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Leyendo la mirada de los desafortunados tuve la oportunidad de reunirme con fantasmas de mi pasado, con fósiles vivientes de demonios y ángeles de la secundaria, de esa etapa olvidada en besos y en sangre sobre algodón. Las historias se escriben con ciertas noticias acompañadas de canciones viejas y camionetas destartaladas.
Una esfera de humildad nos incita compartir una cena, como promesa sobre cadáver prestado siento a escribir apreciaciones personales que pueden llegar a chocar con los costumbrismos de una cofradía de aquellos noventa que nunca regresarán.
Mi rostro sigue en pie, igual como la piel que se llueve sobre el salón de clase, sobre los nombres que no nos acompañan en recuerdos inocentes de jóvenes precoces en búsqueda del amor. Ladrillos de granate en paredes escolares, faldas de color café bajo blusas blancas, historias de diario en uniformes deportivos, el presente ahora se viste de saco y corbata, de aguardiente y café. Juntos como recuerdo de virginidades pasadas depositamos la confianza en la esperanza de volvernos a juntar, idealismos sofistas que bien se pueden quedar en el diccionario de la deslealtad, en el horrible beso de la amistad arrendada.
Sin ser ofensivo, arrepiento mis silencios en copas de vino, descuido mi presente para escuchar las exageradas historias de recetas caseras, de viajes en el interior, de carreteras despejadas por puertos y océanos, de amistades peligrosas, de vivencias futuras, de amores de colegio.
El progreso ahora se referencia en tarjetas debito, en recibos de pago y facturas con el porcentaje correspondiente en impuestos. Emociones de volvernos a ver, esperanzas de leer en mí hermosas letras y escrituras, como si la poesía fuera mi fuerte, como si el romanticismo vistiera mi piel con la misma acidez con que lanzo preguntas.
Será vernos en mejore términos, no reniego y rehúso a la oportunidad de dejarme conocer, soy una incógnita, un salario menos en la mesa, un mundo que seguramente no tiene llaves para entrar, una bohemia equivocada, no soy romántico, soy politólogo, soy carne de vuestra carne, de palabras sueltas en descuidos urbanos, soy agua que reseca no que humedece.
No soy para reseñar ni relatar, para escribir o mendigar, persuadir en recuerdos instantáneos de años perecederos, pero de cierta felicidad si agrupo a esos personajes que me dieron felicidad, ego, idolatría, pasividad, refunfuñar por descuidar, bebernos en copa la amistad que dejamos morir, revivir latidos de historias de colegio, pero no comprometer el presente.
Tan alejado es, que empezamos a acercarnos en la nostalgia.
AV
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