Imagen tomada de: http://www.funpalstudio.com/2016/06/08/stenciled-graffiti-street-art-artist-christian-guemy/
Graffiti By: Christian Guémy
Llegaba el
Tren a su destino, el día estaba más iluminado que siempre y las horas pasaron
como la juventud de un zapatero. Había dormido por lo menos un par de horas,
algo así como el espacio de salir de la ciudad y la entrada al campo, se sentía
renovado, la mala noche y la ansiedad le habían donado una sesión de insomnio
que ya comenzaba a pesarle en los hombros.
Tomó su
mochila y su guitarra, observaba la ciudad, recordaba que había estado en un
par de oportunidades en su infancia, una de las pocas veces en que su padre le
llevó a conocer a aquellos familiares lejanos, pero realmente nunca había
estado en la ciudad con claridad en su memoria.
Caminaba por
las calles con total distracción, sabía bien por dónde tomar camino para la casa
de Lucía, tenía las indicaciones anotadas en su teléfono móvil, sin embargo caminaba
distante, ajeno al entorno, con la mente quién sabe dónde.
Perdía su
mirada en la gente que pasaba a su alrededor, como si el verles pasar le dieran
la orientación que requería. Colgaba de su hombro su mochila y en ella la ropa
que juraba no iba a necesitar, pues esperaba regresar pronto a casa acompañado
claro, de su enamorada María, la santa.
Sin embargo
las preocupaciones no parecían venir en mente, caminaba y se dejaba llevar
por el veraniego sol de media mañana, pensaba en María, pero no de la manera
temerosa en la que piensa un caballero que busca el perdón.
Su mirada
desprendía toda la vitalidad que la juventud le rezagaba, de cierto modo se
sentía insatisfecho por el tipo de relación que había cosechado con María Isabel,
sin embargo, se prometía a sí mismo poderle amar mejor, planeaba tácticas de
(re) conquista y hasta versaba poemas de Benedetti para cortejarla.
Caminaba circunspecto,
atareado en pensamientos, con la mirada enfocada en la nada, como si sus pasos
fueran automáticos y llegasen al rumbo determinado sin necesidad de conciencia
alguna.
No era fácil
interpretar su caminar, sus pensamientos revelaban la decisión de recuperar a
María, su gestualidad le daba la corona que le hacía falta para proclamarse rey
de la mañana.
Un rey que era
un completo extraño para todos.
Un ciudadano que llegaba de visita con la
promesa frágil de recuperar un amor que perdió. Un caballero que vagaba paso a
paso por el boulevard sin llegar a destino alguno, solo caminaba con la mirada
viva y el cabello ondeando al ritmo del viento de la mañana.
Llegó al final
del boulevard principal de la estación de trenes, donde se conectaba con el
parque central de la ciudad. Allí buscó la parada de Taxis, miró su teléfono y
escribió un mensaje a María, había llegado y solo pasaba el tiempo justo para
que el taxi le llevase a dónde ella estaría.
Tomo el primer
taxi que se le cruzo en la vía, y dando las indicaciones de nomenclatura
necesarias, se recostó en la silla trasera esperando que el conductor le
llevase a dónde sus preocupaciones le motivaban.
Observaba a la
gente caminar por la ciudad, le era un nuevo escenario y de cierto modo su
mirada se llenaba de vida con lo que observaba, se sentía completo, como una
recarga justa de vida, como si se hubiese enfrascado en un pasado incompleto, o
en una secuela de malas decisiones.
Se recostó a
terminar de descansar el sueño que se había tomado en el trayecto de tren,
nuevamente la ansiedad aparecería y mientras observaba a la gente pasar, como
un rey extraño, se acomodó en sus pensamientos.
En las preocupaciones
del corazón.
***
De la Serie: Canciones de
Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: El
Extraño de Pelo Largo (1987) [Habitaciones Extrañas]
Compositores: Enrique Masllorens, H. Lezica.
AV
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