Imagen tomada de:
The Cat Hug
https://www.posterlounge.com/p/722429.html
Hay días en que nos sentimos
desolados, quizás un poco ajenos al ciclo social de interacción constante,
quizás nos vemos en reflejos que no son propios de nuestro sentir interior.
Caminamos agotados, cansados, no queremos que nos hablen, no queremos trabajar
o llegar al siguiente lugar.
Momentos que tienen relevancia
cuando un abrazo se da por espontáneo saludo entre dos amigos o colegas,
momentos que se llenan de tristeza cuando el abrazo surge de una esperanza que
se ha roto recientemente, momentos que, incluso, se derivan de una casualidad
que encuentra a dos extraños que desde el deseo se unen para
desahogar una emoción, un grito de gol o una histeria ante un herido en combate.
Hay días en que el ánimo está por debajo de cualquier nivel soportable, temporadas en que nos referimos a la cotidianidad como un tedio que no deja vivir.
No es fácil.
Abrazo grande para Paula,
Daniela (Bluelain), para Diego Alejandro, Dianita Diaz, al piloto Mauricio, también
para la ingeniera González y cómo no, a mi Katya en la distancia.
No todos los días debemos de ser
sonrientes aun cuando haya sol.
Han sido semanas de grandes retos, he tenido que dar respuesta a exigencias que de alguna manera han surgido porque de ellas algo se debe de aprender. La última de ellas se ha forjado en el credo del amor: poder ver al ídolo cantar en vivo mis canciones favoritas, salir a recorrer místicos escenarios y conocer personas maravillosas, aprender de ellas, hacer de mi sueño un sueño de ciudad.
No hay nada de malo en rendirnos, son
consecuencias de un cansancio que a veces se aprehende del alma y en ella asienta
preocupaciones de nuestra tonta creación.
No me olvido de mis cachorros a quienes adeudo mucha ternura.
A Valentina y Nicolás, poderles apoyar, acompañar, dar un poco de agua para la sed, dejarnos en la intimidad de un consejo algo de vida para continuar. Un abrazo.
A eso que llamamos rutina también le
infringimos un poco de rencor, la vemos con los brazos alzados para defendernos
del impacto, nos acomodamos en lugares estratégicamente visibles y la esperamos
para contra atacarla y demostrar que aun el más intransigente de los actores,
puede retirarse de la obra.
No somos perezosos ni cobardes, somos
humanos y tenemos derecho a sufrir por amor, a extrañar la salud de un familiar,
a perder una batalla contra alguna enfermedad o padecer incluso la pesadez del
día a día en jornadas largas de trabajo. Podemos sufrir por un proyecto que de
modo inconcluso nos cuestiona las horas de sueño, nos desvela en su egoísta
pesar o nos derrota en la incertidumbre.
No somos exigentes para dar una
sonrisa al sol cada mañana, no somos espontáneos para bailar bajo la lluvia siempre,
no. Somos notas musicales que en cada octava se señala el ánimo de nuestra
propia existencia, nos permitirnos estar cansados de la vida, de caminar, pero
nunca de soñar.
Somos soñadores que permanente nos reconstruimos.
Cada semana trae un peso distinto,
cada día nos deja el calor de una idea repentina, de una nueva canción o
incluso, de una nostálgica melodía que nos ajusta el cuerpo para el día a día.
Caminamos agotados, cansados, no
queremos que nos hablen, no queremos trabajar o llegar al siguiente lugar.
Caminamos animados, con la esperanza de cruzar la meta en pocos pasos,
estallamos en palabras y buscamos a quien adornar la jornada con nuestras canciones,
luchamos por conservarnos en el mismo lugar, nuestro lugar.
Nos aferramos a un abrazo por ajeno
que sea.
AV
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