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Somos caminantes y
dejamos huella, somos nómadas y vamos como depredadores acabando con lo que encontramos.
Somos espirituales y nos entregamos a la esperanza, sucumbimos ante el miedo,
gritamos y reímos. Somos seres básicos, fallidos.
En este andar por la
vida hemos ido conociendo todo tipo de personajes, amigos para darles sustantivo,
unos de gran recordación y otros que fueron más bien fugaces, a todos por
supuesto se llega al lugar común de afirmar que por alguna razón hicieron presencia
en la vida.
Hay a quienes uno añora
con el duelo mismo de extrañar a los abuelos que ya no están en la familia, un
cariño tan grande que su ausencia hoy es un vacío insoportable. Hay personajes
que siguen constantes, como un paisaje que adorna la cotidianidad y en ella se
ha edificado un manual de comportamiento tolerable a lo que se llama amistad. Incluso,
hay personajes que a pesar de haber sido fugaces, dejaron una huella tan clara
como si fuese una etiqueta de por vida en el alma. Un karma.
Recuerdo mucho a Julio
César, a quien la vida me lo puso de nuevo en el camino el año pasado, apareció
exclusivamente para mostrarme el camino en dos asuntos puntuales, para volver a
desaparecer. Inolvidable la gran Paulina, una mujer maravillosa que siendo ella
misma y su amor por el Independiente Santa Fe me abrió una amistad pura y
sincera que durante la década del dos mil figuró como eterna.
Por mentar algún par.
Personajes claves que
con errores y faltas fueron dejando atrás lo que quizás parecía iba a ser un
aprendizaje permanente. Otros fueron menos agradables pero dejaron un propósito
común. Algunos son eternos, como el olvido mismo, como la voluntad popular,
como el universo: inexplorados.
Son seres de toda
índole que se suscriben a las etapas de la vida, a dinámicas laborales,
emocionales, sexuales, económicas o incluso, espirituales. Son frutos que servimos
en la mesa al momento que la maestra vida considere deba de serlo.
Todos, absolutamente
todos nos complementan, nos fragmentan, nos aportan o hurtan un poco de vida. Cada
cual en su función única: enseñar.
Hoy la estoy pasando
de manera atenta. Sensible hasta la raíz, las respuestas me las está dando la
vida en otros nombres y otros rostros: Transformación.
Personajes que de la
nada reaparecen para darnos el mensaje, el consejo, la
herramienta que se necesita. Otros que fueron permanentes pero con
una participación pasiva hoy son grandes contribuyentes: Héroes.
Llamadas, reuniones,
detalles.
Aunque en la cotidianidad
hay amigos que en el horizonte cuentan como estrellas, desde el silencio se
convirtieron en paisaje. No los juzgo, pero tampoco puedo ser permisivo con el
adiós. Solo quererles en sus justas proporciones.
Me siento en bonanza no
por la cantidad sino, la calidad, y qué gran dicha además, seguir conociendo y
reforzando lazos con nuevos protagonistas, labor que parece habíamos olvidado
ejecutar: Nómadas.
Somos los amigos que
cosechamos.
AV
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