No se sabe a ciencia cierta dónde podría encontrarla, se había
ido y lo mejor era comenzar el tortuoso proceso de olvidar. Llevaba ya cerca de
tres o cuatro días encerrado en su habitación pretendiendo escribir baladas,
poemas o letanías, alguna prosa confusa que le sacara de aquella estación
llamada paraíso.
Seguía llorando desconsolado, pero las lágrimas le habían
llevado también a un sueño profundo, de esos que ya casi nadie tiene por culpa
del trabajo.
Fue un sueño demasiado profundo, se sentía vivo y lleno de
energía, con el alma completa. Cantaba y recitaba sus viejas canciones, sentía
que susurraba mensajes de gran profundidad emocional, se sentía otra persona,
como un marinero que desataba cada nudo de la garganta, cada expresión suprema
del desamor.
Giraba y giraba de felicidad
en un plano que no podríamos explicar, y así, de inexplicable, fue que
se la encontró sentada en una banca rodeada de flores.
Comenzó a darle besos en las mejillas, su felicidad era
infinita, le agradecía por haber llegado, por evitar que se secaran los mares
con su ausencia, por haberle rescatado de sus míseros recuerdos.
Sentía que su voluntad crecía y que su corazón le permitía
escuchar la serenidad de la Tierra misma, del universo entero. Agradecía poder dar
fin a esa espera, casi siempre infructuosa, en compañía de los recuerdos,
historias del pasado que se rememoraban con un aroma a flores, como un perfume
fresco que se respiraba, una sensación bonita, interminable, inmensa.
La abrazó y susurrándole al oído le juró que cada noche vendría
una estrella a hacerle compañía, como un hada mágica que le contaría de sí, de
la vida misma.
Sentía susurrarle toda la eternidad, pero a pesar de las sonrisas
y el perfume a rosas, ella no reaccionaba, como si fuese insensible a sus
actos.
Asustado, intentó abrazarla de nuevo, se sintió incompleto,
podía observarla, bella en todo su esplendor, pero no podía tenerla, sentirla.
La perfección desaparecía y surgían de nuevo las palabras, el
miedo: - dime amor, amor, amor, estoy
aquí. ¿Acaso no me ves? - Ella lo
ignoraba, era como una pintura, como una escultura que sonreía sentada en su
banco. Él intentaba hacerle entender que estaban juntos allí, de nuevo.
Sentía la vida irse y con ella toda esperanza, sentía la nada
aparecer por doquier, sentía tristeza y eternidad.
Comenzó a caer una ligera lluvia, todo comenzaba a desaparecer,
él en la oscuridad comprendía entonces que estaba en un lugar infinito, así de
grande, sereno. Ella no estaba ahora en ninguna parte, solo los recuerdos de un
posible pasado feliz.
Su cuerpo empezó a sentirse pesado y sin caer en la cuenta de lo
sucedido, su deseo de dar libertad a quien se quiere surgió como una estrella
fugaz en el cielo.
Despertó, se vio a sí mismo tirado en el suelo en medio de sus
partituras y su guitarra. Supo que había soñado lo que deseaba, no lo que
significaba el dolor que sentía (todavía).
Sabía que ya no habría vida a su lado.
***
De la Serie: Canciones de
Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: Si
Tu No Vuelves (1992) [Bajo el signo de Caín]
Compositores: Miguel Bosé, Lanfranco Ferrario y Massimo Grilli
AV
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