Imagen tomada de: http://solanajoy.com/cats/2018/6/12/mewsic-for-airports-flying-with-cats-part-2
Ya lo hablaba en la
entrada anterior: Nos transformamos y debemos de vivir con ello, sabias
palabras del profesor Salazar.
Compartir en familia
para las temporadas de feria o vacacionales son quizás uno de los grandes
tesoros del latino. De esos espacios en familia nacen momentos para siempre y
esos recuerdos uno los quiere compartir con esos amigos que no estuvieron en el
viaje, brindar un detalle como muestra de “Te tuve en mente en esta experiencia”.
Dar un presente a
alguien es en tal caso un esfuerzo de doble vía. De una parte exalta la
creatividad, sentido del gusto o afecto que sentimos por ese sujeto al comprar
“algo” que consideramos, le puede gustar o necesitar. De otra parte, podemos
caer en el incómodo ejercicio de regalar ese souvenir que todos llevan, ese
"todostienen” que se convierte engorroso, incómodo, ofensivo.
En el primer caso un
perfume, una corbata o incluso una prenda de vestir si bien recae en lo
genérico, está bien hacerlo conmigo. En el segundo caso, un llavero. Creo
incluso, alguna vez mencioné este tema en alguna entrada de este blog, cuando
estaba activo.
Pensar en un detalle
que impresione o agrade a nuestro destinatario se sobrecarga hoy en día. Es
como si los dioses del mercadeo hayan realizado junta en tiempos de pandemia y
decidiesen que a partir de la fecha cada detalle debe de contar con un sentido
específico, en un contexto especifico y de una utilidad específica.
Es como si se
condenara a la industria del peluche, del perfume o del calzado y se
sustituyera por una industria intelectual de sostenibilidad: Este muñeco ha
sido tejido por sujetos libres, en un país democrático que paga seguridad
social a sus empleados, quienes son además supervivientes de un conflicto
armado, democrático, incluyente y plural.
Desde un tiempo para acá dejé de llevar regalos a mis allegados por cada viaje que realizaba. Leía en sus gestos la frustración de recibir el “todostienen” del momento. Pensé también que esforzarme en encontrar ese algo que era objeto de deseo sería un buen detalle, pero me desinfló la ingratitud. Me desinfló saber que yo no estaba en la misma “vibra” de quien era mi interlocutor.
Ahora la reflexión
está en la intención. De seguro seguiré pensando en quienes hacen parte de mi
triste corazón y algún detalle podré brindar, desde el imán de nevera hasta el
chocolate de moda. O por qué no, la camiseta estampada con el paisaje de turno.
He regresado a casa y
como siempre, hay soledad en mi interior.
AV
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