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Nos sentimos vivos, dejamos que la música nos invada las emociones, nos permeamos de recuerdos y hasta de ideas de futuro, un futuro que no existe pero que queremos que suceda.
Nos dibujamos en el aire.
Hay días en que queremos sepultarnos
en la tristeza y en ella cubrimos todo lo que nos hace humanos hasta
escondernos de eso que tanto nos duele. Otros días somos un envase vacío que
espera ser llenado con algo de afecto que terceros puedan depositar. Somos
seres temporales que vamos buscando vida en el asfalto que caminamos.
He dado pasos de distintos colores
siempre pretendiendo mantener en firme esto que me hace humano, me he dado a
las creación nuevamente para poderme resignificar, no es que me haya perdido en
un diálogo intrínseco, ni mucho menos. Es que estoy en poderme reubicar,
hacerme responsable de mí mismo y todo aquello que tengo a cargo: Mis
proyectos, mis días azules, mis días grises, mis silencios y las canciones que le
derivan.
Somos seres de comunidad, somos
agentes sociales que nos construimos en el otro, nos proyectamos, vemos en el
reflejo de quienes nos rodean una parte de nosotros que ha sido construida en
el trayecto de la vida, pero es ese mismo viaje en dónde nos hemos versado en
distintas personalidades.
A bien conversaba esta mañana con el
periodista Galeano acerca de la manera como descuidamos un poco de nuestro interior
por estar atentos a ese exterior.
Hay temporadas en que sentimos que
algo malo ocurre afuera y queremos escapar de ese mundano lugar, protegernos o
quizás, escabullirnos al punto tal de desplazarnos del estamento social. Son
esas temporadas en que deberíamos (del deber ser) preocuparnos más de nuestra
salud mental, física, espiritual, pero poca consciencia tenemos de hacerlo.
Son esas temporadas en que debemos de
reforzar los canales de supervivencia social, de encontrarnos en la mirada de
esos amigos y familiares que a bien nos alientan a destacar la mejor versión
nuestra. Es bien sabido por demás, que debemos de procurar una sana
alimentación, pero qué difícil se nos hace ser saludables en un entorno donde
la comida más nociva está al precio más asequible.
¡Qué desafiante es girar en ambientes
prósperos para la salud mental cuando los distractores los tenemos en el
teléfono móvil!
Hay un mercado afuera de esperanza y
desesperación.
Encontramos múltiples terapias,
recetas, organizaciones cívicas y hasta medicamentos que prometen una vida
saludable. Es nuestro deber ser atentos a ese mercado para no caer en engañosas
prácticas, ser valientes y cuestionar cuanta idea de futuro nos llega en forma
de resultados inmediatos.
Vivir es un acto que se hace por
siempre, vivir bien es algo que se nos dificulta cada vez más, en gran medida
por la falta de información, nos cuesta protegernos incluso de nosotros mismos.
Hay días azules, hay días grises,
pero siempre estamos allí como parte de ese universo buscando un futuro mejor,
deseable, vivible, distinto a quien somos ahora, buscamos llegar al otro lado
de nuestra existencia, por amor, por tristeza, por desespero, o incluso, por
vanidad, buscamos poder llenar ese envase vacío.
Estamos en el presente y nos
dibujamos en el aire.
AV
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