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Hay
personajes que con su silencio te hacen sentir lo suficientemente importante
como para no volver a estirar la mano buscando confianza o calor. Personajes a
quienes rendimos afecto a causa de una infinidad de días y meses de compartir todo
tipo de menú y cambios de clima, seres que a pesar de esa idolatría terminan en
preciso instante siendo un ingrato vaso frío de café, sin sabor, amargo, sin interés.
¿Por
qué?
Hay
personajes que se alegran con el mínimo diálogo que pueda surgir en cualquier
instante de lo cotidiano. Seres que nos animan a preguntar más a fondo aquello de
lo que quizás nos morimos en el fondo por querer contar.
Ser adulto es entender que los amigos no tienen tiempo, que están ocupados, que sus vidas pertenecen a diferentes planos donde nos ubicamos.
Es comprender que a
pesar de, existen (a pesar de).
Es
adivinar que en la costumbre el fracaso escuda su presencia con pequeñeces, que
en el esfuerzo el éxito se esconde como medida de prevención. Es aferrarnos en
la costumbre del día a día y allí, donde la soledad se escuda en la empatía,
bajamos la cabeza y asumimos que en otrora tiempo habrá la merecida atención que
quizás hubiésemos deseado recibir.
¿Para
qué?
Hay
pensamientos recurrentes que nos llevan en un torbellino de ideas y cuestionamientos.
Algunos de esos pensamientos se vuelven arroyos de quejas o mal acostumbradas sensaciones
de ansiedad, eso que en el pasado se llamaba miedo.
Noches
en las que al encontrarnos con la almohada no conciliamos el merecido descanso,
sino que por el contrario nos vemos frente a una inmensa pared de datos que
desfilan en circuitos neuronales.
Empezar
un nuevo proyecto o hacer realidad un pendiente de la vida nos puede traer
emociones demasiado fuertes, nuevos retos que nos hacen forzar la inteligencia para
poder responder cada obstáculo o zancadilla de la mejor manera, a la final
somos nosotros mismos quienes con una sonrisa o el ceño fruncido lograremos
cruzar al otro lado de la oscuridad.
Nos
damos vuelta entre senderos de labores programadas y tareas de la vida contemporánea.
Van apareciendo herramientas ágiles de pertinente ayuda para el empleado curioso,
para el perezoso de turno y el creativo de siempre. Acciones que se facilitan
en la medida en que nos demos la oportunidad de pensar con más sensatez y menos
egoísmo, aún si queremos compartir nuestras luchas o pormenores con quienes
encerramos en nuestros afectos.
Hay
personajes que son recurrentes al nivel de ser constante paisaje de un saludo
cordial o de una necesaria sonrisa entre pasillos.
Desde
el joven Jaider que en su oficio de limpieza saca tres segundos para preguntarnos
cómo nos encontramos, o el no tan joven Miguel que en su labor de guarda de
seguridad comparte con este servidor su deseo de profesionalizar sus estudios
en tecnología, incluso la doña Marina, que sin tener relación alguna con el océano
comparte de vez en vez los logros de su nieto, un pequeño ser que ya aprende a
leer y a dibujar.
A
todos esos personajes recurrentes les doy parte de mi vida, un pedazo de mi
día. Les entrego mi interés para asombrarme con lo cotidiano de sus anhelos y amables
gestos. Porque no son paisaje ni tampoco hacen ruido en el andar.
Son
personajes que en el camino me han ido dejando sus nombres, su intimidad, sus preocupaciones
e incluso sus sonrisas.
Con
la actual crisis de sospecha un tímido Jaider me compartió su versión del
mundo, del complot que, según él, renace en las clases dominantes para sabotear
al gobierno de turno. Yo solo escucho, le invito a consultar más fuentes, a
seguir construyendo su criterio, a no dejarse sabotear por el mundo conocido.
A
seguir sonriendo en lo cotidiano.
Personajes
que en otrora tiempo fueron paisaje y nunca di mirada al cansancio de sus
manos. Personajes que me escuchan si quiera un estado emocional tan breve como el
dar las buenas tardes y despedirnos para esperar al día siguiente para
encontrarnos.
Es
adivinar que en la costumbre del día a día la soledad se escuda en la empatía, en
un saludo cordial o un esperanzador mensaje de texto, que sin recibir respuesta
al saludo o al texto, los sentimientos los revolcamos en la merecida atención que
quizás hubiésemos deseado recibir.
Hay
personajes que son recurrentes,
Cotidianos.
AV
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