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Estaba ansioso
desde su conversación con María Isabel, caminaba de un lado a otro en su
apartamento, de una habitación a otra, iba de la cama a la sala, de la puerta
de entrada a la ventana que vigilaba la calle.
La ansiedad lo
dominaba tanto como sus miedos, saberse culpable de un error y llenarse de coraje
para ir a confrontarlo era lo que más le preocupaba, verse en el reflejo de los
azules ojos de María o por qué no, en el asfalto junto a la sombra de ella; le
gestaba temor, le movía el piso como a un adolescente.
Comenzó a
planificar el viaje, si bien es un viaje
de una ciudad a otra, son regiones vecinas en las que el trayecto puede tomar entre una y tres horas dependiendo del
medio de transporte, sea pues bus inter-municipal, tren o vehículo propio, en
los tres casos la rutina es la misma en una carretera recta y tediosa.
No podía dejar
que se le quemase la ilusión y menos, al finalizar el día, de alguna manera era
lo que le sostenía de pie en medio de tanta ansiedad y temor. Se juraba a sí
mismo que corregiría sus errores frecuentes, sin importar dónde los ubicase la
vida, inclusive, si ello le tomase recorrer mil caminos pues a la final sabía que todo ello le permitiría continuar.
Mientras
recordaba y planificaba, mientras caminaba en su cuarto y se perdía en su mundo
de sueños y esperanzas, una lágrima se deslizaba por su piel, solo pensaba a
sus adentros: “no voy a permitir que esto
vuelva a suceder, por mi parte cambiaré” una y otra vez se lo decía, al
principio como un pensamiento, luego como un murmullo.
Terminó por
hablar en voz alta como si diese un elocuente discurso presidencial, se juraba
a sí mismo que cambiaría, que recorrería todos los caminos que fuesen
necesarios pues aún tenían a su favor el sol de la mañana.
Reconocía cada
ventana de su apartamento como una ruta de escape, como punto de encuentro entre
el sol de madrugada y los recuerdos de la noche. Ruta de escape donde nada ni
nadie se cruzaría en sus caminos.
Comenzó a
prometerse a sí mismo encontrar un lugar idóneo para su verborrea, un escenario fiel a
su ansiedad y allí despotricar del vacío que le sacudía el estómago.
Volviendo en sí fijó la mirada a la ventana nuevamente, caía la tarde y el camino del día siguiente era largo, más si no se tenía en claro aún en qué medio de transporte viajaría.
Volviendo en sí fijó la mirada a la ventana nuevamente, caía la tarde y el camino del día siguiente era largo, más si no se tenía en claro aún en qué medio de transporte viajaría.
Solo quería
llegar donde la que alguna vez fue su novia y poderle llevar a algún lugar
especial donde sus almas se pudieran perder sin querer, en sus cuerpos
olvidados, sin dejar que se les quemase la ilusión.
Terminó de
volver en sí y recogió paso a paso el desorden que tenía en su cuarto. Tiró a la
basura las mil y un partituras de canciones llenas de tristeza, recogió cajas
y botes de pintura, periódicos sucios y manchados, ropa sin lavar y hasta pares
de medias de días pasados.
Comenzó a
organizar su apartamento, sabía que si volvía victorioso del viaje de mañana,
sería con ella de su lado.
Saldría
temprano en la mañana.
***
De la Serie: Canciones de
Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: De
Madrugada (1995) [Amor Bilingüe]
Compositores: Alejandro Ochoa, Felipe Martínez, Fernando Tobon, José David
Lopera, José Fernando Uribe, Juan Esteban Aristizabal (Ekhymosis).
AV
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