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Art of Lowell
Herrero
Cada mañana
trae su afán. Mario comenzaba desesperadamente a organizar sus pertenencias y
artículos de valor en una mochila mientras contaba una y otra vez su lista de
accesorios para llevar. Sería un viaje inicial de dos a tres horas en Bus, si
estaba de suerte, conseguiría pasaje en el tren.
Salió con la
puntualidad que su ansiedad le permitió abordar, llegó a la estación de buses
al otro lado de la ciudad y encontró que solo había pasaje para viajar dentro
de una hora y media. No le era conveniente si seguía en mente con el plan de
llegar a almorzar con María.
La estación de
trenes estaba cerca, alrededor de veinte minutos tomando un taxi, por la
cercanía el valor sería de una carrera mínima y quizás con suerte llegaría para
tomar un puesto.
Comenzaba a recordar pasajes de su vida, especialmente de su
niñez, de sus tiempos de viajar en Tren rumbo a las vacaciones en casa paterna,
pero sabía que el tiempo no le era favorable y ante ello decidió, como un acto
de amor, al mundo hacerle frente.
Tomó camino a
la estación de trenes, por cada tropiezo o caída sentía en su profundo corazón
que debía de seguir, de hacerle frente, como un hechizo cotidiano, como un afán
súper humano.
Sabía que no
abandonaría nunca su deseo por estar con María, que jamás dejaría de lado ese
sentimiento tan profundo que le empujaba a buscarle, como si fuese un mundo
exclusivo para ángeles caídos.
Sabía en su
interior además, que el amor mismo que sentía le llevase a recibir, de parte de
ella, algo tan valioso que dejara mudos a los mismos ángeles del camino, que le
ayudase a recuperar el tiempo perdido y por qué no, que le diese los frutos
suficientes para llenar su vacía alma, su agotado espectro.
Mario tenía la
esperanza (muy vaga por cierto) de encontrar en casa de Lucía, la hermana de
María Isabel, una fiesta grande y pintoresca, una fiesta soñada donde pudiesen
conversar y bailar, donde pudiese decirle a ella, a María, que por amor es que
uno hace lo que siente, y que por ese mismo deseo, el del amor, es que se
pueden con el corazón llegar a observar ángeles caídos al costado del camino.
Poder
expresarle en palabras sinceras, y no en canciones, que por amor es que
seguiría el camino de buscarle, el camino de entregarle su alma si fuese justo
y necesario y cómo no, poder, por amor (o en nombre del amor, quizás) seguir
sin importar el costo de la vida.
En realidad
eran más las expectativas que el principio de realidad que adornaba la mente de
Mario, su deseo por estar de nuevo con María le llevaba, incluso, a inventar
caminos y canciones, a encontrar ángeles caídos donde solo hay vacíos en el
pavimento, a escuchar el susurro del mundo y a levantarse siempre, por cada
caída que tuviese.
Llegó a la
estación de trenes y tarareando una melodía ("Uh
uh uh... Mírame... Uh uh uh") miraba la hora en su reloj de mano, eran las
siete de la mañana y el tablero en la estación informaba que el próximo tren
partía a las siete y treinta minutos.
El tiempo
justo para comenzar a viajar al Sur.
***
De la Serie: Canciones de
Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: Es
por Amor (1986) [GIT Volumen 3]
Compositores: Pablo Guyot, Willy Iturri, Alfredo Toth.
AV
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