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Hay días que podemos convivir con la tranquilidad a flor de piel a pesar de todos los pendientes que la vida nos presente en el centro de mesa, días que como hoy, inician con el fervor de una cita importante y se van enrollando en un bucle de afanes, de incertidumbre, de oscuridad, de paisajes sonoros, ruidosos, absurdos, agrios, ingratos.
Nuestros días y noches son palabras
que se edifican en el paisaje de lo cotidiano, damos agenda a las horas y
cuantificamos los espacios de reposo, nos llenamos de emociones que defienden
cada paso que damos, hasta que nos agotamos.
Son aquellos personajes que como
hoy, reaparecen en llamada telefónicas que nos afanan, nos inundan de locura y
comenzamos a correr de un lado a otro para dar solución a eso que no debería de
estar en complicadas vicisitudes.
Cada mañana es un cuento y cada
noche una fábula de aprendizaje, cada momento es un derroche de segundos y
silencios. Me encuentro en frente de una taza de café esperando iniciar clases,
me encuentro conversando en mi silencio con canciones de hace 20 años, me hallo
bajo un puente de dudas que están hostigando cada alternativa que aparece.
Me estoy encontrando.
Hay rastros de tiempos mejores que
me adornan en decisiones a tomar, se me llenan los bolsillos de fragmentos de historias.
Hay retos que he ido acumulando en cada maleta como un anciano que acordándose de
su infancia, gasta cuánto motivo para vivir existe, como una ruleta.
Se va desapareciendo el sentido de
la vida en múltiples personajes: El profesor, el amigo, el hijo, el productor,
el mensajero, el estudiante, el desaparecido.
Me encierro en mis pensamientos como
un refugio militar, surgen impulsos de agradecer a cuanto fulano ha estado allí
para en un abrazo confesarlo uno a uno mis sueños, mis días grises, mis canciones
preferidas, mis derrotas, los temores del tiempo futuro.
Son tiempos de tomar decisiones y
dar postura a paredes que han rendido su color al derroche de las horas vividas.
Faltos de aire como dice la canción, llenos de nada como narra la melodía,
cansados de perder, anécdotas sueltas en el suelo de la habitación esperando a
ser reconstruidas en una nueva aventura.
Escritos cortos para dejar en
menguante el rastro de una queja, palabras repetidas en cada párrafo.
Titulares de la cotidianidad.
AV
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