
http://1x.com/photos/member/6979/15244/
“The Tiger”
By: Joël Le Montagner
La naturaleza humana nuevamente se convierte en un renglón de observación en este blog, no es cuestión de psicología hacia los otros o de simular un ejercicio sociológico, no me compete ni profesional y moralmente ser árbitro de las consecuencias o causas de la debacle de sociedad que podemos forjar. Sin embargo, es claro que somos seres complejos, desnaturalizados y dispuestos a llegar a extremos sin importarnos en ocasiones el sentir o pensar del prójimo.
Vivir en comunidad es una estampa que no todos tienen interiorizada, inclusive el más imbécil de los mortales cuando se siente solo es que reconoce el valor de la distancia o el significado de unas palabras. En ocasiones recuerdo las acciones emprendidas para el beneficio de alguno o de alguna, la manera como a pesar de mi insensible manera de tomar decisiones siempre custodiaba el bienestar del prójimo, lo curioso de este relato es que precisamente ese prójimo en ocasiones siempre era la misma persona. Un ser lleno de falsas ideas, una persona que nunca ha sido agradecida con la vida ni con los “amigos”, una persona que no ha trabajado en su vida por conseguir lo que se merece, por el contrario, ha sabido (y con un buen trabajo) manipular o abusar de la confianza que otros depositan en él.
Como un sentimiento de supervivencia su rol de victima siempre se ha constatado en el renglón de todas las planas de la vida, con cara de inocente y esa mirada de torpe logra ablandar la frialdad de las mujeres, sus amistades de dudosa permanencia y desinterés, feliz buscando el amor en seres que a duras penas comienzan a entender el significado de dicha palabra. Malcriado, indeciso, torpe, ingenuo, abusivo, mediocre, ladrón. Es increíble lo que un sentimiento de odio o de ira puede influir en la pluma de un artista, pero en este caso la luna no menguará para hacerle una cuna a dicho sujeto, en mi caso, me es incapaz encontrar objetividad cuando su estado de naturaleza se define por el abuso y la falsedad.
Vivir en comunidad es una estampa que no todos tienen interiorizada, inclusive el más débil de los mortales cuando se siente solo es capaz de reconocer los valores que otros no han intentado evidenciar, sin embargo, sin importar lo insensibles o frías que puedan ser las decisiones conocemos seres en el camino que se amarran a la pata de la cama con su propia sábana, seres que prefieren sacrificar su capacidad de vuelo por un miserable miedo que ni el más mago de los artistas puede controlar. Seres que han decidido ser la más baja criatura en el ecosistema urbano, seres que han preferido ser tratados como unos miserables ineptos a demostrar su luz y brillar por vez propia y ante los ojos de todos, seres que merecen ser triunfadores pero su maldita cobardía los encierra con un velo que les pinta el paradigma de la vida con colores atemporales.
Conozco personas que me logran sacar de ruta con su actitud olímpica de ganar medallas a costa del silencio de muchos, específicamente me endeuda con el cielo la paciencia perdida cuando dichos seres gustan por costumbre juzgar a las personas sin siquiera conocerlas o entenderles, sin siquiera tomarse el trabajo de interactuar hasta el fondo, sólo se evidencian con la superficialidad de su carne y se dejan justificar por su inepta manera de comprender los misterios del universo.
Tantas cosas de las relaciones humanas me disgustan al punto de desear no querer estar con esos seres, sin embargo me queda la tranquilidad de saber que en esta inconsciencia siempre hay una historia sin terminar, una fantasía sin redactar.
Siempre se tratará pues de seres ficticios, obtenidos de grandes obras literarias que han logrado asumir el rol que muchos humanos tienen sin necesidad de salir de las páginas, no me invento personajes ni relaciono actitudes con nombres ni sustantivos, estos saben cuando la historia les repite su propio nombre, por el momento es mejor seguir en esa ficción descontrolada.
Esa paz que sólo los libros nos pueden brindar.
AV