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Suena el horno microondas, la televisión se apaga en un ruidoso color gris, muchas canciones se me aferran a la memoria, me burlo de mi mismo, miro por la ventanilla y llueve demasiado, dan ganas de salir a correr y mojarse con morbosidad.
Permanecer joven, sentirse vivo, enamorarse otra vez, conocer gente nueva, hablar con extraños, caminar en parques y comer paletas de agua, beber jugos tropicales, pensar en la política local, recordar el domingo, acostarse a dormir.
Las emociones regresan y se acomodan como juguetes en un estante, las más fuertes y pesadas se quedan ene l gabinete de abajo, las frágiles en el peldaño del medio esperando ser vistas por todos y manejadas con cuidado. Las sensaciones amargas y las acidas se ubican arriba en el punto inalcanzable del mueble, su propósito es existir pero no permitir que otros se acerquen y las manipulen con frecuencia, solo se les tiene para ocasiones especiales, reuniones familiares, exámenes universitarios, fiestas de despedida y eucaristías.
Junto al estante por así llamarlo se recogen los demás juguetes y se les da nombre, emociones que quizás fueron en su tiempo razones de vida, emociones con banda sonora, otras con color propio y una que otra con crisis de identidad, sin saber cómo dejarlas en el suelo se les marca con crayola en un costado con la fecha de vencimiento de cada una, se revisan reportajes y se construyen enmiendas, se narran crónicas en un libro viejo y se le da vuelta al casete para continuar escuchando esas canciones que nos marcaron épocas y se quedaron estampadas en nuestro cancionero personal.
Algunas emociones no vienen solas y que además de marcarles con el crayón toca limpiarles ciertos aromas o fluidos del pasado, son esas emociones que vienen con aires de turismo y amistades, fotografías de espacios y personajes que nos robaron caricias, sonrisas, lágrimas, dinero, bebidas y una que otra porción de papas fritas, imposible de olvidar esos paseos que de ventanilla a camarote regaban emociones con la llegada de la noche.
Vivir a plena juventud la llegada de la noche, sentarnos en nuestras oportunidades, besar a nuestros abuelos mientras le damos un algodón de dulce, bebernos la crema de maíz en la mañana y en la tarde almorzar la chuleta en limón, de noche correr por la loma con los primitos y escondernos de los adultos; aquel enjambre de reglas y juegos se humedece con el rocío de paseos y familias enteras, aprendemos a nadar en verano y a montar bicicleta antes de semana santa.
Sintiendo esa deprisa necesidad de correr, escribir en un parque el nombre de la niña que nos gusta, gritar en distintos idiomas palabras ofensivas y secretos de romance, tener una mascota y verla crecer junto a nuestros sueños, sentir la música, comprar el disco compacto y prestárselo a nuestro compañero de clase, ir al primer concierto sin el permiso de los padres de familia.
Las sensaciones y emociones se enmarcan en placenteras conversaciones, como mayo que llega y abril que se va se ubican en el preferencial palco de la honestidad, les damos la importancia que ciertas especies nos robaron, nos sub valoraron o nos subestimaron, ser nuevamente cancionero de ciertas cotidianidades, recordad otras décadas, decirle adiós a los años.
Sin mentirle al ego o al orgullo, cerramos la repisa de vidrio y dejando en cada peldaño y cada gaveta a las emociones, recogemos las del piso y las ubicamos en el armario del abuelo, debajo donde se guardan los zapatos las dejamos esperando a un nuevo día o a una nueva oportunidad para rejuvenecer los odios y madurar los amores.
Sintiendo a mil las emociones empezamos a darle identidad a ciertos personajes que se cruzan en nuestro camino, a los otros simplemente los dejamos seguir mientras brindamos con alguna bebida azucarada. Terminado el casete de sonar y con la grabadora en Mono dejamos los sonidos al eco de los recuerdos, nos apartamos con cuidado y damos rienda suelta a nuestras propias canciones, nuestras notas de vida musical.
Con las emociones en orden y las canciones en lista, comenzamos a revivir esos olvidos que nos donaron los amigos.
AV
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