Imagen tomada de:
Set of 3 siamese cat bath By: Maryna Salagub
El
tema de lo paranormal es un asunto de alta morbosidad entre clubes de lectura,
reuniones sociales o incluso medios de prensa especializada, es por supuesto un
riguroso conjunto de ideas y escenarios que en el menor de los esfuerzos rebota
en ideas (algunas por lo general) superfluas donde pulula más intensa la
cultura popular, donde el fanatismo se impulsa en nuevos imaginarios, donde la
ciencia y la academia se acreditan de lo falso del discurso de cada espectador.
Muchas
narraciones caen en su propio peso en el fervor de quien la emite. Se gestan
escenarios cotidianos que comienzan a ser marcados por lo particular de cada
caso, desde maldiciones y fantasías, hasta apariciones de seres no
identificados.
En
mi caso por supuesto he referenciado vivencias varias que a lo largo de los
lustros de vida me han arrastrado en un péndulo entre lo inimaginable y lo
tolerable. Un péndulo en el que se recrimina lo creíble de la realidad y lo inmarcesible
de lo vivido, como si las fuerzas invisibles de lo ininteligible se enfocaran
en atrapar seres incautos de lo cotidiano.
Desde
visitantes sin rostro que juguetean con objetos sin importancia, hasta
mensajeros descarnados que en la intimidad de su aparición dejan una voz simbólica
a esperas de ser comprendida.
Familiares
que con los años dejaron salir de su silencio anécdotas propias del misterio.
Amigos que sin saberlo daban datos clave sobre vivencias que pensaban eran
únicas, de allí la emergencia de una industria de la fe y el sortilegio.
Bendiciones
o maldiciones, castigos o ajuste de cuentas.
Llamados
de atención que se aterrizan entre lo indescriptible, luces que en el fuego de
una vela se comportan como infantes buscando que comer.
Todos
a su juicio han ido coleccionando mitos familiares o territoriales que dando carácter
de fantasmas se han convertido en cuentos, narraciones populares de toda índole.
Desde
la existencia de seres elementales o mitológicos que guardan a la naturaleza
del invasor pie humano, hasta vengadores que desde otra dimensión se han tomado
la molestia de revisitar lo vivido para quizá, dar nuevos rumbos a quienes aún están
pendientes por morir.
Objetos
que se cargan de tanta energía que terminan por ser un amuleto del bien o del
mal, de prejuicios y avenencias con apellidos, colores o hasta plegarias
impresas en el más humano de los inventos: la fe.
Cuando
lo desconocido nos aborda solemos indagar en toda esquina razones que permitan
dar entendimiento a la causa, aquello que sin saber su nombre u origen nos azuza
en el asombro y nos empuja a leer lo que no es visible.
Nos
llenamos de temor, nos incomodamos, nos desesperamos.
Queremos
trascender en la lógica, deseamos respuestas en el saber de otros, por lo
generar colegas que nos confiesen haber sido protagonistas de un misterio
similar. Saltamos del desespero a la frustración y allí vemos emerger la rabia,
la ira, sentimientos cargados de poder que rechazan lo inexplicable de la
vivencia.
En
alguna oportunidad un fulano confesó sentirse abordado por un aroma sin origen
detectado, una fragancia indeleble que atormentando su soledad lo terminó por
sacudir en la memoria hasta un fallecido personaje que quizás, estuviese dando
un mensaje o advertencia de vida.
Otro
día un incauto dejó su historia escrita en un foro virtual aduciendo locura ante
el insoportable desorden que se había convertido su cotidianidad. Objetos
desplazados de su lugar de origen: llaves, monedas o esferos instalados en otro
espacio distinto al de todos los días.
Golpes
en la ventana en un edificio de 10 pisos, luces encendidas en apartamentos deshabitados,
plantas y flores que perecen en espacios que en otras condiciones deberían de
perdurar en un tiempo de vida normal.
Sujetos
que narraron en reuniones sociales haber visto sombras transitar en condiciones
fuera de toda lógica. Algunos más científicos o inquietos, persiguen la
evidencia de lo ininteligible con cámaras, grabadoras y antenas que, según su
experticia, son los equipos adecuados para atrapar aquello que no se ha podido
ir de este plano.
Amantes
del misterio que aseguran observar visitantes de dormitorio que provienen de
las estrellas, y allí mismo, en lo desesperante del relato, insisten en
evidencia tangible en esculturas, pinturas o artefactos propios de culturas
milenarias.
Amantes
de la vida que insisten en investigar a quienes ya no viven, quien sabe desde
dónde y hasta cuándo el otoño de la vida será pues, un simple puente de la
lógica y la materia, a trascender en un portal de lo no vivido y las ciencias
transmutables de la ética y la estética.
En
mi caso he referenciado vivencias que de un tiempo para acá consideré estaba
siendo nuevamente invocado, pero el tiempo y la calma permitieron descubrir que
el espectro que movía mi ropa de los cajones era una pequeña felina de ojos
azules, una juguetona siamesa de pelaje mocaccino.
Un
péndulo entre lo inimaginable y lo tolerable.
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