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III.
Con algo de susto se retiró a la habitación, Charly le
acompañaba algo travieso meneando la cola, Renata preocupada envió un mensaje a
su amigo Igor, relatando lo sucedido con las avispas, tomó una foto a la puerta
de balcón en dónde se podía observar a las avispas volar de un lado a otro y
varios panales pequeños instalados sobre la estructura.
Sentía miedo, pensaba que estaba en real peligro así que
cerró la puerta de la habitación, por si las avispas entraban a la casa, pensó.
Encendió la televisión para ver algunas series o
películas, algo que le distrajera la mente, le llevase la calma que el grupo de
insectos voladores le había arrebatado. Charly dormía a su lado, se sentía en
paz al lado de su dueña.
De vez en cuando llegaba un mensaje de Igor, le explicaba
que el tipo de avispas aparentaba ser peligroso, que sería de pertinente ayuda llamar
a algún servicio de fumigación, algún fulano experto en plagas.
Siguieron conversando de temas varios, desde la gestión
comercial de la empresa que ahora lideraba hasta la oferta gastronómica del
sector, habían abierto recientemente un nuevo local de tentempié al estilo
madrileño, había que ir.
Con el paso de las horas Renata se fue quedando somnolienta,
el miedo a morir a manos de las avispas le aterraba tanto que le espantaba el
sueño, así que aferraba sus emociones a las ocurrencias de cada personaje de
las series que miraba en el televisor.
Después de cuatro capítulos, Renata había caído dormida
con la espalda apoyada en la cabecera de la cama, su cabeza ladeada y el
control de la televisión en sus manos eran el cuadro de una mujer derrotada por
el miedo y el exceso de trabajo.
Afuera el grupo de avispas revoloteaba por todo el balcón,
algunas trabajaban en la construcción de panales, otras iban de un lado a otro
como si prestaran guardia, otro grupo estaba firme sobre la baranda como si
fuesen francotiradores en posición de ataque. La principal avispa, la
protagonista del malestar volaba rodeando el apartamento, insistía en encontrar
una entrada, necesitaba entrar.
Renata estaba profunda en el onírico mundo donde los
vivos y los muertos comparten espacio, soñaba de manera aleatoria, desde
recuerdos de infancia hasta amores del presente, se deleitaba su mente entre
tantos placeres y deseos. Comenzó a aparecer la imagen de su habitación, su
cama, su cuerpo, todo aparecía como una película de terror, Renata podía verse
a sí misma recostada con el televisor encendido y el perro a un lado de sus
pies.
Sin entender estiró su brazo para tocar a la versión suya
que estaba en la cama, en ese momento logró entender que estaba soñando, o algo
parecido.
La ventana de su habitación empezó a abrirse ligeramente
de un lado a otro, como si un cómplice ser diera la bienvenida a las avispas enardecidas.
Primero entró una, era pequeña pero muy vistoso su amarilla apariencia, detrás
suyo llegó otra, y otra, y otra. Muchas avispas entraron como una nube de
aguijones y veneno.
Renata empezó a desesperarse, intentaba llegar a la cama
para despertarse a sí misma, una de las avispas le miró fijamente con sus
enormes y brillantes ojos negros, un frío le recorrió todo el cuerpo.
Quiso gritar pero no le era posible alzar la voz, intentaba
correr pero no sabía cómo moverse o a dónde buscar refugio.
Lentamente el cuerpo de Renata, el que yacía dormido en
la cama se empezó a cubrir con la presencia de los invasores. Un dolor intenso
le arrebataba el alma, cada aguijón entraba en su piel dejando una marca roja, las
perforaciones fueron cubiertas con ronchas y heridas que con algo de sangre, se
cubrían de un veneno espeso, de una clase de crema o fluido blanco y de mal
olor.
Renata que observaba desde el aire se asqueaba al ver
cómo su cuerpo era transformado por las picaduras de aquellos animales. Observaba
cómo la avispa principal, aquella que lideraba la revolución del balcón
caminaba sobre su mejilla, un ligero cosquilleo le producía el andar de las
patas de aquel animal, desde el aire podía ver cómo la avispa acomodaba su
cuerpo para introducir el aguijón en el ojo izquierdo.
Renata sentía unas ganas de gritar excesivas y
desesperadas.
Abrió los ojos y volvió en sí, sentía cosquilleo en su
mejilla izquierda y descubrió que se trataba de Charly que le estaba lamiendo.
Se tocó el cuerpo con las manos como queriendo buscar
algo que no existía, todo estaba bien. Giró su cabeza y mirando la ventana
encontró todo en orden.
Afuera, una avispa volaba buscando una entrada.
AV.



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