3 de julio de 2017

Despertar (Si no regresa)



No se sabe a ciencia cierta dónde podría encontrarla, se había ido y lo mejor era comenzar el tortuoso proceso de olvidar. Llevaba ya cerca de tres o cuatro días encerrado en su habitación pretendiendo escribir baladas, poemas o letanías, alguna prosa confusa que le sacara de aquella estación llamada paraíso.

Seguía llorando desconsolado, pero las lágrimas le habían llevado también a un sueño profundo, de esos que ya casi nadie tiene por culpa del trabajo.

Fue un sueño demasiado profundo, se sentía vivo y lleno de energía, con el alma completa. Cantaba y recitaba sus viejas canciones, sentía que susurraba mensajes de gran profundidad emocional, se sentía otra persona, como un marinero que desataba cada nudo de la garganta, cada expresión suprema del desamor.

Giraba y giraba de felicidad  en un plano que no podríamos explicar, y así, de inexplicable, fue que se la encontró sentada en una banca rodeada de flores.

Comenzó a darle besos en las mejillas, su felicidad era infinita, le agradecía por haber llegado, por evitar que se secaran los mares con su ausencia, por haberle rescatado de sus míseros recuerdos.

Sentía que su voluntad crecía y que su corazón le permitía escuchar la serenidad de la Tierra misma, del universo entero. Agradecía poder dar fin a esa espera, casi siempre infructuosa, en compañía de los recuerdos, historias del pasado que se rememoraban con un aroma a flores, como un perfume fresco que se respiraba, una sensación bonita, interminable, inmensa.

La abrazó y susurrándole al oído le juró que cada noche vendría una estrella a hacerle compañía, como un hada mágica que le contaría de sí, de la vida misma.

Sentía susurrarle toda la eternidad, pero a pesar de las sonrisas y el perfume a rosas, ella no reaccionaba, como si fuese insensible a sus actos.

Asustado, intentó abrazarla de nuevo, se sintió incompleto, podía observarla, bella en todo su esplendor, pero no podía tenerla, sentirla.

La perfección desaparecía y surgían de nuevo las palabras, el miedo: - dime amor, amor, amor, estoy aquí. ¿Acaso no me ves? -  Ella lo ignoraba, era como una pintura, como una escultura que sonreía sentada en su banco. Él intentaba hacerle entender que estaban juntos allí, de nuevo.

Sentía la vida irse y con ella toda esperanza, sentía la nada aparecer por doquier, sentía tristeza y eternidad.

Comenzó a caer una ligera lluvia, todo comenzaba a desaparecer, él en la oscuridad comprendía entonces que estaba en un lugar infinito, así de grande, sereno. Ella no estaba ahora en ninguna parte, solo los recuerdos de un posible pasado feliz.

Su cuerpo empezó a sentirse pesado y sin caer en la cuenta de lo sucedido, su deseo de dar libertad a quien se quiere surgió como una estrella fugaz en el cielo.

Despertó, se vio a sí mismo tirado en el suelo en medio de sus partituras y su guitarra. Supo que había soñado lo que deseaba, no lo que significaba el dolor que sentía (todavía).

Sabía que ya no habría vida a su lado.

***
De la Serie: Canciones de Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: Si Tu No Vuelves (1992) [Bajo el signo de Caín]
Compositores: Miguel Bosé, Lanfranco Ferrario y Massimo Grilli


AV

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