de 2023

El Inútil (Prejuicios)

 


Imagen tomada de: https://www.kit-cat-europe.com/  

 

Hay prejuicios con los que construimos nuestro entorno social, modos de ver el mundo que se ciñen a la apariencia de algún fulano o su origen geográfico, su estándar cultural, incluso, su creencia religiosa.

Prejuicios que nos hacen suponer lo incorrecto, desde pensar que todos los habitantes de continente asiático son inteligentes, hasta creer que los mejores deportistas son los de raza negra, si es que existen las razas, pues.

Casos tan bien fundamentados que hay creencias que nos llevan a entablar rasgos inexistentes en seres tan corrientes como tu y como yo. Desde creer que todos los perros de determinada raza son peligrosos, o que todos los mayores de cuarenta años tienen empleo. 

Es así que con este preámbulo de prejuicios he corregido mi dubitativa existencia y en un acto de insospechada genialidad, llegué a esos lugares poco comunes a donde el pensamiento me cobija, la locura.

Empecemos esta reflexión compartida en el lugar común que más comodidad nos da a todos: Lo absurdo.

Estamos aquí, ahora, en este instante, con el conocimiento actual, lo aprendido en la escuela, en la calle, en casa, el saber mismo que nos ha permitido llegar a donde hemos llegado, al hoy por supuesto. 

Primer interrogante: ¿Es usted a criterio propio, una persona inteligente?

Curiosa pregunta porque preciso, diferenciar la inteligencia con la acumulación de datos son dos aspectos claros para este ejercicio. De nada sirve por ejemplo tener a bien el nombre y símbolo de cada elemento de la tabla periódica en su orden y valor, si con esos datos no se va a trascender o lograr algo importante.

Usar el conocimiento (información) para un propósito (bienestar).

Segundo interrogante: ¿Es usted hábil con las manos?

Dicho de otro modo, ¿sirven sus manos para agarrar un azadón, un sartén o siquiera, una máquina de escribir? Reflexionar alrededor de las habilidades motrices es clave porque si somos inteligentes (desde la perspectiva mentada recientemente) pero no tenemos la habilidad de tomar un palustre y darle el uso correcto, estamos perdiendo el tiempo en esta existencia, ¿o será que no? Interesante. 

Tercer interrogante: ¿Tiene a bien la facilidad de entablar diálogo y relaciones interpersonales? O más bien, ¿es usted de esos personajes que ni con libreto en mano es capaz de hacer amistades en el camino?

La vocación de lobos solitarios es válida, incluso, es común en seres en exceso inteligentes (volvemos a los prejuicios), pero sigue siendo una debilidad el no poder entablar algo de nuestra realidad en la cosmovisión de la vida del prójimo.

Muy bien, hemos llegado hasta acá en un breve ejercicio de reflexión, pero ahora viene “LA REFLEXIÓN”:

¿Qué pasaría si usted por alguna variación del universo que no sabemos termina viajando en el tiempo a un pasado muy lejano?

Bueno, además de lo obvio que es la sorpresa de estar en otro tiempo (de seguro mismo espacio), empezamos a revisar los prejuicios. ¿Es claramente un prejuicio suponer pues, que un viajero del tiempo tiene el conocimiento suficiente para llevar el progreso al pasado?

Me explico de otro modo: Si bien llegamos de modo indeseado e inexplicable, por decirlo así, a la colonia en el siglo XVII, ¿está usted amigo lector en la capacidad de explicar cómo generar energía eléctrica a la comunidad?

¿Estamos pues, en la capacidad de crear las herramientas de nuestro presente en la existencia del pasado? ¿Podríamos incluso, crear aunque sea tinta o por lo menos aplicar las leyes de la física y la termodinámica para el bienestar de la comunidad?

Es así damas y caballeros, que en un ejercicio de absurda reflexión comencé a revisar los prejuicios en otro nivel: No todos los viajeros del futuro están a bien en la capacidad de traernos la gloria y el progreso.

La promesa del desarrollo de nada será posible si incluso, en este presente, no somos útiles para la comunidad.

Excusarán la breve mentira de una vida próspera, pero queda descartado entonces (prejuicios), la idea de un crononauta que traerá el fuego a nosotros, los primates.

AV

7 de julio de 2023

Verdades (Sueños y Momentos)

 


Imagen tomada de: https://www.deviantart.com/coolarts223/art/Cat-wearing-fashion-clothes-futuristic-style-969103392

Cat wearing fashion clothes, futuristic style By: Coolarts223


Nos ajustamos los zapatos y caminamos con demasiada premura en un ritmo de apasionadas palabras. Pensamos en todo aquello que nos han dado y aquello que nos han dejado, lo que debemos de aceptar en la vida, lo que consideramos que está bien, lo que nos parece que está mal y halla que arreglar, pueda incluso, se trate de nosotros mismos.

Nos abrazamos en una expectativa con ínfulas de sabiduría, nos enamoramos de todo lo que queda dibujado en sonrisas, en lo que encontramos más allá de la ventana, donde los paisajes coquetean con la ficción.

De muchas maneras dejamos de saber lo que nos gustaría tener o ser para concentrarnos en los momentos reales donde nos revolvemos en ocupaciones y escalones. Donde cortamos el césped para que vuelva a crecer, donde cenamos temprano para dormir mejor.

Negamos estrepitosamente la idea de volver a caer en todo aquello que nos fue arrebatado, desde la inocencia hasta la crueldad misma con la que dijimos adiós en el pasado. Nos pesa en la conciencia la respuesta dada a esa despedida que nos gustaría poder ajustar.

Son momentos en que el mundo da muchas vueltas y nuestros esfuerzos por ser mejores da giros en un mismo lugar, despistamos al tiempo con canciones que se fueron en otras vidas, con el ocio mismo de las manos convertidas en máquinas de prosa y ficción.

A veces, pero solo a veces, volvemos a ese lugar común donde nos gusta dejarnos caer, ese espacio invisible donde los abrazos se dan con sonrisas y los besos son miradas en el firmamento. Un almacén de recuerdos envueltos en papeles de colores, canciones que se murmuran en repetidas intenciones, una maniobra en el hacer sobre el ser.

Días o semanas que terminan en agotamiento de tanto pensar.

Nos agitamos con la esperanza de una segunda oportunidad, no somos consecuentes con el deseo encomendado, no es lo mismo rogar por lo vivido cuando no se ha sufrido.

En carne propia se nos hiele la duda, se nos ensucia la amabilidad y la vamos dejando de lado sobre una canasta de cartón.

Queremos brillar y sin proponer algo a cambio, fallamos al opacar la luz de esos que nos rodean. De inexistentes emociones somos testigos, sea por costumbre o por ociosidad caminamos sobre un péndulo de razonamientos y apasionamientos.

Nos asusta encontrarnos en los ojos de otros, ser guardias de palabras repetidas, de rutinas que en cada escalera vamos alzando como si se tratase de pasos de madurez, y pues no.

Hay jornadas que en cada etapa van dando lógica y sentido a nuestro hacer. Nos conformamos con alcanzar las metas que de alguna manera hemos estampado en el asfalto, nos acomodamos a la idea de saber que todo marcha de maravilla, que incluso, lo maravilloso nos juzga por bellos y oficiosos.

Somos producto del ocio, somos rutinas insensatas, somos centavos esperando llegar al mejor de los bolsillos. Una casualidad tenue y citadina, sucia, desgastada, postergada, necesaria.

Con una vida por delante nos damos el lujo de darle al tiempo y sus mensajes códigos indescifrables, de seguro porque queremos con el disfraz de la intimidad, postergar diálogos que no están en el orden del día.

Nos ajustamos los zapatos para poder recorrer el mundo y rellenar el formulario de cada parada con experiencias vividas, contrastadas con sueños alcanzados:

Al momento vivido, incluso si este implica asfixiar los sueños y la cordura de cada día.

Al miedo, al afán, a la desgracia de tener que ser como somos y no como queremos.

En nombre de la humanidad componemos canciones y poemas, dibujamos paisajes y rostros, cercamos territorios con la ilusión de una ternura infinita y mercantilista.

Somos el resultado de aquello que dejamos de hacer.

AV

4 de julio de 2023

Categorías (Mística)



By: apofiss (november 25, 2019)

 

Hay días, por demás temporadas breves, en las que nos sentimos vacíos, con algo de cansancio e incluso tristeza sin entender en específico qué nos ocurre. Ya lo han señalados los expertos de lo esotérico y místico de lo urbano, que se trata de la manera como los planetas nos dan camino en el destino; hay profesionales de la salud que a tal condición a bien denominan como estados de depresión en quizás, diferentes niveles o categorías. 

Desde lo popular de cualquier discurso puede aparecer una que otra afirmación del asunto como un simple mal día o mal momento que con ganas y algo de voluntad se puede dejar de lado.

Ante todo lo anterior quizás sea una mística misma del espíritu, o del cansancio de los sucesos realizados en semanas previas, de hecho nos conservamos en pensamientos del pasado sobre lo realizado y las expectativas del futuro (el deber ser y hacer), será pues el impacto de un ataque de ansiedad o peor aún, batallas de pánico que se nos dan como buenos soldados de la vida. 

Que el amor, el trabajo, los sueños, la familia, que el ocio e incluso las innecesarias tardes de no hacer absolutamente nada puedan conjugar en un anagrama de la vida, donde las palabras se conjugan en silencios, donde somos espectadores de lo cotidiano, donde quizás (pues), nos encerramos en el mismo hedor de las preocupaciones.

Vamos avanzando en el segundo curso del año, el clima nos acusa de diferentes maneras hasta asfixiarnos en desesperadas quejas de lo cotidiano. Nos aislamos, nos desesperamos, nos dejamos de lado. 

Han sido interesantes momentos de cambio y espera, con algunos contertulios bien se ha dialogado sobre lo rápido que se nos está yendo la vida entre tareas y escalones, con otros más allegados, hemos discutido sobre la finalidad del universo y nuestro esfuerzo de ser héroes de papel.

Nos sometemos al asombro de lo que nos disgusta.

Conversaciones con familiares y amigos que duermen a la espera de algo más íntimo, pero a lo difícil que es hallar intimidad en estos días de exceso de información y agendas comprometidas.

Escapar de uno mismo para poder estar completos al servicio de los demás, reintentar comenzar en el mismo espacio vacío donde alguna vez nos dejamos caer.

Miramos a través de la ventana al mundo avanzar, se nos acumulan pendientes mínimos que ahora son máximas preocupaciones, re organizamos nuestro círculo social, a esta edad, un óvalo más bien laboral, donde coinciden las preocupaciones y los afanes, pero de a poco perdemos las articulaciones con quienes dicen ser nuestros más cercanos comensales, duermen las canciones y las anécdotas se dispersan en monosílabas intenciones de informar que todo está bien.

Dejamos en el ejercicio de la soledad el mirar alrededor y fingir que todo está bien, y pueda que de seguro así sea, pero ¿por qué es tan difícil entonces? Hay respuestas tan evidentes como el gozar de buena salud, de una amable estabilidad laboral e incluso una tolerable condición financiera, porque del corazón y los sueños somos gestores de las más bellas sonrisas y los más impertinentes deseos de una vida mejor.

Soñamos.

Insistimos en que todo funcione sin perder la fe y el deseo de que todo saldrá bien, sea pues, y solo quizás, algo pasajero (en un trayecto de casi cuarenta años), al punto mismo de darnos el tiempo necesario para respirar a profundidad y dar gracias por lo vivido, por la ternura.

Suerte. 

Observar el paisaje y saber que de ese edén somos partículas en permanente movimiento, pensar que todo está bien y solo necesitamos hacer una pausa para pensar.

Resistir.

AV

8 de junio de 2023

El paso del poeta (Veneno)

 

Imagen tomada de:

https://www.etsy.com/es/listing/54565446/math-arte-del-gato-acuarela-del-gato

 


Inicia el poeta bajo el acorde de un confidente piano a expresar su tristeza en palabras heridas. Se pregunta a sí mismo si la lluvia se detendrá o por el contrario, continuará cayendo como un grupo de quejas que señalan al corazón. Sentado sobre un banco de cemento y con los audífonos puestos, escucha una balada triste mientras observa el caminar de cuanto ciudadano atraviesa la plazoleta Bolívar, muchos transitan con afán, con ganas de llegar a un punto fijo sin ser regañados.

 

Hay personajes que con las manos en los bolsillos andan los caminos de la vida con afán, les preocupa solamente las canciones que saltan de ritmo y prosa, le huyen a unas gotas de agua que someramente bajan a la tierra a saludar, personajes que han caído en introspección e insana rebeldía. Un estudiante sube las escaleras de un puente peatonal, sobre una avenida de principal trayecto, desde la escalinata final llega a caminar el paso peatonal elevado cuando un ruido insufrible rompe la costumbre frialdad del ciudadano de a pie.

 

Un Chevrolet B-70 modelo 86 es llevado en una grúa generando atasco en una transversal, el estudiante que observa desde la cima del puente solo siente escalofrío a pesar de la nublada tarde que comienza a tomar gris color.


El sol se escapó dejando un bochornoso calor en la avenida principal.

 

Un grupo de torcazas pasa volando sobre el puente peatonal, el estudiante llega al otro lado de la avenida para continuar con su afanado paso de vivir la vida de clase en clase: Tiene cita a las cinco de la tarde con el amor, su primera lección.

 

Nuestro poeta se levanta del banco y da pasos lentos, pesados, como si fuera innecesario cruzar la plazoleta con la lluvia coqueteando sus hombros. No lleva consigo abrigo ni nada parecido, está expuesto a las gotas ligeras de una tarde gris de mayo, se preocupa más bien por el escondido vicio del amor, de la tristeza de tener que sentirse humano en un universo de desamparados.

 

Como buen poeta, no ha escrito nada en ninguna parte, su obra es de total desconocimiento para la humanidad. Ni su familia ni sus allegados tienen lectura alguna de prosa o verso escrito, lleva la poesía en su sangre, en su interior.


Se declara a sí mismo poeta porque ser ingeniero o docente es una labor limitada a lo que tanto quiere la vida de sí: Vivir.

 

No tiene vocación de servicio, tampoco ánimos para cumplir con labores de oficio, es un extraño sujeto que escondido en sus audífonos y la balada triste de un piano (al parecer amable con sus deseos) se dedica ahora a caminar junto a otros ciudadanos atravesando la plazoleta sin ganas de llegar a un punto fijo, carga palabras heridas en su memoria, aprieta con fuerza los puños sin sacarlos de los bolsillos.

 

Es un poeta, un guerrero, un ingeniero o tal vez un docente triste.

 

Este poeta, por demás ficticio o inconcluso, transita junto a la avenida queriendo ser embestido por un automóvil, con algo de rabia y por qué no, frustración. Bien se dice que un vicio caro es el amor, quien paga las consecuencias por lo general es aquel incapaz de rendir a la altura del desafío.

 

Hombre triste que transcurre sin tener agradecimiento alguno por todo lo que le rodea.

 

Nuestro poeta se cruza en la vía con un joven estudiante, un inquieto menor que en el afán de llegar a una clase amor, pierde el control y corre excusando su atropello, como buen poeta ignora al chico y camina, camina, sigue caminando.


Se entremezcla con el tedio de una historia interminable.

 

Al fondo en la esquina una señora oferta carbohidratos en diferentes presentaciones, el aroma a grasa y algo de proteína animal llama la atención de los ciudadanos que transitan el sector. Como buen poeta es admirador de los carbohidratos, detiene su paso, observa, piensa, reflexiona, desciende, asiente.

 

No hay sentimientos superiores a la orfandad de un corazón roto que ha perdido a un ser querido, a la ansiedad de un joven que corre en búsqueda de una primera vez, o a la preocupación de poeta y un embarazo no deseado.

 

Todos transitan la vida con su ritmo y sus canciones, sus premuras, sus olvidos, sus antídotos y sus venenos.

 

Nuestro poeta será padre y quizás en ese sentimiento encuentre herido su cuerpo y corazón, porque a pesar de querer y amar a quien dará su primogénito, lamenta lo fuerte que es el amor no correspondido.

 

Es mejor hacer una pausa con algo de comer: - amiga, dos empanadas por favor – reclama.

 

Un perdido vicio que ahora le llama amor.


 

AV

 

5 de junio de 2023

El Canto de la Torcaza (Destino)

 

Imagen tomada de:

https://lataco.com/alleged-cat-graffiti-artist-arrested-los-angeles

 

Dejar caer el alma sobre el viento y flotar como una pluma que viaja entre edificios a lo alto de una ciudad que se desvela en telúricos comentarios políticos y polémicas decisiones musicales. Navegar como una torcaza que sin la más decente belleza, a su ritmo y placer deja en la estela de un desesperado salto la vida misma, el amor por agarrar el cielo entre sus silencios.

Observar cada instante, como una reverencia al pasado, como una canción que nos da movimiento y nostalgia, una danza de palabras envenenadas en una melancólica guitarra, como la canción del pájaro campana que trasciende en el tiempo, que muta en diferentes versiones, que se aleja de si misma y es a su vez, una sola entonación: Triste, pretenciosa, antigua, acelerada, suicida [quizás].

Quizás.

En un lejano muro de viejas construcciones se posa el ave, llega saltando como si supiera volar, allí se encuentra con otras especies de similar estética, con su canto previo a empezar a dar alimento a sus crías, pequeñas y feroces bestias de lo cotidiano. Bajo ellas una sombrilla de colores cuida del potente sol a dos desempleados. Caballeros de buen gusto que con el cansancio de no hacer nada y el desespero de una acalorada tarde de mayo siembran palabras en el ocio, juntan mentiras y promesas hasta ensayar un ideal discurso de prosperidad.

A su lado una señora camina llevando de la mano un menor, pequeño caballero de escasos cuatro eneros, de ojos saltados y sonrisa inocente, con la misma estética que la cría de la torcaza, pero a diferencia de estas, poseedor del don de la palabra mal dicha, gemidos leves, frases inconclusas que a bien comunican el deseo por un helado.

La señora bien saluda a los caballeros, dos re conocidos colegas del vecindario, por igual alza la voz y extiende amable sonrisa al asesor comercial de una pequeña y pretenciosa tienda de barrio: ¡Buenas tarde don Ismael!

Don Ismael devuelve el saludo, observa llegar a las torcazas en el muro que divide su negocio de la casa quinta que tiene adyacente, se cuestiona si es pertinente poner trampas o seguir dejando a la naturaleza poseer su negocio con excremento mientras se anuncia a canto leve la llegada de la Solapa. 

Suena un teléfono fijo y una señora de gruesos dedos contesta, toma nota de una serie de indicaciones y con la mirada da instrucciones a Don Ismael de empacar algunas latas de cerveza (frías por supuesto), una cajetilla de cigarrillos americanos y dos paquetes de papas fritas.

Se gira nuestro anfitrión a tomar pedido mientras la señora, de nombre Rubí, da una serie de números a dónde el interlocutor telefónico, puede hacer la transferencia de dinero para pago. Grita como General y mueve sus manos como marinero, a su respuesta un joven delgado y cabello a cortes abstractos sale detrás de una cortina que divide el negocio con la intimidad, recibe una hoja con una dirección, toma en sus manos una bolsa grande con el pedido empacado por Don Ismael y se monta en su bicicleta rumbo a unas calles de distancia.

Canta la torcaza mientras su pareja da de comer a las crías, feas bestias de los cielos que aun con el plumaje igual de abstracto al joven ciclista comen retazos que han sido recogidos por sus progenitores en los cielos de una ciudad que no da espera a los desesperados.

 - ¡Mal sea el gobierno que abusa de sus ciudadanos para dar de comer a quienes se roban el erario! – espeta uno de los clientes que bajo la sombrilla de colores termina el último sorbo de su cerveza. Su compañero, un tipejo más joven pero igual de desempleado solo lo observa, de seguro es simpatizante de la causa nacional.

Un autobús se aproxima por la calle intermedia, abraza el cruce de ambas esquinas y gira para tomar camino a la avenida principal: una elegante calle a unos metros de distancia de tan pretencioso negocio familiar. 

Ramiro, si le damos un nombre genérico, conduce su viejo Chevrolet B-70 con la misma velocidad con la que la cría traga entero cada pedazo de alimento, a su lado un joven “Ramirito” aprende del oficio de conductor. La señora, con su bebé atrapado en sus manos camina apresurando el paso, no estaba en sus planes ver llegar tan pronto el viejo bus municipal.

Estira sus manos y alcanza con un gemido intelectual, la mirada de dos hombres que al nombre de Ramiro, responden a la solicitud. Frena, en seco, sin responsabilidad ni precaución, solo frenan para no dejar detrás a la dama y su menor, rena dejando un ruido interminable en la consciencia de los presentes.

Frena como la vida que flota en los aires, como el alma que flota sobre la ciudad en una tarde acalorada de mayo, bajo un sol inclemente que sin querer despedir a nadie toma por sorpresa la vida de un joven ciclista que miraba un pequeño papel para identificar su destino.

Su destino se enajena en el trayecto con la misma crueldad con que las torcazas salen heridas por culpa de un pico de botella (varios picos de botella) pegados en el muro, como una cerca contra natura. 

La señora observa, el niño llora, los desempleados saltan, Don Ismael observa, Doña Rubí cae de rodillas golpeando su cuerpo ante la vitrina y su alma ante el cielo: Ramiro, el conductor solo cierra los ojos.

Ramiro, el joven aprendiz de conductor, salta de su silla y sale por la puerta del bus como un desesperado que quiere observarlo todo.

Nuestro ciclista sin tener conocimiento de la dirección escrita en un pequeño papel ya había llegado a su destino.

Como si la solapa fuese la vigía de una cotidiana situación, como si el nombre mismo de las cosas fuera otro que el trayecto de los condenados.

Latas de cerveza riegan su frío contenido, como si tuvieran que mezclarse con el más puro de los líquidos. 

Canta la torcaza, lloran los humanos. 

AV