Imagen tomada de: http://nicole-wong.com/2015/08/07/sunrise/
Sunrise. By:
Nicole Wong
Se había
despertado desde hace ya mucho rato, temprano en el amanecer había visto al sol
salir como una ligera línea de luz entrar en su ventana entre la cortina y la
pared. Estaba acostada boca arriba con la ansiedad sobre el pecho, era el día
en que se vería de nuevo con Mario después de una semana de haber roto la
relación, relación que ella había acabado en defensa de su honor y dignidad.
No estaba muy
segura de si era una buena idea haber aceptado la visita de Mario a casa de su
hermana, en especial, porque su hermana no parecía verse bien de ánimo, quizás
por la situación, quizás por la soledad que le abarca día tras día, o quizás por
el tema de tener que volver a empezar en su vida.
Acostada
observaba la ventana, se dejaba inundar de pensamientos, se llevaba a donde le
llevasen las ideas o la nostalgia, lo que primero avanzara.
Como un golpe
letal entró el sol por la ventana, como si le hubiese roto el cristal hasta más
no poder.
Al menos la mañana venía bien, quizás con ella la rutina pudiese
cambiar, sin embargo, era su ansiedad la que le hacía entender el mundo de ese
color.
Se sentó sobre
la cama y como quien suplica al creador del cielo y de la tierra observó por la
ventana las ligeras luces del amanecer. Quería, deseaba, que el dios mismo de
la vida buscase a Mario y le diera la fuerza para encender de nuevo su voz, porque en el fondo,
todos amamos la vida a pesar de que nadie tenga el valor de hacerse un lado por
amor. Qué ironía, pensaba sentada en su cama.
Un silencio
incómodo recorría la casa. Parecía más como si un fantasma recorriese el mundo
entero con el deseo infame de asustar a todos, pero pobre de sí, preciso este
día era un día donde no habría a quien asustar.
Sintió los
pasos de Lucía en la casa, de seguro también estaba despierta desde temprano,
miró el reloj y ya eran casi las siete de la mañana; No había dioses a quiénes
acudir, Mario vendría ya en camino o por lo menos, alistándose para salir rumbo
a la casa, sentía perder en el fondo la voluntad de querer vivir o amar de
nuevo, como si llevase en una mano el oro y en la otra la mediocridad y tuviese
que decidirse, como si fuese un tesoro publicitario.
Se puso en pie
y sin quitar la vista en la ventana vio cómo los rayos de luz comenzaba a
llegar al borde de la cama – Calienta ya
mi cama señor Sol – murmuró mientras se imaginaba cabalgar en una de las
estelas de luz hacia un mundo perfecto, - Nunca
se sabe cuándo dejarás de darle al planeta luz y calor – Sonrío para sus
adentros y comenzó a organizar la cama, coqueteaba con el frágil deseo de una infancia
vivida muchos años atrás en esa casa.
En definitiva,
todos amamos a alguien y necesitamos de alguien y ello lo tenía muy claro María
Isabel. Su hermana, Lucía, también sabía con certeza que no debíamos de andar
solos por este mundo, quizás de allí su desgano en una bella mañana soleada.
Terminó de
organizar la cama y en ese instante Lucía entró a la habitación.
- ¿María? –
- ¡Hola! Hace
un bonito día, al menos la mañana viene bien –
- No pensé que
estarías despierta tan temprano –
- Yo tampoco,
pero supongo, es un buen día para escuchar Rock´n Roll – Sonrió.
- Supongo –
respondió Lucía.
***
De la Serie: Canciones de
Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: Va
Por Vos, Para Vos (1982) [Zas]
Compositor: Miguel Ángel Mateos Sorrentino.
AV
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