Imagen tomada de: https://streetartutopia.com/2021/03/22/street-cat-art-by-swiftmantis-in-papaioea-new-zealand/
Street (cat) Art by SWIFTMANTIS in Papaioea, New
Zealand (March 22, 2021)
Después de un largo viaje siempre llega la reflexión en el bolsillo del pantalón, allí se reúne como una asamblea de ideas, la mejor de las intenciones por lograr tejer palabras que sirvan de inspiración o quizás, de llamado de atención, todo como un conjunto de personalidades que quieren dialogar.
Se abre oficialmente la temporada internacional de esta breve estancia en el día a día, una temporada que con altas expectativas me reprende con la intención única de ser una mejor versión de aquel yo que se peina con afecto frente al espejo.
Una temporada que me lleva a recordar los lugares a los que hace mucho tiempo no volvemos, como la casa de los abuelos, el parque de los helados o quizás, alguna avenida que caminamos tomados de la mano con aquellos que ya su ausencia nos grita en la memoria.
Una necesidad de poder sentarme, mirando al cielo sin importar la hora, busco a quienes me olvidaron, la palabra justa para darles las gracias por sus honores y cómo no, sus afectos.
Regalar en el tiempo vacío, un beso por cada herida que insiste en aparecer, cruzar las piernas y en una fotografía estampar el colorido diseño de unas medias que me anclan al niño que quiere crecer, al paisaje que de fondo brinda contexto a una taza de café, a una copa de vino o simplemente a un grupo de caminantes soñadores.
Recordar en el silencio lo que prometimos al niño interior, a ese joven entusiasta que busca ser escritor, a ese adolescente rebelde que quiere fortalecer los espacios culturales, al profesor que quiere enseñar lo que se hace presente en el mundo real, al esposo que amó cada día, que tomado de la mano su enamorada soñaba con un universo de grandes cosas que ahora, como todo en la vida, son aprendizajes, olvidos que nos hacen orar.
Caminar, porque eso hago con frecuencia cuando el nido de pensamientos quiere poblar a cada insensata palabra que se me escapa.
Escuchar mi canción favorita, pero qué cantidad de canciones las que he sembrado en vida, desde las fábulas de Milanés y Rodríguez, hasta las plegarias anglosajonas del rock.
Sin necesidad de sentirme desarraigado, dedicado mi día a día a la contemplación de lo cotidiano, descubriendo en cada ocaso, el atardecer justo que el tráfico suele interrumpir, besar en la lluvia el sonido coqueto de una espera, en el inclemente llanto de una cafetera o la sabia sonrisa de dos cubos de hielo en un vaso de whisky, en cada caso, darle a la normalidad de las acciones un protagonista permanente: mi mirada del todo.
No ser de un lugar específico, porque como bien mentaba, se abre la temporada internacional de este año retador.
Le prometí al soñador pos-pandémico, que celebraría mi cumpleaños siguiendo las estrellas en las cuatro estaciones, el otoño permanente de cada octubre. Desde Santiago, Salta y Río de Janeiro, hasta las paradisiacas playas del caribe o golfo mexicano. Una receta de ideas que deben siempre, caer en una taza de café, en una promesa convertida en proyecto.
Querer que las cosas sucedan, intentar siempre que lo que no es posible sea una propuesta y no una querella.
No puedo olvidarme de todo lo vivido sin pretenderme ser quien no soy, no puedo reflejarme en el agua de un río o en la ola de una marea insensata, me debo pues, a lo cotidiano del aire que acompaña a cada corriente de agua.
Me debo a mi madre, y en ella, a cada esfuerzo que el tiempo ha dado.
Quiero, porque puedo.
AV