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IV.
Se levantó de la cama con algo de confusión, entró al
baño a orinar y mientras procedía sentada en el retrete pensaba en el peligro
que estaba con esos nidos de avispas.
Al terminar, salió y se encontró a Charly quien desde la
entrada de la habitación le esperaba con las orejas levantadas. Caminaron por
el pasillo en dirección a la sala, aproximadamente eran las cinco con quince
minutos de la mañana, la pesadilla le despertó con tal premura que el tiempo de
la noche se hizo magia.
Renata se sentó por un momento en un banco elevado que
tiene junto al mesón de la cocina, allí divisaba la puerta de salida al balcón,
una gran cantidad de panales de avispas le cubría en su totalidad, no era
posible ver más allá de los animales allí instalados.
Se pasó la mano por el cabello y con una queja muda
intentaba atrapar algo de paz, su aliento se conservaba en el aire, se detenía
para fallar.
Regresó corriendo a la habitación y envió un mensaje a su
amigo, Igor, a quien preciso le había comentado la noche anterior de sus
temores ahora, ciertos.
Igor intentó calmarle y darle algunas recomendaciones,
además de la obviedad de no acercarse a la puerta de vidrio ni abrir ventanas,
la más urgente de todas, llamar a alguna empresa de control de plagas, incluso,
pedir apoyo en la administración del edificio.
En un extenso mensaje de audio Renata con una serie de
palabras obscenas, expresaba a Igor su afán, incluso consideraba seriamente
irse a vivir donde alguna amiga, sin importar que fuera al otro lado de la
ciudad, pagar una habitación de hotel, lo que fuese necesario.
Quizás con el consuelo del caso, se resignó y se vistió
con su ropa deportiva, se preparó un agua de frutos cítricos y salió a trotar
con Charly al lado, quien al parecer también tenía algo de temor por la situación,
algo, por no decir mucho, mucho miedo.
Mientras salía por la puerta del edificio, dio los buenos
días al guarda de seguridad, tenía el leve pensamiento de que alguna avispa le
seguiría desde arriba para acorralarla a la salida.
Cerca de las diez de la mañana llegó Igor en su carro a
recoger a Renata, habían conversado por tanto tiempo que bien entendió el temor
que la acosaba, ella le invitó a entrar, quería que alguien más viera lo que
sucedía.
Ahora no solo la puerta de vidrio sino, toda la fachada
del balcón estaba cubierta del panal de avispas, un crecimiento récord, como si
los panales mismos se multiplicaran por arte de magia. Eran tantas las avispas
allí reunidas que se hacía imposible identificar a la protagonista del
conflicto, quien preciso estaba observando desde la varando del balcón, mirando
fijamente.
Lograron contactar a un fumigador que a buen precio
prometió llegar a mediodía para dar solución a la invasiva crisis. Llegó a las
tres de la tarde.
Al entrar el encargado de la fumigación sus ojos se
abrieron con el terror de ver la cantidad tan exagerada de avispas reunidas,
con su teléfono tomó dos fotografías y las compartió a sus colegas, a quienes
además invitaba a acompañarle, era prescindible la ayuda.
No fue sino hasta las cinco de la tarde que varios
fulanos de la empresa de fumigación hacían presencia en la sala, junto a ellos
el guarda de seguridad del edificio y un par de vecinos que, preocupados,
acusaban la seguridad en riesgo por culpa de Renata, la irresponsable.
Igor siempre logró llevar a todos a la calma, les
invitaba al diálogo y la conciliación, un pequeño zumbido llamó la atención de
los presentes.
Una de las avispas había dado la vuelta al edificio hasta
poder entrar por las ventanas de las escaleras donde preciso, estaba abierta la
puerta principal de apartamento. Al hacerlo se paseó entre los humanos allí
presentes como una muestra desafiante, una provocación.
Renata al ver a la avispa volar soltó un grito y tomó a
Igor del brazo, sus uñas se enteraron allí, haciéndole sangrar.
El guarda de seguridad con sus manos intentó aplastarle,
pero la veloz avispa siguió su curso como un Kamikaze, al parecer seguía
instrucciones específicas de ir contra el vidrio, ahora cubierto de nidos.
Con la precisión de un sastre golpeó su cabeza en la
ligera grieta que días atrás había dejado su colega, la avispa protagonista.
Igor escuchó que el cristal cedió en un ronroneo propio
de los muertos, empujó a Renata contra la puerta de salida, Charly comenzó a
ladrar en desespero y el guarda de seguridad en total confusión buscaba dónde
esconderse.
La puerta de vidrio se quebró en su totalidad, pegado a
los cristales estaban los nidos y de allí salía avispas de diferentes tamaños,
detrás de estas un grupo más grande volaba como una legión de romanos listos
para la guerra, y atrás, donde el balcón terminaba estaba la avispa gestora de
todo el plan. Sus ojos negros y brillantes buscaban a Renata, quien ya estaba
afuera del apartamento.
Igor se ubicó de frente al balcón, fueron solo cuatro
segundos los que transcurrieron entre el cristal roto y la entrada del ejército
de avispas.
Todas, una por una, como la lluvia y la nieve que cubren
al desamparado, fueron cayendo encima de Igor, cada avispa incrustaba su
aguijón en el cuerpo del joven caballero, el amable amigo que había dado un
regalo a Renata.
El guarda de seguridad logró salir y los señores de la
empresa de fumigación comenzaron a rociar el veneno por todas partes, incluso
encima del cuerpo de Igor que cubierto de avispas intentaba respirar.
La puerta del apartamento se cerró quedando los señores
adentro haciendo su trabajo, algunos gritos se escuchaban.
Afuera en el pasillo Renata gritaba, lloraba. A su lado, Charly ladraba.
AV.




