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Con el alma muda
nos cuestionamos qué vamos a hacer ahora, con la sed recurrente y el pensamiento
en los pies nos dirigimos con altas expectativas sobre el mes de abril (estamos en mayo).
Nos alejamos con la costumbre misma de pretender vivir un mundo soñado a base
de historias y sonrisas, de cuentos y anécdotas con personajes inexistentes. A lo
mejor solo son sueños que se narran en una libreta, o por qué no, la permanente
trova de aquel que busca su suerte en un semáforo haciendo malabarismo.
Los días traen su ritmo y sus miedos. Vivimos a cada paso y a cada gota
de sudor, nos llenamos de ternura e ilusiones porque en esta labor es que
reside el deseo de todos por vivir un mejor mañana, por ser agentes de nuestra
propia historia.
Una historia de terror para algunos, una historia de ficción para todos.
Con las palabras encerradas en una botella intentamos comunicarnos con el
mundo entero, nos desdibujamos de ese profesional que nos antecede para re
convertirnos en ese niño que nos juzga desde el llanto de la memoria.
Estamos orgullosos de cada nota musical que suena, porque de su mística hemos
dado la vida, del paraíso de los olvidados es el poder de la palabra y de las
acciones, las intenciones de los desconsolados.
Hay almas que hacen ruido, que son un malestar inmenso en donde sea que
se paseen. Pueden robar la calma a quienes están cerca, son capaces de destruir
lo que años atrás consideraban era sagrado, no les interesa el porvenir sino,
el contundente materialismo de la vida. Son vagones llenos de metal.
Son miles de emociones y acciones condensadas en una botella en su punto
máximo, intentan que su ruido sea escuchado por todos, se desdibujan
permanentemente de toda vida que le haya antecedido, se juzgan a sí mismas, con
el ego mismo de no permitirse ser juzgada por algún comensal.
Son agentes de su propia perdición como un espectáculo de comedia en la
que el comediante busca hacer reír a todo su auditorio, pero jamás su propia
felicidad: Un drama bien intencionado.
Hay almas olvidadas, llenas de expectativas y con el deseo de poder ser
útiles a otros que quizás las hayan recordado por un segundo, por un error.
Almas que son tranquilas, que se visten de los colores que al tono de cada
mañana bien parezca, seres desencarnados que rondan por pasillos sin prisa,
rondan solamente.
Son susurros de melancolía que reconociendo su historia se permiten ser
juzgadas sin querer mejorar, trascender o perder. Se disfrutan a sí mismas como
un actor claro de noble corazón.
Como los perdedores que nunca jugaron a ganar.
Hay almas demasiado humanas. Son peligrosas porque están incompletas,
imperfectas.
Hay almas demasiado perfectas, elegantes, únicas, sabias. Son almas que
no merecen estar aquí, perecen en el primer contacto humano, lloran un rato,
pero después allá a lo lejos, en la eternidad, vuelven a sonreír.
Somos seres con el amor por el tiempo anclado en los tobillos. Seres que
tenemos la capacidad inmensa de recordar cuando nos han arrebatado, de desear
cuanto nos han prometido y por supuesto, de ignorar cuanto bien nos han
abonado.
Seres que llevamos en el bolsillo las ideas necesarias para abrir puertas,
sembrar caminos o atropellar consejos, seres que dejamos en el anhelo de la
perfección las miles de historias que nos dan vida y calor.
Tenemos el alma muda.
Somos una ficción permanente en un orgánico universo de sentido común.
AV.
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