28 de septiembre de 2022

El Soñar de los Caminantes (IV)


Imagen tomada de:

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Electra Art Print By: Susan Maxwell Schmidt

Muy bien.

Retomemos esta conversación: hay algo que hoy duerme conmigo. Es un pensamiento recurrente que se asoma con un poco de moral de vez en cuando. No se trata pues de afirmar una presencia o una entidad en determinado lugar, gracias a Dios podría decir que estoy limpio y libre de parásitos.

Es una conversación solamente, dónde algo de ansiedad y temor principalmente, deambulan entre las emociones del adulto solitario. Estoy afrontando algo de pesadez en mi cotidianidad, la mente me pide resolver asuntos terrenales que por diferentes caminos se me han vuelto complejas condiciones de vida.

Hay que tomar un respiro quizás y darle premura a lo que aqueja.

El primer cuento que escribí en términos de formato de concurso fue “El olvido de un alma”, diría que estuvo en un primer borrador en el año 1998 y se fue madurando (en medio de mi inexperta escritura) hasta tener una oportuna versión final. Fue el año 2000, recuerdo mucho a la profesora Liliana, una mujer joven que siempre me impulsó en mi circuito escolar a escribir, a desarrollar mis historias a fondo y no dejarme bloquear por ideas externas a mi sentir, en ese preciso año 2000 un mes antes del inicio del ciclo escolar recibí la noticia de que mi obra sería ganadora de un concurso importante, más ansiedad que persona fui a la espera de iniciar el colegio para compartir mi felicidad y agradecimiento a la profesora que había confiado en mi.

Llegó septiembre (calendario B) y al empezar el ciclo escolar tuve la frustrante noticia de que la profesora Liliana no hacía parte del plantel. En su reemplazo llegó Adriana, otra mujer joven pero que desconocería en su totalidad mi proceso de casi 6 años.

Fue la primera frustración que traería este escrito en las circunstancias que derivarían con el pasar del tiempo, porque a los caminantes los sueños los defines, y porque en los sueños se construyen universos.

Llegué a la ciudad de Medellín y tuve la oportunidad de conocer personajes importantes en el circuito literario colombiano, como el escritor Castro Caycedo, al gran poeta Niño, además de algunos líderes culturales de la región antioqueña como lo sería la Fundación Arte y Ciencia, entidad que creo, me cambió la vida.

Rituales y pensamientos que nos guían entre páginas y caminos, son solo eso, rituales y caminos, tinta en papel, frases y conexiones de ideas en diferentes expresiones literarias. Todo se detallaba y se maduraba en una serie de conversatorios y talleres recibidos, fue una experiencia que luego, a las dos semanas, reafirmé al volver a Medellín ahora para un encuentro de Periodismo Juvenil, donde me encontré con los líderes de Camaleón como al gran Julián Quintero.

La historia de cómo esta obra literaria tomaría forma y fondo, quizás ya se las he narrado en anteriores entradas y en ese orden de entradas he dado giros sobre múltiples temas y sensaciones, más duda filosófica que rituales esotéricos.

El primer escrito señalaba algo como esto:

“No me encontraba solo, me encontraba en compañía de otro caminante, de otro indeciso, otro débil como yo. Sí, débil de pensamiento y consciencia, débil de cuerpo y de alma, tan débil en su forma de mirar la vida que incluso recuerdo sus permanentes quejas, una frustrante convivencia de la vida y su existencia. Gabriel (su nombre) siempre se cuestionaba el cómo, el por qué, el cuándo y el dónde de todo, hasta de sus inicios vitales.”

Evidentemente ha habido ajustes de redacción y forma en lo que fuese un intento de reflexión filosófica en un personaje particular. Sería un escrito auténtico en una edad corriente de descubrimiento permanente, incluso a día de hoy me sigo cuestionando todo como lo hacía el personaje de nombre Gabriel, para entonces no había fuerza que le diera poder a lo que el pensamiento sembraba tiempo después, cuando una segunda parte fue escrita esperando modernizar la existencia de una idea vacía.

No hay imposibles para el universo y cómo no, para la memoria. Las letras se pueden retomar y nuevamente limpiar la energía con que fueron redactadas, esperar que la mente y el corazón permitan un cruce de caminos sano, de nuevas intenciones y menos frustraciones, hoy sería feliz que la profesora Liliana diera lectura a esto que fue un intento de saltar al vacío.

Porque en las letras, están los caminantes.

AV

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