Siento un desesperado silencio que me promete experiencias propias de la resurrección, vibro con el cuerpo de esas noches de desconsuelo donde jugué a encerrarme y matarme, a suicidar esas esperanzas sacadas de placeres chocolatosos y pensamientos llenos de dolor. Este es un acto especial, llevo exactamente ocho días de sufrimiento estampados en un blog, pero más allá de las letras y acordes de un silencio rector y obtuso, cumplo con la miseria de observar casi un mes de pensamientos suicidas y querendones sufrimientos.
Estoy envuelto en una tristeza amarga, llena de palabras que me llenan la boca, me sacuden el estomago, me dejan débil y malhumorado; me acuesto a pensar y termino reflexionando sobre cosas que no debería, de esas historias que uno suele construir con pesadillas y las disfraza de sueños y esperanzas.
Este Junio ha llegado con trozos de cadáveres y pedazos de historias mensuales, ha traído consigo toda la carga moral y filosófica que suelo posar en mi vida durante años de tiempo perdido, con la diferencia de que en este sexto mes del año culmino con todo aquello acumulándose en brebajes y paladares amargos. Mis relaciones se encierran en el pasado, ahora me tortura el presente con esas discusiones innecesarias de amores y odios, veo en los ciclos de la vida torbellinos y espirales, me veo bloqueado y estancado, como si vivir se resumiese a comer tres veces al día y dormir dos.
Quiero escupir sangre, expulsar vísceras y morder los ojos del pasado.
Quiero cagarla si es necesario, pero con elegancia ante todo.
Quiero romper ventanas y cerrar puertas, para ver los ciclos morir antes de la llegada de Julio.
Quiero envolverme en periódico para madurar con mayor prontitud.
Quiero escribir sin detenerme, pero me detengo para pensar eso que no se que escribir.
Quiero muchas cosas y mi vida poco se refleja en ellas.
En un Junio como hoy me asusta ver la llegada de Julio, de imaginarme el agosto sediento y el septiembre acosador. No se si este sea el ocho esperado, no se si esta sea la ruta acordada, no se qué decirles pero me aseguraré de plasmarlo en miradas y cuerdas vocales.
¿Cuanta pornografía será necesaria para ver en el sexo un imaginario y no un tema de conversación?. Como es de costumbre, dejo en mis vicios las necesidades de esas baladas latinoamericanas que me rayan la cabeza con guitarras y teclados llenos de pasión, de cristales mágicos que nos envenenan los cesos sin proponernos tregua alguna.
Estoy muy suicida y no es para menos. Todas las noches desde hace un mes sueño una táctica de suicidio diferente, situación incómoda y a veces innecesaria, veo de distintas maneras mi fallecimiento como un cuerpo de noticias cargado de silencios.
Treinta cuatro noches muriendo constantemente, tantas que decidí hacerlo realidad, decidí morir del todo y terminar con este acoso mortal. Redacté ese Moribundo Silencio que me traicionó en el ejercicio literario y me devastó de ganas de vivir alguna, me obligó a olvidarme de mis allegados para acercarme al muelle de lo sobrenatural; Artista o no, poeta o guerrillero, carpintero o plomero: Todos viven con orgullo para llegar en las noches a dormir en paz, sin palabras pendientes ni aires sueltos.
Para dejarme matar por el cotidiano y lúgubre estado mortal de mis sueños, en posición fetal, desnudo y con Amor Stereo de fondo empecé la llanura de mi muerte, tomé mis venas y les dibujé ríos de sangre por cada instante de dolor y egoísmo espiritual. Recordando cada técnica de suicidio murmuraba en voz baja casi sin hablar los momentos que me agobiaban en aquella noche de Junio, noche post-mayo llena de olvidos y que no merece recordarse. Noche de sombras y horas que me mataron por dos horas de asfixia, noche donde resucité de milagro, reafirmando mi fe en Dios y mi dolor terrenal, noche de gatos, noche de muerte, noche que casi no termina.
Quise dibujarme entonces en una actitud discreta, pero ahora vivo y sin cicatrices, pero resucitado de milagro y sin pérdida de sangre me aprendo la lección de los olvidados, me enamoro de los hijueputas que me acusan de ser un mal hombre cuando en mi interior el hombre ha muerto y solo agoniza el niño, mil problemas me susurran en el infierno, se esconden en mi cama y en mi memoria, pero con la valentía de la nada decido olvidarlos y tratar de seguir viviendo, tratar de tocarme a mi mismo sin necesidad de arrugar mi piel.
Aun cuando el vivir es solo el primer paso, he decidido morir, pero no he pactado fecha aun con el calendario de la muerte.
Noche en la que nadie supo de mi fallecimiento ni mi resurrección.
AV
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