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Amsterdam cat
with telephone
Como un cuero caliente reventaba su mejilla en el teléfono, las
manos exasperaban al ambiente con su olor a pintura, al desastre de partituras,
ropa sucia y latas de cerveza, se sumaba ahora pinceles, periódicos y envases
de témpera regados por doquier. Parecía un Circo, pero era su morada.
Ansioso por la llamada esperaba el repique del teléfono al otro
lado del auricular, no sabría por dónde comenzar la conversación o de qué
manera suplicar para que le comunicaran con su amor fallido, algo debía de
inventar, algo sencillo, simple, que le llevase a un diálogo mágico, como
antaño.
- ¿Si, bueno? – Contestaron la llamada. Mario lleno de expectativa
y ansiedad tomó un respiro de esos que llenan de oxigeno hasta la planta de los
pies y dejó socavar un tímido saludo de amistad.
- ¿Camila?, ¡Hola!, te saluda Mario, espero no interrumpir nada
importante –
- Hola Mario, ya sabía que eras tú, de alguna manera ya tenía en
mente que ibas a llamar. Supongo no llamas precisamente a saludarme o darme
noticias de arte o música popular.
- Claro que no Camila, en ello tienes razón, sé que es algo
complejo, pero quería saber si tu hermana se encontraba contigo, me encantaría
hablar con ella.
Camila giró su cabeza hacia su hermana, estaba sentada en la
cama doblando la ropa que hacía falta, la taza de café estaba en la mesa del
televisor y el vacío de la discusión previa estaba cortado en un halo de
ingenuidad absoluta, la llamada además de interrumpir una conversación de hermanas,
había lanzado una alerta de desastre que nadie esperaba.
Le hizo una
mueca con la nariz y aceptó pasar al teléfono, esperaba que fuera una conversación
breve pero su corazón le advertía del desastre que podría avecinar en breves.
- ¿Si? –
Preguntó despectivamente. Sabía que Mario detestaba ese trato tan parco.
- Hola. Sé que
no es el momento más oportuno, pero llevo días sin saber de ti, supuse que
estarías en casa de tu hermana, así que me atreví a llamar. Necesito hablar
contigo –
- Lo siento
poeta, no quiero hablar contigo nunca más, siento que ya fue suficiente para
nosotros –
- No, por
favor, déjame hablar. Es importante lo que tengo para decir – Replicó Mario,
con más llanto que calma.
- Sé breve,
por favor – Sugirió Ella a sabiendas además, de que era una bomba de presión lo
que estaba por estallar en esa llamada.
- Me haces
mucha falta, solo quiero abrazarte, que me abraces, sin palabras, sin excusas o
reclamos. Solo quiero sentir un abrazo tuyo de nuevo –
- Lo siento,
esos tiempos ya pasaron –
- ¡No!, en
serio. Necesito que dejemos de lado esta apariencia de barro que tenemos, que
no vivamos de recuerdos que nos contaminan. Que podamos hablar por encima de
los prejuicios y los miedos –
- ¿De esos
abrazos que llegan hasta los huesos y nos hagan despertar? – Preguntó ella con
más ironía que interés por el tema en sí.
- ¡Claro! –
respondió Mario con ansiedad, su voz quebrada parecía cobrar ahora vigor. – Si es necesario, que me despiertes lejos de esta torpe selva a fin de siglo, que me
ayudes a ser mejor persona para ti, para los dos –
- ¿Qué
quieres? –
- Por favor,
No preguntes qué es lo que pasa, no traigo heridas, solo el deseo de sentirte
en casa de nuevo, saber lo cierta que es la vida cuando estoy contigo –
- No Mario, ya
las cosas no son así – Insistió, más con el deseo de colgar la llamada que en
profundizar en los argumentos.
- Se que tu
silencio es de inconformidad, pero necesito de ese silencio que me da calma, de
regresar a esas noches en que todo transcurría despacio, como la nieve, que pudiésemos
juntar nuestros cuerpos en una canción, en un poema, en esas sonrisas que nos
despertaban a fines del tiempo mismo – declaró casi que entregando su dignidad
en esa llamada.
- No Mario, no
insistas. No sé realmente qué es lo que quieres o necesitas, pero más allá de
los miedos o prejuicios que dices dejar de lado, sí necesito que me dejes en
paz, que no me preguntes nada, ni que me busques, no quiero tus abrazos ni tu
calma. ¡Me desesperas de hecho!. Por favor no vuelvas a llamar, en serio –
- Pero… -
replicó Mario.
- Lo siento,
tengo que colgar – Dijo ella.
***
De la Serie: Canciones de
Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: Hoy
Necesito (1999) [Cousas de meigas]
Compositores: José Teodomiro Cardalda (Teo), Juan María Montes
Gonzalo, María Isabel Monsonis Díaz.
AV
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