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Otro fin de semana de
tomar con calma los pasos dados, de reseñar relatos.
Fantasmas me visitan
con la permanencia de un recuerdo o un deseo, vigilo en el silencio cada
ausencia que la vida me sacude. Me encuentro en el espejo, me desvelo en una
cama grande.
Cada día trae una
serie de experiencias que nos van alimentando el alma y el cuerpo, en esas
experiencias vamos conociendo a los que dicen ser nuestros amigos como también
a aquellos que van llegando a nuestra vida de un modo desaplicado.
Sobre la ventana, allá
donde la lluvia comparte esquina con las palomas apareció la oportunidad de conocerme
y reconocerme. Estuve brincando entre los puntos comunes de una vida y otra, de
un deseo y un anhelo.
Me vi en ese joven
asustado que enfrentaba los peores fantasmas de un viejo barrio de Bogotá, pero
también me vi en el gran señor que con odio en su corazón y un poco de fuerza
logró ponerse de pie y enfrentarse a los peores demonios de una amistad.
Encontré ternura en
una navidad blanca, un disfraz de Superman y quizás muchos dulces de guayaba en
la cocina. Me vi sentado en las escaleras del Hotel Tequendama un 18 de octubre
cualquiera con lágrimas en el rostro ante la soledad fría de una ciudad que no
sabe que uno existe.
Recuperé algo de
cordura con los esfuerzos que de la Comunicación a la Ciencia Política lograron
en mi formar a este profesor.
Vi los amores de la
vida, esos que fueron presa de un insensato corazón, los que se marchitaron sin
un adiós a cambio, los que me ayudaron a recuperar tiempo para después cortarlo
todo en un grito. Vi todos los colores del amor y en ese prisma la vi a ella
brillando, con sus ojos esmeralda diciéndome adiós.
Me vi sentado en la línea
de tiempo como un cachorro que quiere jugar pero no sabe a dónde correr,
armando sueños en telares de múltiples formas y colores, con muchos personajes,
alguno sensatos y otros ingratos.
Los vi a ellos, a los
que dijeron que me cuidarían, allá a lo lejos con actitud de vergüenza, como si
algún ilícito hubiesen cometido y yo ni por enterado. También vi a esos que con
armas a la mano me hirieron de gravedad, estaban allí con una sonrisa cómplice
a la espera de brindar una copa.
Muchos personajes
desfilan por la memoria como canciones dejando en la inmensa bóveda sentimientos
mundanos, otros que nos despojaron de algo de humanidad y nos convirtieron en
algo más material.
Relatos que se
tejieron entre lágrimas y delirios, argumentos que se forjaron entre paseos
vacacionales y travesías de urgencia.
Vi la cotidianidad
como un tríptico de muchos colores en la pared, vi a la ansiedad sentada contra
esa pared conversando con la vida misma, a la depresión transformándose en
acción, a la felicidad que callaba ante la tragedia, a la memoria, que también
fue nostalgia.
Pude verme en un
espejo singular, en un juego de palabras que tengo que reordenar.
AV
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