24 de octubre de 2025

El Regalo (Igor).

Imagen generada por IA: https://gemini.google.com/

IV.

 

Se levantó de la cama con algo de confusión, entró al baño a orinar y mientras procedía sentada en el retrete pensaba en el peligro que estaba con esos nidos de avispas.

Al terminar, salió y se encontró a Charly quien desde la entrada de la habitación le esperaba con las orejas levantadas. Caminaron por el pasillo en dirección a la sala, aproximadamente eran las cinco con quince minutos de la mañana, la pesadilla le despertó con tal premura que el tiempo de la noche se hizo magia.

Renata se sentó por un momento en un banco elevado que tiene junto al mesón de la cocina, allí divisaba la puerta de salida al balcón, una gran cantidad de panales de avispas le cubría en su totalidad, no era posible ver más allá de los animales allí instalados.

Se pasó la mano por el cabello y con una queja muda intentaba atrapar algo de paz, su aliento se conservaba en el aire, se detenía para fallar.

Regresó corriendo a la habitación y envió un mensaje a su amigo, Igor, a quien preciso le había comentado la noche anterior de sus temores ahora, ciertos.

Igor intentó calmarle y darle algunas recomendaciones, además de la obviedad de no acercarse a la puerta de vidrio ni abrir ventanas, la más urgente de todas, llamar a alguna empresa de control de plagas, incluso, pedir apoyo en la administración del edificio.

En un extenso mensaje de audio Renata con una serie de palabras obscenas, expresaba a Igor su afán, incluso consideraba seriamente irse a vivir donde alguna amiga, sin importar que fuera al otro lado de la ciudad, pagar una habitación de hotel, lo que fuese necesario.

Quizás con el consuelo del caso, se resignó y se vistió con su ropa deportiva, se preparó un agua de frutos cítricos y salió a trotar con Charly al lado, quien al parecer también tenía algo de temor por la situación, algo, por no decir mucho, mucho miedo.

Mientras salía por la puerta del edificio, dio los buenos días al guarda de seguridad, tenía el leve pensamiento de que alguna avispa le seguiría desde arriba para acorralarla a la salida.

Cerca de las diez de la mañana llegó Igor en su carro a recoger a Renata, habían conversado por tanto tiempo que bien entendió el temor que la acosaba, ella le invitó a entrar, quería que alguien más viera lo que sucedía.

Ahora no solo la puerta de vidrio sino, toda la fachada del balcón estaba cubierta del panal de avispas, un crecimiento récord, como si los panales mismos se multiplicaran por arte de magia. Eran tantas las avispas allí reunidas que se hacía imposible identificar a la protagonista del conflicto, quien preciso estaba observando desde la varando del balcón, mirando fijamente.

Lograron contactar a un fumigador que a buen precio prometió llegar a mediodía para dar solución a la invasiva crisis. Llegó a las tres de la tarde.

Al entrar el encargado de la fumigación sus ojos se abrieron con el terror de ver la cantidad tan exagerada de avispas reunidas, con su teléfono tomó dos fotografías y las compartió a sus colegas, a quienes además invitaba a acompañarle, era prescindible la ayuda.

No fue sino hasta las cinco de la tarde que varios fulanos de la empresa de fumigación hacían presencia en la sala, junto a ellos el guarda de seguridad del edificio y un par de vecinos que, preocupados, acusaban la seguridad en riesgo por culpa de Renata, la irresponsable.

Igor siempre logró llevar a todos a la calma, les invitaba al diálogo y la conciliación, un pequeño zumbido llamó la atención de los presentes.

Una de las avispas había dado la vuelta al edificio hasta poder entrar por las ventanas de las escaleras donde preciso, estaba abierta la puerta principal de apartamento. Al hacerlo se paseó entre los humanos allí presentes como una muestra desafiante, una provocación.

Renata al ver a la avispa volar soltó un grito y tomó a Igor del brazo, sus uñas se enteraron allí, haciéndole sangrar.

El guarda de seguridad con sus manos intentó aplastarle, pero la veloz avispa siguió su curso como un Kamikaze, al parecer seguía instrucciones específicas de ir contra el vidrio, ahora cubierto de nidos.

Con la precisión de un sastre golpeó su cabeza en la ligera grieta que días atrás había dejado su colega, la avispa protagonista.

Igor escuchó que el cristal cedió en un ronroneo propio de los muertos, empujó a Renata contra la puerta de salida, Charly comenzó a ladrar en desespero y el guarda de seguridad en total confusión buscaba dónde esconderse.

La puerta de vidrio se quebró en su totalidad, pegado a los cristales estaban los nidos y de allí salía avispas de diferentes tamaños, detrás de estas un grupo más grande volaba como una legión de romanos listos para la guerra, y atrás, donde el balcón terminaba estaba la avispa gestora de todo el plan. Sus ojos negros y brillantes buscaban a Renata, quien ya estaba afuera del apartamento.

Igor se ubicó de frente al balcón, fueron solo cuatro segundos los que transcurrieron entre el cristal roto y la entrada del ejército de avispas.

Todas, una por una, como la lluvia y la nieve que cubren al desamparado, fueron cayendo encima de Igor, cada avispa incrustaba su aguijón en el cuerpo del joven caballero, el amable amigo que había dado un regalo a Renata.

El guarda de seguridad logró salir y los señores de la empresa de fumigación comenzaron a rociar el veneno por todas partes, incluso encima del cuerpo de Igor que cubierto de avispas intentaba respirar.

La puerta del apartamento se cerró quedando los señores adentro haciendo su trabajo, algunos gritos se escuchaban.

Afuera en el pasillo Renata gritaba, lloraba. A su lado, Charly ladraba.

AV.

23 de octubre de 2025

El Regalo (Malos Sueños).

 



Imagen generada por IA: https://gemini.google.com/

III.

Con algo de susto se retiró a la habitación, Charly le acompañaba algo travieso meneando la cola, Renata preocupada envió un mensaje a su amigo Igor, relatando lo sucedido con las avispas, tomó una foto a la puerta de balcón en dónde se podía observar a las avispas volar de un lado a otro y varios panales pequeños instalados sobre la estructura.

Sentía miedo, pensaba que estaba en real peligro así que cerró la puerta de la habitación, por si las avispas entraban a la casa, pensó.

Encendió la televisión para ver algunas series o películas, algo que le distrajera la mente, le llevase la calma que el grupo de insectos voladores le había arrebatado. Charly dormía a su lado, se sentía en paz al lado de su dueña.

De vez en cuando llegaba un mensaje de Igor, le explicaba que el tipo de avispas aparentaba ser peligroso, que sería de pertinente ayuda llamar a algún servicio de fumigación, algún fulano experto en plagas.

Siguieron conversando de temas varios, desde la gestión comercial de la empresa que ahora lideraba hasta la oferta gastronómica del sector, habían abierto recientemente un nuevo local de tentempié al estilo madrileño, había que ir.

Con el paso de las horas Renata se fue quedando somnolienta, el miedo a morir a manos de las avispas le aterraba tanto que le espantaba el sueño, así que aferraba sus emociones a las ocurrencias de cada personaje de las series que miraba en el televisor.

Después de cuatro capítulos, Renata había caído dormida con la espalda apoyada en la cabecera de la cama, su cabeza ladeada y el control de la televisión en sus manos eran el cuadro de una mujer derrotada por el miedo y el exceso de trabajo.

Afuera el grupo de avispas revoloteaba por todo el balcón, algunas trabajaban en la construcción de panales, otras iban de un lado a otro como si prestaran guardia, otro grupo estaba firme sobre la baranda como si fuesen francotiradores en posición de ataque. La principal avispa, la protagonista del malestar volaba rodeando el apartamento, insistía en encontrar una entrada, necesitaba entrar.

Renata estaba profunda en el onírico mundo donde los vivos y los muertos comparten espacio, soñaba de manera aleatoria, desde recuerdos de infancia hasta amores del presente, se deleitaba su mente entre tantos placeres y deseos. Comenzó a aparecer la imagen de su habitación, su cama, su cuerpo, todo aparecía como una película de terror, Renata podía verse a sí misma recostada con el televisor encendido y el perro a un lado de sus pies.

Sin entender estiró su brazo para tocar a la versión suya que estaba en la cama, en ese momento logró entender que estaba soñando, o algo parecido.

La ventana de su habitación empezó a abrirse ligeramente de un lado a otro, como si un cómplice ser diera la bienvenida a las avispas enardecidas. Primero entró una, era pequeña pero muy vistoso su amarilla apariencia, detrás suyo llegó otra, y otra, y otra. Muchas avispas entraron como una nube de aguijones y veneno.

Renata empezó a desesperarse, intentaba llegar a la cama para despertarse a sí misma, una de las avispas le miró fijamente con sus enormes y brillantes ojos negros, un frío le recorrió todo el cuerpo.

Quiso gritar pero no le era posible alzar la voz, intentaba correr pero no sabía cómo moverse o a dónde buscar refugio.

Lentamente el cuerpo de Renata, el que yacía dormido en la cama se empezó a cubrir con la presencia de los invasores. Un dolor intenso le arrebataba el alma, cada aguijón entraba en su piel dejando una marca roja, las perforaciones fueron cubiertas con ronchas y heridas que con algo de sangre, se cubrían de un veneno espeso, de una clase de crema o fluido blanco y de mal olor.

Renata que observaba desde el aire se asqueaba al ver cómo su cuerpo era transformado por las picaduras de aquellos animales. Observaba cómo la avispa principal, aquella que lideraba la revolución del balcón caminaba sobre su mejilla, un ligero cosquilleo le producía el andar de las patas de aquel animal, desde el aire podía ver cómo la avispa acomodaba su cuerpo para introducir el aguijón en el ojo izquierdo.

Renata sentía unas ganas de gritar excesivas y desesperadas.

Abrió los ojos y volvió en sí, sentía cosquilleo en su mejilla izquierda y descubrió que se trataba de Charly que le estaba lamiendo.

Se tocó el cuerpo con las manos como queriendo buscar algo que no existía, todo estaba bien. Giró su cabeza y mirando la ventana encontró todo en orden.

Afuera, una avispa volaba buscando una entrada. 

AV.

21 de octubre de 2025

El Regalo (Puertas y Ventanas).

 


Imagen tomada de: https://www.saatchiart.com/en-co/rimmamantika

Women, Black Cat and Flowers Painting By: Rimma Mantika (Indonesia).


II. 

Cerró la puerta del balcón y junto a su perro de apoyo emocional se quedó esperando alguna represalia de parte del panal caído. Se miraron a los ojos mutuamente, Charly, el canino, jadeaba con la lengua afuera en señal de que estaba tenso el ambiente, pero libre de todo riesgo. Renata con sus ojos cafés, abría su mirada queriendo encontrar todo lo que se moviera en el recinto. Salió de casa dejando la puerta del balcón cerrada para no tener encuentros peligrosos con la avispa.

Horas más tarde la madre regresó encontrando la maceta de coco colgante revuelta, sin su panal. Comenzó a dar giros entre una esquina y otra, empujaba sus alas como si se tratase de una inmensa aeronave, quería romper el cristal de la puerta del balcón. Su intenso color amarillo se convertía en oro puro, en la fuerza de la naturaleza queriendo romper el vidrio que le dividía de su agresora y su vacío existencial.

Elevó sus alas y recorrió la torre de apartamentos, dando vueltas de un lado a otro observaba las ventanas, todas cerradas, volaba buscando una entrada, se imaginaba invencible, eterna, se ardía en dolor por lo sucedido.

Volaba con furia.

Al caer la tarde Renata llegó al apartamento en compañía de Charly, el peludo amigo. Se sentó a tomar un Té de jengibre con limón y algo de miel, estiró sus desnudas piernas sobre el sofá y recostó la espalda dando la vista a la pantalla de un enorme televisor, a su lado la puerta de vidrio cerrada del balcón, una ligera grieta se notaba.

Se tomó el Té con la calma necesaria y revisando su teléfono móvil organizaba algunas tareas del día siguiente, leía correos de asuntos personales y navegaba de vez en vez en sus redes sociales, resaltando su belleza en fotografía publicadas a disposición de sus amigos y fanáticos.

Charly se levantó del suelo y ladró en dirección al balcón, Renata recordó en ese instante lo ocurrido con el panal de avispas en horas de la mañana, así que asomó la cabeza buscando alguna novedad afuera, no había nada, solo las luces de la noche que danzaba como cocuyos esperando el final.

Terminó su bebida y se fue a dar una ducha, estaba cansada de la jornada, su mascota le acompañaba acostada por fuera del baño y en el balcón la avispa regresaba inspeccionando el apartamento, insistía en encontrar alguna ventana por dónde entrar.

Comenzó a volar nuevamente con fuerza intentando romper el vidrio, un muro implacable para un ser tan diminuto. Rendida de tanto esfuerzo tomó vuelo en búsqueda de ayuda.

Renata después de una larga ducha se acomodó su ropa de dormir y encendiendo la televisión en frente de su cama se acostó a dejar que el arrullo de una serie coreana le diera el sueño preciso para iniciar un nuevo día. Charly se subió a la cama a dormir a su lado.

Un zumbido les rodeaba, tocaba con ligereza la puerta de vidrio del balcón de la habitación queriendo encontrar un punto de entrada, eran dos avispas, luego fueron tres avispas, juntas golpeaban buscando un acceso a la venganza.

A la mañana siguiente Renata despertó y retomó su rutina de sana alimentación: una fruta, una granola, algo de yogur griego y claramente un café especial.

Al terminar su desayuno se vistió con ropa deportiva y tomó a Charly para iniciar la caminata matutina, aprovechando que aún el sol está amigable con la piel, notó de reojo una ligera grieta en el vidrio de la puerta del balcón, ligera por supuesto, esquiva para la vista humana.

Al salir prefirió bajar por las escaleras junto al perro y un termo de agua mineral.

Afuera en el balcón la avispa de amarillo y negro construía nuevamente un panal, ahora en compañía de algunas colegas, quizás como acto de solidaridad.

Cerca de las ocho con cuarenta minutos Renata regresó a casa, entró directo al baño con el afán de querer orinar el litro de agua que había consumido en la caminata, Charly hizo lo propio y corriendo fue a tomar agua de su envase personal, mientras bebía levantó las orejas y giró su mirada al balcón.

Comenzó a ladrar en señal de alerta, como un grito desesperado quizás, una especie de alarma. Renata confundida, salió a la sala del apartamento queriendo saber qué ocurría con su amigo perruno, quería pedirle que se callara, pero la sorpresa fue más impactante que el ruido en sí del pequeño Charly.

En el vidrio del balcón de su apartamento, un conjunto de pequeños panales de avispas se había fijado como si se tratase de una pared o una cortina, varias avispas volaban rodeando el espacio al mejor estilo de una marcha militar.

Allí, en la baranda del balcón una avispa rubia con rayas negras, estaba posada en firme postura, observando fijamente a los ojos de Renata.

Se alzó en vuelo sobre su propio eje y con fuerza se lanzó contra el vidrio nuevamente, allí, donde ya se evidenciaba una grieta.

AV.

20 de octubre de 2025

El Regalo (Renata)

 


Imagen tomada de: https://portraits-by-nc.com/blogs/news/black-cat-in-flower-field-painting?srsltid=AfmBOoo157o5P6RB5f3J9rEOG7zh2lLg0ZdRt5ooMm8orS2u8CWZJ6lt

Black Cat in Flower Field Painting

I.

Renata regresó a la ciudad como las grandes mujeres que viven el sueño del poder y la riqueza del alma. Inició años atrás una intensa labor en empresas de alta complejidad con la finalidad de crecer y ser mejor profesional, en esos andares del camino aprendió de negocios y otras virtudes que del amor y muchos placeres quedó inconforme.

Desde un buen salario hasta la libertad de caminar las calles de la capital con la frente, además de grande amistades y colegas de igual nivel de complejidad fueron la herencia de un viaje que traería pronto retorno a casa.

No se trataba de un gesto de derrota sino, un retorno a casa con las alas más grandes y la conciencia llena de aprendizajes listos para dejar a disposición del negocio familiar, una convocatoria a la que no se pudo negar a pesar de las monedas sobre la mesa en la capital del país.

Llegó a la ciudad como las grandes mujeres, con expectativas de encontrar el mundo como ella lo ha vivido, interpretar las calles y sus noches con la misma discreción y cordura del bullicio de la capital, la sorpresa fue grande cuando poco a poco su vida social se fue relacionando a las mismas cuatro personas, seres del pasado que de modo incondicional dieron fe de su crecimiento personal y profesional.

En una primera oportunidad fueron a tomar vino y escuchar las historias que Renata traía del centro del país. Para una segunda salida fueron a comer algo, porque eso hacen los amigos, y allí seguir escuchando historias.

Junto a Renata un canino de nariz fría llegó de la capital, como aquellos perros de otras ciudades que a riesgo enfrentaron sus maldiciones.

Pasaron semanas de adaptación y el calor de la ciudad además del silencio de la soledad marcaron la pauta para que la joven empresaria notara la melancolía de una ciudad que no da espera a los desesperados; comenzó a hacer ejercicio, a practicar lenguas extranjeras y hasta cursos de cocina por internet, el tedio del tiempo libre era tan denso como la nostalgia de la vida en la capital.

Igor, un elegante personaje de la cotidiana vida de Renata atendió su soledad, con la buena intención de darle un almuerzo y unas palabras de crecimiento personal le convidó a pasar una tarde en el restaurante preferido de ambos, aquellos lugares donde el tiempo no avanza, pero sí la memoria.

Un viernes cualquiera lleno de sol y brisa seca, Igor llegó a casa de Renata, traía consigo un regalo de buena fe, con algo de esperanza dejó fluir en palabras amigables la importancia de dar al tiempo libre ocupaciones simples, pequeñas, mínimas pero constructivas.

Ella le recibió y tomándose un Té de frutos rojos le preguntó por el trabajo, le hizo algunas recomendaciones y nuevamente indagó por su tiempo y su sentir, él como el gran amigo que es brindó respuestas a las preguntas y sumó nuevas, como el estado de ánimo y algunas especificaciones del nuevo trabajo en la ciudad.

De regalo le dio una planta, tan natural y básica como una palma, la novedad es que llegaba con una maceta de coco colgante, una fibra justa para reforzar amistades y unir soledades.

Por su condición de maceta colgante, Renata ubicó el regalo en el balcón del apartamento, el canino de apoyo emocional observaba con las orejas levantadas, sabía que era algo extraño en su nido familiar.

Cada mañana Renata regaba un poco de agua de modo prudencial, según las recomendaciones de los expertos.

Cada noche con un atomizador de agua humedecía las hojas de la palma, porque eso recomiendan los expertos.

Aquel hábito de cuidado de la planta se sumaba al ya acostumbrado cuidado del perro de apoyo emocional, un canino pequeño y juguetón. Renata comenzaba a expulsar sus emociones en pequeñas tareas de casa, tal como su amigo Igor consideraba justas para el alma.

Una avispa.

Una avispa rubia y pasajera.

Coqueta, pequeña, peligrosa, rubia y pasajera.

Una avispa se asentaba en la palma aérea.

Renata encontró en una mañana la presencia de un pequeño bulto de arena y fibra sobre el tallo de la palma colgante. Con su teléfono móvil tomó una fotografía acusando de tierna la situación, sentía una bendición para su hogar el ser anfitriona de un nuevo integrante de la vida.

Igor recibió la foto en su aplicativo de chat, allí llamando la atención de Renata, le hizo señalamiento sobre el tipo de nido que había: Un panal de avispas, y no cualquier avispa, un depredador oportunista y carroñero.

Con el temor de quien pierde la paz, Renata tomó la escoba y con un golpe torpe logró derribar el panal, pequeño aún, pero ya con algunas larvas y huevos en sus perfectas celdas hexagonales, Renata huía de cualquier cosa que tuviese alas.

Cerró la puerta del balcón y junto a su perro de apoyo emocional se quedaron esperando alguna represalia de parte del panal caído.

Pasaron las horas y nada ocurrió.

Horas más tarde la avispa madre regresó encontrando la maceta de coco colgante revuelta, sin su panal, sin sus larvas ni sus huevos.

Un silencio tenso se escabullía entre las alas de una avispa ofendida.

AV.

17 de octubre de 2025

El Heredero. (La libertad)

 


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A Black Cat's Head In Space Wallpaper By: Vania-chetvergov.

V.

Harry Manuel nació en el año 1993 bajo una coqueta noche estrellada, augurio de nuevos tiempos en un país que aún celebraba el triunfo de la selección de fútbol nacional en Buenos Aires, Argentina. Cecania, en cambio nació en una fría mañana de invierno, esa delgada frontera entre el otoño de noviembre y el invierno de diciembre; se conocieron por chat en un milagro del universo o quizás en una trampa de aquellas que los ángeles y demonios suelen poner a los mortales, como un juego de azar.

Para el año 2023 Kaín sin entender nada, salía de la oficina y abajo en la avenida principal, adyacente al edificio que llevaba su apellido en la fachada, le esperaba un elegante caballero, el chofer de la familia.

Aquel mismo día, después de un almuerzo en compañía de sus padres Harriet caminaba en pantalones cortos y los pies descalzos por la casa, disfrutaba del intenso sol de una ciudad cualquiera en la provincia de Colombia.

Había iniciado una vida de tormentos en una fría familia de tradición alemana, su gusto por el ocultismo nació en una clase de teología, en el liceo. Allí con el cariño por lo mundano pudo abrir su mente a posibilidades infinitas de lo absurdo, tantas como la ambición por lo precario le permitiese advertir.

Desde su deseo por abandonar por siempre a sus padres hasta el anhelo de vivir en la desgracia de lo inverosímil, Cecania, ahora Harriet, encontró en la internet una fuente de consulta de múltiples trucos para hacer de su frivolidad un modo de vida más soportable.

Harry Manuel comenzó a perder interés en su familia y sus labores académicas, la intrascendencia de los días vividos era una carga de peso muerto en su espalda. Una vez culminados sus estudios, en los inicios de la década del diez pudo trabajar en pequeñas labores que su hermano Mauricio a bien le pudo brindar, a la final su vocación por vivir una vida diferente le había alejado del valor preciado de la familia, el tesoro que otro ansiaban tener.

Una vez culminada la transacción de deseos e intenciones Cecania pudo establecer en el cuerpo de Harry Manuel un sinnúmero de intenciones poco correctas, entre estas su desdén por el dinero y los lujos. Despertó coincidiendo la temporada con un proceso de ovulación heredado por los afanes del tiempo, recorrió la casa y encontró en el olvido de los soñadores la familia prometida, a cambio según sus cuentas, tenía para entregar a los amos del inframundo el alma de un ingrato fulano de tal.

Premiada con el silencio de los santos, Cecania pudo abrir portales que la ambición de los olvidados siempre contuvo en libros y breviarios que ahora, a disposición de todo en la internet, eran colecciones de frases aleatorias exclusivas para conocedores del más allá. Encontró a Harry Manuel en los foros de ciencia ficción, captó su atención con pequeñas recomendaciones, siempre con un nombre falso: Martha, Silvia, Patricia, Karen.

Se presentó como Cecania por vez primera cuando el pacto estaba escrito, un sumun de realidades yuxtapuestas en oraciones al bajo mundo. Durante aquellos momentos de incertidumbre astral, Harry Manuel seguía quejándose de su existencia sentado en el computador de su habitación, sin bañar, con el cabello largo y un renglón de improperios envidiando la vida de otros.

Kaín salió del edificio, se puso unos guantes de cuero negro y subiéndose al elegante automóvil se acomodó en el puesto trasero, ubicando la bufanda en sus manos. Durante el recorrido rumbo a su residencia observaba el paisaje, las vacías avenidas de Múnich en un tímido invierno que llegaba detrás. El silencio del trayecto le hizo encontrar en la nada la memoria que alguna vez le perteneció: Mamá.

Extrañado se acomodó en el asiento como quien busca una salida en medio de la mente, bajó un poco el vidrio de la ventana y con el frío aire que surcaba sus narices algo de juventud invadió su memoria. La melancolía de lo no vivido lo perseguía desde días atrás.

Harry Manuel siempre quiso conocer la nieve, y ese sentimiento pesaba en el pecho de Kaín, pero nada le daba claridad del porqué aquel ataque de melancolía. Cerca de Baja Baviera, a unos minutos de entrar a la zona residencial de su familia pidió a su chofer, con la amabilidad de los abandonados, parar en una esquina. Se bajó del carro y tomó un poco de nieve sus manos desnudas, para entonces el frío no era tema de interés en su madura irreverencia.

El chofer le observaba desde adentro del vehículo sin entender qué ocurría con el heredero de la familia Klatten, un prestigioso ingeniero de la nación. Kaín tomando un poco de nieve en sus manos recordó por un segundo que su verdadero nombre era Harry Manuel, que había crecido en el Colombia y que sus padres se llamaban Jairo y Marcela, que su jugo favorito era el de Lulo y su plato de preferencia la chuleta valluna.

Con el crujir de las páginas viejas de la vida, sonó de golpe cómo un inmenso árbol caía, justo sobre la espalda cansada de un hombre que sufría la melancolía de dos vidas.

Horas más tarde las noticias locales daban el reporte de los hechos de último momento:

La policía de Baja Baviera, una región al noroeste de Múnich, informó que respondió a 350 incidentes relacionados con nieve y hielo entre el viernes por la noche y el sábado temprano, algunos de los cuales causaron heridas leves y moderadas (…) los árboles caídos dejaron a <<muchos miles>> de personas sin electricidad en todo el estado federado de Baviera, indicó a DPA la empresa de servicios públicos Bayernwerk”.

En Colombia a esa misma hora, Harriet almorzaba en compañía de sus padres que sin entender ni recordar nada, daban gracias a la vida y a cada uno de sus dioses por permitirle desayunar en familia. Brindaron dando gracias por estar juntos, se tomaron las manos y pidieron a cada uno de sus santos, les librara de todo mal.

Cecania, por primera vez se sintió libre.

AV.

16 de octubre de 2025

El Heredero. (Orgullo Familiar)




Imagen tomada de: https://fineartamerica.com/profiles/keith-spangle/shop

Ship's Cat revised Painting By: Keith Spangle.

 

IV.

Harry Manuel despertó con la preocupación de todos los días, saber qué habría para desayunar, posterior a averiguar la hora del día. Sintió algo de frío, frío, mucho frío. La almohada estaba algo robusta, fría incluso como si nadie hubiese dormido sobre ella la noche anterior.

Esa misma mañana Cecania despertó con dolores menstruales, posó su mano en la parte baja del abdomen y con una mueca se levantó de la cama, entró al baño y allí se descubrió como una mujer desaliñada, cansada, olvidada de sí misma. Entendió que el pacto se había cumplido, se cubrió con una toalla y espeto una sonrisa similar propia a la de un mago que acababa de engañar a un niño.

Caminó del baño con la toalla cubriendo su cuerpo hasta la sala-comedor, saludo a quienes ahora son sus padres, Don Jaime y doña Marcela quienes estaban desayunando. Se besaron en la mejilla y se sentaron a comer, como la familia que siempre fue.

Cecania ahora se llamaba Harriet.

En algún lugar de Alemania, en la provincia de Baja Baviera, Harry Manuel quien a partir de estas líneas pasaría ahora a responder al nombre de Kaín, se levantó de la cama observando todo a su alrededor, la habitación había cambiado, era en madera y muy rústica, algunos cuadros de pinturas muy antiguas, candelabros y un escritorio de madera con una vasija de cerámica y agua en su interior. Llamaba la atención que no estaba su escritorio con su computadora que tanto uso le daba las semanas recientes, tampoco estaba el poster de su película favorita.

Se levantó de la cama y caminó hasta la puerta encontrando al abrirla unas escaleras que llevaban a alguna parte, de seguro un lugar delicioso por el fuerte aroma a arándanos y masa de pan.

Descalzo, comenzó a caminar rumbo al primer piso hallando en frente de sí a una mujer de muy avanzada edad que en un alemán bien fluido le saludaba, invitándole a pasar a la mesa. Allí, un señor de rasgos fuertes le miraba, con una taza de café le saludó y retomó la lectura de la prensa local, un tabloide con titulares en inmensas letras de tinta negra, en perfecto alemán.

Harry Manuel se sorprendió y buscando explicación a todo, subió de regreso a la habitación, buscando el teléfono móvil encontró su cartera y en su interior un documento de identidad que rezaba: kaín Klatten.

Buscando un espejo llegó al baño en medio del pasillo, en el espejo notó a un hombre de pelaje rojo con una barba incipiente y algo dramática, sin rasgos de masculinidad definida, solo pelaje revuelto y canas descuidadas.

Kaín se lavó la cara con agua fría, muy fría y recordó por dos segundos aquel diálogo por chat con la excéntrica Cecania y sus supuestos deseos de buena fe.

Abrió los ojos marrones con gran asombro y quedándose con la mirada fija en la pared notó que ahora estaba en otra vida, cargada de lujos y privilegios, sin memoria del pasado, solo ideas vagas de quien era y dónde estaba. Volvió en sí, durante la jornada fue descubriendo que era Ingeniero Mecánico, que heredaba la fortuna de la familia Klatten y que tenía una novia, diez años más joven que él y que oficiaba como modelo de trajes de baño y zapatos de la marca Deichmann.

Sin pretender reprochar nada, el olvido le tomó por prisionero, así, cuando revisó el teléfono móvil, encontró muchos mensajes en español, un idioma que ahora no entendía.

Se trataba de diálogos extensos con una dama, de nombre Harriet. Escuchó los audios y le sorprendió notar que eran en idiomas medianamente conocidos, como el ruso e incluso el japonés.

Le escribió, en alemán por supuesto, su ahora lengua natal, no recibió respuesta, por el contrario, fue bloqueado al llegar la noche.

En exacta sincronía con el universo, siguió indagando de qué iba todo ese chat, sufría de una ligera jaqueca y la confusión lo dominaba. Bajó nuevamente y comenzó a comer en familia, proponiendo como tema de conversación el sentido de la vida.

En aquella conversación con sus padres alemanes, descubrió que en esa misma semana se estaban adelantando oficios con los abogados de la familia para completar el proceso de sucesión del patrimonio familiar, que ahora quedaría a su cargo, así como el manejo de la empresa, una importante corporación de Telecomunicaciones.

Terminaron de comer, se arregló la barba y se vistió con el traje más elegante y la corbata mas vistosa que pudo hallar en el clóset; salió de casa y un chofer le esperaba para transportarlo a su lugar de trabajo, un reconocido edificio en el centro financiero de Baviera.

Llegó a la oficina en un completo piso de la torre más alta a las afueras de la ciudad, de pie mirando al horizonte sintió el deseo de tomarse un café, un deseo extraño.

Un mensaje de texto apareció en su teléfono móvil, en perfecto alemán: 

“Gracias Harry, Gracias Kaín. Intenta no sabotear nada”.

Abrió los ojos en completa confusión, en ese instante sintió que a su cuerpo lo invadía una mano fría, una sensación de que algo absurdamente malévolo le acariciaba la espalda.

Se giró sobre sí y en el reflejo de la ventana se cruzó con la imagen de su yo anterior, o de un desconocido, quizás.

En alguna parte de Colombia una mujer de treinta años se sentaba junto a sus padres a ver televisión, mientras en su teléfono móvil escribía un mensaje en perfecto alemán.

AV.

15 de octubre de 2025

El Heredero. (El Deseo)


III.

Harry Manuel retomó el contacto con la desconocida alemana, una mujer joven que por su foto de perfil daba la impresión de ser confiable, se saludaron en el chat y conversaron desde asuntos superfluos hasta grandes relatos de la privacidad y los anhelos de la edad.

Como muestra de buena fe la dama brindó un deseo de cortesía, insistió en que podía hacer magia y darle a Harry Manuel aquello que siempre ha querido ser o tener.

Con algo de desdén pensó un rato en la oferta, aquella muestra gratis a la que respondió con un tono retador, pidiendo como deseo ser poliglota. Ella, con el carisma de un carnicero, preguntó exactamente en cuáles idiomas estaba interesado.

“CINCO” escribió en letra mayúscula junto a un emoticón de un diablo travieso, en un chat lleno de stickers e insinuaciones.

Cinco fueron los idiomas entregados: Francés, Alemán, Portugués, Ruso y Japonés. Harry Manuel sintió un ligero dolor de cabeza y acto seguido, un malestar de garganta que le obligó a declarase en incapacidad.

Marcela, la madre, cuidó durante dos días, con algo de sopa caliente, jugo de naranja con jengibre, todo en aras de que su hijo, el eterno niño estuviese libre de todo mal.

Después de dos días de fiebre, Harry intentó leer algunos textos en inglés para corroborar si el deseo había sido cumplido. Al ver que no dominaba el idioma, se sintió estafado, a la final sabía que era una broma y no podía acusar a la dama de abusar de su confianza, pues en realidad no existía ninguna transacción vigente.

Cecania retomó el contacto en el chat, así que comenzó a escribirle a Harry en alemán, él sin notarlo, respondió el saludo con excelente gramática y fluidez, durante un tiempo conversaron por escrito, hasta que a través de un mensaje de audio (en ruso) dejaron de lado las letras para pasar a las expresiones fonéticas. Así sucesivamente avanzó la comunicación, fue allí cuando cayó en la cuenta que estaba dominando otros idiomas distintos a su natal español, la sorpresa era además que jamás estuvo el idioma inglés en el listado de opciones.

Se sintió complacido, con el ánimo alto como nunca en su vida había despertado, el deseo de prueba había sido cumplido sin falta alguna.

Esa misma semana terminó la propuesta final para el cliente de Portugal, entregó el material pendiente al otro cliente, al de Italia y en su cuenta bancaria vio reflejada la transferencia de Euros deseada, se sentía perfectamente vivo.

Estaba triunfando sin salir de casa.

Semanas después, retomó el contacto con la misteriosa mujer alemana, ya por los primeros días de diciembre. Siempre amable y atenta le respondía a las dudas en alemán, en ocasiones en español, todo en aras de facilitar las emociones del ahora políglota Harry Manuel.

Volvieron a hablar de la propuesta principal, de aquella opción de cambiar de vidas, ante tal pretensión Harry exigió como primera condición que ella diera todos los detalles de lo que significaba ceder su vida presente.

Cecania le dio toda la información del intercambio en errante explicación. Sin tomar con seriedad la respuesta, siguió preguntando por el paso a dar, insistía en entenderlo todo a pesar de las respuestas vagas que ella le brindaba.

Después de un insistente interrogatorio, Harry Manuel logró que Cecania, en un excelente español le enviara un audio con una explicación más detallada de la transferencia prometida. Mencionó que él pasaría a llamarse Kaín, que viviría donde ella está actualmente, en una ciudad de Alemania y con los mismos lujos y pesares. Le hizo saber que del mismo modo tomaría su vida en Colombia y pasaría a llamarse Harriet, el equivalente de Harry.

El asombrado caballero sentía que podía pedir más. Su ambición le empujaba a no ser él mismo, deseaba como alguna vez lo fue su hermano, un ser socialmente bien relacionado, con prominente salario y triunfos para cada proyecto laboral.

Cecania con su imparcial sonrisa observó la pantalla del teléfono y envió un audio ahora en un fluido Japonés, aceptando las condiciones insinuadas, solo faltaba como si se tratase de un contrato, confirmar el deseo a modo de formalidad.

Harry aceptó por supuesto, porque eso hacen los desesperados. Mientras terminaba de escribir en el chat su aprobación del trato, pensaba por momentos en el plan que diseñaba para otra empresa de Italia, que el señor Ferro le había recomendado precisamente.

Cecania desapareció como si nunca hubiesen sido amigos, quedando el chat en un mensaje final: Ok.


AV.

14 de octubre de 2025

El Heredero. (El Mensaje)


 

Imagen tomada de: https://www.etsy.com/es/listing/843590150/arte-de-gato-espacial-arte-de-pared-de

Space Cat By: CodyVrosh

 

II.

Algo en Harry Manuel no daba con nada que fuese corriente, nada extraordinario o prometedor, como si su vida dependiera de la voluntad no querer vivir.

Siguió viviendo en casa de padre y madre, soltero, con un ingreso mínimo en labores de prestación de servicios en comunicaciones y protocolo, algo de lo que se había vuelto experto, pero sin ánimos de ser exitoso.

Sin contrato estable ni un salario digno de recibir extras al final de cada año, cerca de los treinta años de edad insistía en culpar a sus allegados de su frustración, porque en palabras de su madre, nada era considerado como fracaso, solo aprendizajes (permanentes).

Recién superada la crisis de la cuarentena y ver sus ideas crecer de modo virtual, intentó en crear una empresa unipersonal de asesoría en comunicaciones, manejo de redes sociales y algo de impacto cultural. Tuvo éxito, relativo, pero algo de éxito, insisto.

Aquella tarde de noviembre de 2023, sentado en su escritorio, con el cabello largo y algo de sudor por el clima de la jornada, recibió un mensaje a su cuenta personal de Instagram, una red social que despertaba amores y odios en su dignidad.

Fue un mensaje que buscaba cotizar sus servicios como asesor en comunicación corporativa. Una empresa italiana, de esas que querían abrir sus mercados a Latinoamérica, porque así lo sugería el mundo post-pandémico.

Aceptó reunirse con el contacto, un tal Luca Georgiano Ferro, en resumen, un tal “Luca Ferro”. Al inició pensó que se trataba del cantante italiano de una de sus bandas favoritas, pero descubrió rápidamente que era un homónimo, nada más.

Se citaron en videollamada y allí, en un español mal hablado pactaron revisar el caso. A la mañana siguiente, Harry Manuel recibió otra solicitud en su cuenta de Instagram, ahora de una empresa en Portugal, que al igual que el señor Ferro, quería expandir sus servicios financieros en Colombia, un tal Amorim Azevedo era el contacto de enlace.

Para el fin de semana ya estaba preparando ambas cotizaciones, con dificultades de idioma, pero el gran apoyo de la aplicación de traducción de Google no le deja desfallecer.

El lunes era día feriado, pero no en Europa, por lo tanto ambas sesiones se llevaron una justo después de la otra, pareciera que llegarían sus primeros contratos millonarios y estables, suficiente como para llevar a padre y madre a conocer Italia y Portugal, el sueño de todos en temporada post-pandémica.

Aquella noche de lunes feriado otro mensaje apareció, también en la cuenta de Instagram, ahora una dama de origen desconocido le proponía una oportunidad de negocio para invertir en Europa, al parecer, algo relacionado a Islandia. Se sintió ilustre y aceptó reunirse con la fulana, después de varias horas de chat se conocieron y dieron fe de la veracidad de cada contacto, cada propuesta, cada treta.

A la medianoche de aquel lunes, Cecania Klatten, la dama del chat, explicaba a Harry Manuel, un colombiano tan corriente como cualquiera en América Latina, que ella le podría conceder un deseo, uno solo, a cambio de él ceder esa vida presente a ella.

Harry por supuesto no entendió la propuesta, acusándole de estafadora y demás; Cecania insistió, le tuvo paciencia y así transcurrieron quizás dos semanas, el tiempo justo para cumplir con la entrega al primer cliente, el italiano de apellido Ferro, un sencillo plan de monetización en redes sociales.

Tiempo justo, además, para pretender aprender un nuevo idioma, Harry sentía a sus adentros que no era suficiente con el traductor de Google, se hacía importante alguna base idiomática que le diera las herramientas para crecer en ese pequeño gran negocio que la vida le estaba brindando.

Inició con aplicaciones de idiomas en su teléfono móvil, jugaba a responder cuestionarios y escuchar canciones en otras lenguas, de preferencia el italiano, por aquello del cliente reciente.

Harry Manuel pensaba en algunas ocasiones en el mensaje que la fulana de origen alemán le había enviado. ¿Una propuesta de una vida mejor? ¿Un deseo?

Durante esas dos semanas cumplió con cada parte de su cliente italiano y su cliente portugués, dos acciones diferentes en contenido, pero afines en el qué hacer: un plan de medios y una estrategia de marca. Nada raro.

Leía por encima el mensaje, lo acariciaba con su dedo pulgar en la pantalla del teléfono móvil, como si fuera una estampa o la medalla del santo de su devoción.

En ciertos momentos la dama le escribía, le invitaba a considerar la propuesta. En ciertos momentos mientras la leía en el silencio de las confusiones, Harry Manuel imaginaba una vida mejor, algo que superara la miseria y frustración de no alcanzar siempre la meta trazada.

Quiso responder de inmediato que sí, que aceptaba el trato, pero frenaba el deseo con el ímpetu de quien espera la brisa siguiente para navegar.

Quería ir más lejos, esperar quizás, una oferta mejor.

AV.

13 de octubre de 2025

El Heredero (El Hijo).

 



Imagen tomada de: https://i.icanvas.com/RPH175?d=2&sh=s&t=1759172032

Cat in Box  By: Robert Phelps.

I

Harry Manuel nació en una familia convencional, clase trabajadora siendo el hijo menor, su hermano mayor, Mauricio, le aventajaba quizás unos doce agostos de distancia, cosas del tiempo, de los amores fallidos y recuperados entre papá y mamá.

Jaime Alonso, su padre, se enamoró de Marcela Elvira, muy jóvenes. Tan pronto terminaron sus estudios universitarios, se fueron a vivir juntos y allí fecundaron a Mauricio, en una entrega entusiasta de principios de años ochenta. Con el paso de los años, el amor se fue menguando como una vela que cae ante el viento, hasta que el furor de la salsa romántica, años noventa, el amor retomó los cuerpos de Jaime y Marcela, fecundando a Harry, o Manuel, como prefiere decirle su padre.

Creció con las comodidades suficientes para no pasar hambre ni ver la navidad desde la barrera, no recibió la bicicleta que tanto soñaba ni la consola de videojuegos que solicitaba en reiteradas cartas al divino niño nacido del pesebre de la casa, sin embargo jamás le hizo falta zapatos ni pijamas, incluso, llegó a coleccionar muñecos de su serie de televisión favorita, no en calidad original ni en edición de lujo, solo los corrientes que las jugueterías locales fabricaban.

Terminó de estudiar en un colegio privado de clase trabajadora, nada de lujos ni apellidos ostentosos. No había abolengo en la fila de pupitres ni marca de ropa lujosa en los uniformes de diario o deportes. Harry era una persona normal.

Fue tan normal que decidió estudiar periodismo, igual que su padre, Jaime Alonso, ya reconocido cronista del diario local. Su madre Marcela se recibió de Psicóloga en la Universidad Católica, sin lujos ni compañeros de grado importantes, en cambio su hermano mayor, Mauricio, estudió en la universidad pública, pero graduándose a honores, con una beca en los bolsillos y muchos amigos de distintas clases sociales, quizás algo que para sí era motivo de envidia.

La vida es una espiral de emociones donde se administran las tentaciones, si bien Harry no pretendía ser becario o aunque sea un reconocido estudiante en la universidad, sí anhelaba la capacidad de socializar de su hermano mayor que ya en edad madura, lideraba una empresa de empaques que daba buenos réditos al final de cada año.

Harry no tuvo novia sino hasta avanzados sus estudios en la universidad privada, finalmente entró a cursar comunicación y periodismo en la Autónoma, una universidad de buen prestigio pero no de élite si se le compara con otras de la misma ciudad. María Fernanda, tan corriente como Laura o Patricia, nombres que para la época detonaban la memoria de las tías de antaño, estudiante por igual de comunicación pero sin los dones de la belleza vallecaucana, más bien corriente, como las damas del centro del departamento.

Al momento de graduarse, ella, la novia, logró una oportunidad en Bogotá para servir de auxiliar en un reconocido medio de comunicación nacional, sin dudarlo inició su camino que hoy, muchos años después la premiaría la vida con ser la más importante periodista de un medio de comunicación audiovisual.

Harry no prosperó como periodista ni mucho menos como programador de televisión o cronista de la prensa local, si quiera pudo acceder a trabajar en la radio. A pesar de los intentos de su padre de mover influencias y promesas, no se lograba ubicar en algún puesto de importancia profesional.

No se lograba ubicar porque sentía en el fondo, que no pertenecía a ninguna parte.

Fin de la primera parte.

AV.