23 de enero de 2015

Prioridades.






Hablar de prioridades es extendernos en un listado de nuestra cotidianidad, de dar importancia en un orden a cada actividad, a cada pendiente, inclusive, a cada sentimiento que se nos va cosechando en el camino. Muchas veces damos prioridad al entretenimiento y al ocio, vemos en el tiempo libre un manantial de pasiones, encontramos allí, dónde la nada es constante, una excusa perfecta para inventarnos una rutina, para sonsacar las mejores sonrisas en las mejores oportunidades.

Aprendemos a dar oficio a los compromisos personales, agrandamos la agenda si de la responsabilidad laboral corresponde, pero es en ella donde aprendemos a darle manejo a cada situación y a cada necesidad, no soy de los que fácilmente se deja llevar por un sentimiento y acude a las palabras para expresar lo que hay en mi interior, pero ese el escenario de trabajo donde vamos focalizando cada sentimiento y lo canalizamos en la ocasión debida,  aprendí en el camino del tiempo que es mejor esperar, dejar a la rutina hallar un camino idóneo para los compromisos a terminar.

Nos enseñaron a pelear, a ser “frenteros”, fuimos creciendo en un discurso donde las familias educaban a sus hijos bajo el eslogan: “Usted tiene que ser alguien en la vida”, como si no fuéramos nadie, como si nuestra identidad desde niños fuera una constante búsqueda de respaldo y apreciación, como si no fuéramos seres o personas con gustos y formas de actuar. Crecimos bajo el estandarte de dar prioridad a los deberes que se nos asignan y no a lo que queremos para nuestra vida, por eso el ocio y el entretenimiento se nos convierte en un oasis de escape.

Hablar de prioridades es comenzar por uno mismo a entender qué es lo que nos gusta y nos disgusta de lo que nos rodea, qué es lo que buscamos en el amor y en la pareja, qué es lo que buscamos en el trabajo y en la oficina, si aprendemos a entender que cada acción que realizamos se ejerce por una simple función de agenda o si se ejecuta con el más grande acto de amor, amar lo que hacemos.

No nos enseñaron a calmar la ansiedad sino, a llegar de primeros, aprendimos a abrir camino a un diálogo más sensato, ser elocuentes en palabras dónde no haya heridos ni agresiones, donde se permita ser persona en el corazón de quien nos escucha, alejarnos de cualquier intento de vida y permanecer en lo sensato del discurso de la buena voluntad sin permitirnos ser ciegos o sordos a los problemas que haya que atender.

Hablar de prioridades puede ser mezclar lo importante con lo urgente, pero no nos enseñan a entender que lo urgente es producto de descuidar lo importante, nos convencemos de ser expertos en gestión y liderazgo porque sabemos ayudar a los demás, porque le solucionamos la vida a los Gerentes o grandes ejecutivos cuando olvidamos el sentido común del orden y la cordura.

Sensato es pues, que el sentido común es el menos común de todos los sentidos. Sensato es pues, que en ocasiones creemos estar obrando bien, con el corazón, pero los demás nos observan con malestar quizás porque consideren que lo que hacemos o la manera como lo hacemos está mal.

Vivimos en un mundo del aquí y el ahora, en la conectividad de las cosas, donde las relaciones humanas se hacen más asequibles a la interacción pero más alejadas a la comunicación, permitimos dejar que los malentendidos sean temas prioritarios en la agenda haciéndonos incomodar, alejándonos de lo que realmente vale la pena y es que es allí cuando doy la razón al Zorro cuando se despidió del príncipe:

“Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito, a fin de acordarse.
-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. ”

Me gusta disfrutar cada etapa y momento de la vida, valorar a quienes me acompañan en el camino y a quienes se quedan atrás, entender que cada experiencia deja un aprendizaje y es de los errores de donde más hay que sacar aprendizajes, donde se aprende lo que realmente debe ser prioritario en la vida.

Todos los aspectos están relacionados, desde salud, belleza e higiene, hasta lo laboral, académico, profesional, intelectual. Todo se conecta, todo se debe de priorizar, como el amor y la amistad. Soy de esos que piensan que es importante darle a la pareja la atención que merece, quererla, amarle, que sienta que la vida de uno gira por esa persona sin caer en el hostigamiento o acoso, ser cariñoso,  comprender lo que piensa y necesite.
Sin embargo, también soy de los que piensa que la vida en pareja debe ser la conexión de dos agendas, de dos prioridades que se tienen las personas y que se entienden a sí mismas, se valoran, se respetan con amor.

Cuando la familia crece las prioridades se multiplican, se entiende pues que las prioridades siempre han estado allí, jugando entre lo inverosímil y lo urgente, entre lo importante y lo placentero.

No podemos permitirnos jugar a ser grandes, tampoco quedarnos estancados en la nostalgia de la niñez, debemos ser personas que viven y sienten en el alma cada etapa de su vida, que valoran y disfrutan cada experiencia y vivencia que el día a día les trae, cada letra, cada silencio, cada ausencia. 

Ser amigos de lo que amamos, de lo que nos hace felices, darle prioridad a lo que nos aporta a la vida no a lo que nos molesta o disgusta, entendernos que el columpio regresa con la misma potencia con que lo empujamos, que las escaleras también sirven para bajar, que no estamos solos en este mundo y que nuestros actos afectan a todos los que nos rodean, porque ellos también tienen sus prioridades.

Me gusta vivir con amor cada proceso y aprendizaje, me gusta desprenderme de lo material y vaciar mis sentidos en lo espiritual, como una señorita que busca la felicidad.

Me gusta esperar.

AV


22 de enero de 2015

Ya No Te Amo.


Calico cat back by Samupress 



En alguna oportunidad del año pasado tuve la valiente intención de ejercer un proyecto de comportamiento social, quizás más como acto de defensa que como histeria colectiva; En momentos de la vida nos sometemos pues a la voluntad de otros con el otrora recuerdo de querer hacer las cosas bien y aportar a la calidad profesional de nuestros compañeros, ver en el otro el reflejo del esfuerzo cotidiano de un equipo de trabajo, sin embargo, todos pasamos por alto muchas reglas morales de comportamiento social, esos lineamientos “oficinísticos” donde nos enfocamos lo que no se debe de hacer o pedir a un compañero de trabajo, para nuestro caso, una compañera que más que talento, era fotogénica.

Quizás en aquella oportunidad es que acudimos a la inteligencia emocional y dimos ese paso de autoridad para marcar intenciones y alejar preocupaciones. Decir “Te Amo” a una persona de nuestros afectos es quizás el más impactante y avanzado paso de seguridad, confianza y afecto en una relación de pareja, en esta oportunidad fue un diestro paso a la seguridad personal y la confianza laboral, sentirnos propios en las necesidades ajenas, alejarnos del hambre del otro con el fin de proteger nuestra zona de comodidad laboral, ser verdugos de un buen corazón.

¿Cómo terminó tal historia? Interesante, no recordaba que esa historia había tenido un final, y es que les comparto compañeros lectores que a la deriva de tal incomodidad y tras un nuevo labrador que le acolitara los favores a la voluptuosa fulana terminé por continuar mis labores profesionales sin interrupciones del caso, finalizado el semestre fui contratado por una ONG local en el sector de la salud y ello implicó a que yo renunciara a mi cargo como director de Prácticas Profesionales de la institución universitaria donde laboraba pues.

El semestre terminó y continué vinculado con tal institución universitaria pero en calidad de docente hora cátedra, una jugada contractual que le plantee al entonces Decano, sabia eso sí, pero exigente en términos de relaciones laborales. La señorita del Quindío continuó en su puesto de trabajo resolviendo asuntos por medio de otros hasta que ocurrió lo que sospechamos desde un comienzo: La finalización de contrato de la fulana se hizo inminente.

El semestre siguiente continué dando mis clases y ella ya no estaba, de seguro habrá buscado empleo en otra institución u organización del sector del Turismo.

Ha transcurrido casi un año desde tal suceso y la historia se retoma más con humor que con preocupación, pues mientras compartía fin de semana con mi enamorada me llega un mensaje al servicio de mensajería con un inocente “Hola cómo estás?” seguido por un “No se si te acuerdes de mi, soy ….”

Tal cual.

Cuando se ha ausentado mucho tiempo una persona de otra, cuando no hay amistad o deber ciudadano de por medio, si quiera, cuando no hay deuda es cuando más nos sorprendemos de esos retornos inesperados. Sabe bien que ese mensaje viene cargado con una intención de fondo y bueno, no es precisamente una búsqueda del amor que quedó, eso jamás. Se trata en su mejor efecto de esos favores que se van a pedir detrás de un “Hola cómo estás?”

Es incómodo y triste encontrarnos en los caminos de la cordialidad, ver allí cómo se evade el respeto a esas normas morales de lo que es el trato entre fulanos, de seguro me siento como Seinfeld cuando de relacionarse con los demás se trata, lleno de quejas y artimañas, este es un caso especial quizás por su condición de amor del pasado (?)

A nuestros días Ya no te amo, y se hizo evidente al responderle el saludo cordial con un no tan cordial: “¿Y ese milagro?, ¿en qué te puedo colaborar?” dicho lo anterior, la interlocutora solo abrevió el afán con un simple: “No nada, es que me acordé de ti, solo pasaba a saludar” y conversación terminada.
Al mismo tiempo en otra galaxia, otro labrador recibía el mismo mensaje, a diferencia de mi caso, este fulano si expresó emoción y encanto con tal saludo, prosiguió la conversación y la culminó con un interesante “Vale, espero estés muy bien”.
La fulana que de inteligente sabe mucho sobre los hombres, prefirió evadir esa conversación tan “formal” para expresar su intencionalidad de fondo: Pedir un humilde favor.

No me encuentro en contra de realizar favores o ayudar a alguien que lo necesite, de hecho soy experto en dejarme dar en la cabeza por andar haciendo favores, sin embargo soy de los que prefiere que le pidan el favor de entrada a la mermelada previa para endulzar el ambiente, sigo los cánones sociales de ir directo a la persona a expresarle mi necesidad, siempre con amabilidad y cortesía claro, pero no cayendo en los roles de la hipócrita felicidad de amor y dulzura, de dar rienda suelta a múltiples saludos y conversaciones para luego del libreto, lanzar la frase de pedir el favor o la colaboración.

De seguro muchos le colaborarán a la persona en cuestión, otros no tanto, otros como yo no tuvimos la necesidad de decir que sí o no, porque no se nos pidió el favor premeditado, eso es lo bonito compañeros de conservar ese carácter que nos deja en evidencia ante los ojos ajenos, demonios para algunos, ángeles para otros.

Tal Cual.



AV

20 de enero de 2015

Juliana Londoño: ¡Y nos Tomamos la Palabra!



Imagen Tomada de:


Fue aquí, en esta ciudad donde las primaveras ya no son tan eternas, donde ese Gato y esta gitana se encontraron por primera vez en un evento para esos soñadores que querían dedicarse por el resto de su vida a escribir, se llamaba “Toma la palabra” y la magia se hizo.

No recuerdo los años exactos desde entonces, lo que sí recuerdo es a un jovencito ansioso por compartir, aprender y tomarse la palabra con ese acento del Valle y un montón de ideas y proyectos por construir. Fueron varios días (y noches) de conocer personas llenas de encanto, en medio de talleres de poesía, teatro, ensayo, de nuevos medios de comunicación, de propuestas de país, de palabras…

Al finalizar las jornadas, las noches bohemias nos presentaban otras facetas desde las diferentes regiones del país, el sabor a vino “Moscatel de pasas”, las calles de Medellín, muchas sonrisas, algunos acordes de guitarra y las letras, nos sirvieron de cómplices para consolidar una amistad que lleva más de una década y que sigue como en ese entonces: latente.

Cada año nos encontramos en espacios similares, el Seminario de Periodismo Juvenil, encuentros literarios y todo lo que se pudiera compartir para reafirmar nuestras inclinaciones profesionales, y en cada uno, las afinidades eran más evidentes, fuimos cómplices de los amores y desamores del otro en esas épocas donde cada momento tomaba tanta relevancia, y aunque la distancia nos alejaba físicamente, sentía que ahí tenía un amigo para siempre (no me equivoqué).

Años después, cuando ya estaba terminando mi carrera como Comunicadora Social y Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, fui invitada a Cali a un evento que organizó muy enérgicamente ese amigo y para mí fue un placer apoyarlo, pero en especial, encontrarlo de nuevo, como siempre. 
Recuerdo un campus muy bonito donde tuve la oportunidad de conocer a los amigos de la Revista El Clavo, tuvimos unas mesas para hablar de paz (de eso hace más de 9 años), soñamos un país distinto… y creo que aún lo soñamos. Compartí historias de un hermoso proyecto en el que participé en Medellín llamado “Voces Ciudadanas” y fue una experiencia de aprendizajes, de compartir y de evidenciar que los jovencitos de años atrás estaban creciendo y ahora eran unos estudiantes pilosos que estaban consolidando sus carreras con mucho éxito.

Don Gato me abrió las puertas de su casa y compartimos además del evento, muchos momentos cargados de sonrisas, salsa, ron, café y sabor… y no era para menos, era mi primera vez en la Sucursal del Cielo.

Conocí a sus amigos que luego se hicieron cercanos, recorrimos la quinta, fuimos a teatro, descubrimos algunos cafés en el Centro de Cali y entre cuento y cuento constatábamos que pasara lo que pasara, la amistad superaría cualquier tiempo y cualquier distancia. No nos vemos desde entonces… y la verdad no ha sido necesario porque el contacto siempre ha estado ahí, ha sido partícipe de mis decisiones más importantes como mi matrimonio, he sido testigo de sus proyectos y me honra saber que sigo siendo una palabra que es tan fácil de usar, pero tan difícil de demostrar: su amiga.

Y hoy estoy aquí… escribiéndole a un hombre apasionado por la literatura y la política, un crítico desde los argumentos, un ser humano sensible y coherente con sus pensamientos y convicciones. Celebrando en la distancia sus 31 años dentro de esas 7 vidas de un Gato al que he conocido en sus diferentes facetas, con el que he compartido gustos musicales, literarios y hasta culinarios.

Los recuerdos salen a bailar con la nostalgia… y yo me vuelvo a tomar la palabra como cuando era una pequeña gitana, en tu honor, Don Gato.


19 de enero de 2015

Azul.



Siamese Cat BLUE TREES
Art print by:  Todd Young


En estos días de descanso y laburo nos llega la noticia de fuentes que no conozco que este lunes en especial, es el día más triste del año, me sorprende porque la tristeza es un estado del alma no de calendario a menos claro, que se conjugue el alma con fechas de pago de facturas y junto a ellas, las penas del cuerpo pero no, eso es otro tema de conversación.

Hablar de tristezas es un tema cliché, un lugar común, es pretender encontrar el mundo en una botella como alguna vez lo quiso insinuar el gran filósofo de la Ciudad de Guatemala, (que por cierto hoy está de onomástico), también es referirnos a ella como una musa o una dirección a cualquier parte cuando del amor se trata, o de dinero, o de la confianza perdida.

Somos expertos en divertirnos de manera irresponsable y darle a la tristeza la prenda adecuada para vestir las consecuencias de los excesos, nos dejamos llevar por una u otra emoción, vagamos elípticamente por las calles de los deseos, de esas ansiedades que nos mezclan lo hormonal con lo espiritual, como si el cosmos nos observara.

Estar triste es una decisión personal, es permitir que factores externos interfieran en nuestra tranquilidad y felicidad interna, es dejar que fenómenos ajenos a nuestra voluntad o deseo interfieran de forma drástica nuestro pensar y accionar, llevando lentamente nuestra conciencia a un estado de reflexión que resulta ser un proceso más autodestructivo que reflexivo como tal; sentirse triste es parte de un proceso de reconciliación (a veces) en el que vamos proyectando en el futuro el fracaso virtual de nuestros deseos, de esos planes que queremos ejecutar de la mejor manera, pero ¡oh clarividencia del perpetuo socorro!, son esos mismos planes que proyectamos los que deseamos muy en el fondo se ejecuten con la ayuda divina del divino socio, de la mano de un amigo o un familiar, o todas las anteriores, esto porque preferimos dejar que otros actúen y decidan por nosotros, nos lleven de la mano y nos susurren poemas de Walter Riso al oído, sentirnos intelectuales al nivel de Jodorowsky, bohemios como un poema de fin de año, dejarnos seducir por las falsas felicidades.

Sentirnos tristes porque se es lunes y hay que madrugar, porque el agua de la llave sale a bajas temperaturas, porque el recorrido al trabajo es largo y el trayecto rutinario, sentirnos así porque ya no se puede dormir hasta tarde, o porque hay que iniciar labores. En realidad no los comprendo a quienes basados en esos pretextos menta a este día como el día más triste del año (Blue Monday). Con mucho respeto los leo más como un acto de mediocridad disfrazada de una felicidad inexistente.

Señores, el verdadero Blue Monday es este y les cuento que me gusta mucho, pueda ser que la relación entre uno y otro sea muy cercana, pero qué más da, prefiero eso a seguir gritando sandeces en el país de la panela.

Comenzamos nuevo año de manera formal en algunos lares de nuestra cotidiana tierra, otros más puntuales iniciaron su vida laboral tan pronto como inició el año quince del segundo milenio, para algunos otros, el año inicia prontamente al finalizar este primer mes, para el resto, es posible que el año inicie basado en una larga espera llena de expectativas y ansiedades, una espera casi que hormonal, pero espera al final de todo.

Me gustan esos personajes que dejan que la locura de la ficción les permita crear nuevas historias, llenarse la boca de aventuras y de historias para contar, esos personajes que por la más azul de las tristezas se levantan y sonríen en comunidad, se aplauden a sí mismos antes que sub valorarse, antes que llenarse de espinas que desinflan el autoestima y claro, acuden a las baladas para entristecer su soleado panorama.

No quiero caer en otros lugares comunes y dejar que la tristeza se vuelva una marca registrada de los Social Media Expert, prefiero en ese orden de ideas leer a quienes han dado oda a la tristeza en una copa, o por qué no, en una copla. Una obra para la humanidad, desde la intelectualidad de los aburridos, desde la otra orilla de los desmedidos.

Ser sensatos con el adiós y amigables con los nuevos días, con todos los grises panoramas que nos van agotando la existencia, que nos presionan hasta asfixiarnos, despertarnos en la soledad de lo cotidiano.

Para otros más fieles a lo sensible de las mañanas, la ausencia de amor es un tema muy delicado a la hora de medir causas de la tristeza, pero no podemos esperar toda la vida para hallar compañía, mucho menos enfrentarnos a un día lunes y juzgarle por nuestra perpetua soledad, es mejor salir y seguir esa vida que tanto acostumbramos a retratar y desdibujarla por un momento, darle un nuevo color no con planes de una vida mejor sino, con las casualidades de la noble capacidad de asombro que nos pueda dar el comienzo que no se quiere dar.

Caminar desde lo que más nos gusta y alejarnos de lo que no nos gusta, entender que no necesitamos a alguien porque nos hace felices sino, porque queremos ser amados. No depender la felicidad en un tercero sino, darle a ese tercero nuestras mejores intenciones de felicidad, aprender a cuidarnos y a cuidar de otros, ser paternales pero también ser héroes de nuestra propia batalla.

Hay un tema interesante sobre la tristeza, es que en ella reside un perro negro que es muy lindo, cariñoso y consentido, pero eso solo funciona si lo sabemos educar y domesticar (a la tristeza) de lo contrario, se convierte en nuestro enemigo, en nuestro peor compañero, en eso peso somnoliento que nos tira por la ventana y nos convierte en picadillo, hace de nuestra vida un eterno lunes azul, como hoy lo reseña la prensa internacional.

Quizás no podamos dejar la tristeza de lado porque nos hace falta sentirla, quizás porque es esa emoción la que nos ayuda en ocasiones a recordar que somos humanos o que procedemos de una humanidad que no es del todo perfecta, pero venga, si eso es lo que queremos sentir (sufrir) nos basta con mirar al mundo real, asomarnos por la ventana y ver lo cruel que es el ser humano, que de humano poco tenemos y que lo que tenemos no es propiamente un principio de humanidad.

Somos expertos en abusar de la buena fe de nuestros amigos y conocidos, somos testigos del dolor de otros sin siquiera sensibilizarnos e interceder por su ayuda, somos mendigos de una paz perpetua pero no acostumbramos a sembrar ilusiones y educación, juzgamos a los felices y envidiamos a los afortunados, pero es posible que ellos también hayan tenido que sufrir demasiado para alcanzar esa felicidad, no lo sabemos, domesticar a ese perro negro que en algún momento se les convirtió en una fiera salvaje.

Nadie sabe al final, la sed con que la que cada quien bebe, tampoco el color de su perro ni la carga de sus espalda, puede ser (entonando poesía de barrio), que a esos que les duele la espalda y se quejan todo el día sin hacer nada al respecto, es a los que la vida misma no los tiene preparados para llevar alas en su espalda, no merecen ser premiados.

No quiero entrar en detalles estoicos de si la felicidad debe ser el resultado de un constante sufrimiento o si se puede (y merece) ser feliz sin haber sufrido, no lo se, de seguro cada quien tiene un testimonio que nos aporte vanguardia y lectura a este cuestionamiento, lo mejor para ello es observar, escucharnos, aprender a entendernos, o simplemente, dejar vivir y pretender vivir de la mejor manera.

Mi color favorito es el Azul, pero no ese azúl.



AV

18 de enero de 2015

Domingos de enero.




Street Light and Cats Wall Sticker
by:  amandabetty


Es domingo, día de reflexión y descanso, momento de pasar la tarde viendo películas o series de televisión de corte romántico, con tintes de comedia, con un poco de tragedia, no sé, diatribar en redes sociales o salir a tomar gaseosa a la calle con los seres queridos. Tiempo de magia y pasión, de poesía y amor propio.

Ha sido una semana muy bella en compañía del ser que uno quiere, del que se está enamorado, también hubo tiempo para los amigos y claro, para dar atención a los asuntos laborales, inmiscuirnos entre páginas, copas y música. Dejar a los sentidos ese placer de identificar en el tiempo libre las caricias que nos animan a iniciar cada mañana, que nos lleva a enfrentar la semana con más pasión que pereza, sentirnos únicos en los brazos de alguien, dejarnos empujar por la brisa como una hoja seca que cae del árbol, pero que su caer, es poesía para el más sensible de los mortales.

Hemos dado paso a la reflexión – bendita reflexión – y las historias del ayer y otros tiempos, recorrer los lares de la vida con cada compañero que se nos va, con cada historia que se nos queda impregnada en el escritorio, como si quisiera ser arrastrada por la corriente, como si fuese a terminar en algún Blog local o en los labios de una bella mujer. Cada historia nos hace especiales y nos convierte en escritores de diversa índole, cada historia hace de ustedes los lectores, un personaje de inmensa índole, como un sonsonete en la memoria de lo cotidiano.

Es domingo y nos recordamos en esos tiempos de emisoras y casettes para grabar las mejores canciones, perdernos en la programación y suspirar con los artistas del momento, dejarnos olvidar en el olvido de unos años donde fuimos grandes héroes de ficciones y tareas, perdernos en el tiempo libre.

Es domingo y también hay pereza para la memoria, inclusive, se me dificulta la escritura de esta entrada como si quisiera pues que no ocurriera nada, que fuese mejor seguir en cama viendo televisión o sentarme en un costado a leer la prensa y escuchar una emisora local, se me derrama la semana entre las manos, pensándole como suscribir cada intención en sus días, ya con reuniones programadas para el lunes y jueves, ya con la posibilidad de viajar el miércoles o por qué no, con el tedio de no esperar nada.

Se me ahoga la ansiedad porque inicia un nuevo periodo cargado de proyectos y emociones fuertes, de retos que se engrandecen en mi mente, de proyectos que se hacen visibles en la marcha, del tiempo que fue tiempo y las ideas que fueron ideas, de las noches con sus días y de la melancolía con sus historias. Ahora mejor se me enfunda la ansiedad con las horas, el aprender a esperar y dar para recibir, el construir en pareja y derivar cada esfuerzo en planes y proyectos, subirnos al bus de la constancia, ser parte del fruto que cae del árbol, de la rama que extiende sus hojas para alimentar a los demás.

Prefiero dejar en las baladas de la emisora local la corriente del día, que se pierda en horas y horas de reflexión, que me quede la temperatura de un bonito día soleado, de un domingo de amores y letras, quizás un poco de noticias deportivas de fondo, algo de pereza y muchos pepinillos sobre la mesa, dejar la silla vacía con el antojo de terminar un buen día.

Es domingo y quizás sea mejor idea recordarnos como personas con necedades y ansiedades, evaluarnos desde la distancia, ser ajenos a lo que el mundo nos exige, para regresar mañana en el expreso del amor a las horas de cada rutina, a iniciar de nuevo los ciclos del nuevo año.

Dejar todo en manos de un domingo cualquiera.




AV 

17 de enero de 2015

Los Hijos Perdidos.





Nuestra primer experiencia como padres nos la da la vida cuando asumimos el control y cuidado de los amigos de la vida, de esos personajes que se nos escapan de la rutina y se van apareciendo en casuales escenarios hasta que los volvemos hermanos, y en ese estadio, le comenzamos a compartir de nuestro afecto, permitirnos hacerlos propios.

Jugamos en medio de la infancia a ser adultos, a ponerle nombre a las cosas y a escaparnos de cada norma para cuidar de los nuestros, nos hacemos responsables de los silencios incómodos del mañana.

Vamos creciendo y con la vida nos vamos forjando en óleos y partituras, recorremos metros y metros de deporte, burlamos el destino y con ese cómplice del camino nos enfundamos en recovecos de la memoria, no es por ser insensato o mal agradecido, es que la melancolía y la nostalgia es nuestra musa, es el abono que hace de este Blog un parque que gira a sí mismo, con las mismas historias, los pretextos de siempre, la infaltable musa del recuerdo, del preferir remembrar al descuidar lo olvidado.

Iniciamos haciendo un recorrido por ese lindo momento de la vida en que anclamos amistad con alguien, la manera como lo vamos envolviendo poco a poco en nuestra rutina, como nos vamos enfundando en su tiempo y sus espacios, el hacernos amigos en territorios rutinarios.

Sin embargo, hablar de los hijos perdidos no es propiamente darle un valor familiar a la amistad, tampoco es caer en ese lugar común de tristeza donde los desaparecidos son parte del álbum familiar de alguna pareja desesperada, o de aquellos deseos de paternidad que se desvanecen en una sala de hospital, en la más prematura de las edades.

Iniciamos pues, la reflexión en sincronía con ese sentimiento que surge del pasado, no con la memoria de lo vivido, ese esfuerzo vital de la vida por conservar los amigos, por crecer junto a aquellos que desde infantes nos acompañaron, por rastrear las calles y redes sociales buscando al hermano de vida que ya se fue, algo similar ocurrió con David Ramírez, un compadre que reside por estos tiempos en la bella Costa Rica y del que nunca supe nada hasta hace poco más de un año, cuando fue él el que me encontró y todo, aunque usted no lo crea, gracias a este Blog; prosigamos, el esfuerzo vital de conservación no es más que la historia misma reescribiéndose constantemente pero con amigos diferentes, acorde a cada etapa de la vida nos va llegando el protagonista de cada corte, de niño fueron David y Juan Pablo, ahora me acompañan Diego Alejandro, David Guillermo y Luis Fernando, pero yo no se mañana.

Otro rumbo nos acompaña en ese trayecto, para algunos igual de oportuno como lo es la infancia misma, para otros  un poco tardío, como el amor o la vida sexual, en cada caso, no todos son los afortunados o desvergonzados que caen en ese enorme sentido de paternidad ante algo que no es propiamente un amigo de infancia o un ser humano, parecemos ajenos al tema hasta que se nos convierte una quimera personal.

En ocasiones nos llega por deseo personal y complicidad de los demás familiares, en otros casos, llega porque los elegimos en el trayecto, nos encontramos en ese cruce de miradas y vamos cediendo ante el deseo, la necesidad paternal de darle un hogar, de criarle, de abrazarle y besarle, de cuidarle y hacerle propio, nuestro, de convertir un simple cachorro en algo más trascendente que un animal, en un miembro de la familia con el que aprendemos el día a día de una responsabilidad, de un oficio y un qué hacer más allá de la tradicional lavada de loza después de cada comida.

Una mascota es el lazo que une cualquier individualidad con la más humana de las emociones, una mascota es el referente de sensibilidad con el que venimos preparados para este mundo tan ancho y tan ajeno, tan verosímil y pusilánime.

Algunos le llamamos Lucas, Puppy, Paquito, Luna, Esmeralda, Alaska, Blanca, Nacho, Tata, Zeús, Julieta o Michelín. Muchos son los sustantivos con los que podemos enmarcar el protagonismo de cada historia, todos en sus diferentes razas, condición social, carnet de vacunas y hasta tipo de correa o collar, desde Caninos y Felinos, pasando por aves de corto vuelo o roedores de tolerable inclusión; Crecer junto a una mascota es para un niño una experiencia inolvidable y que aporta lo suficiente a su sentido de humanidad, en otros casos, el tener la mascota ocurre en tardías etapas de la vida, quizás porque el quererse en la mirada de un animal es un proceso que requiera de años para unos, o tan sencillo como que la vida misma prefiere no darle mascota en su justo momento, porque no ha llegado ese justo corazón.

Puede sonar a reproche, pero lo siento en el fondo y saben de mi sensatez, no comparto ideologías ni filosofías pero tampoco soy fan de los pragmatismos y cuando se habla de mascotas es mucho lo que puedo ser en lo trascendental. Sin embargo no venimos a medir el valor de una amistad Humano – Animal, mucho menos a remembrar cada aprendizaje y derrota al lado de estos peludos compañeros de vida, porque en este aspecto cada fulano tiene su historia propia para contar, su propio noti-diario de lo cotidiano.

El verdadero valor de una amistad lo acuñamos con las despedidas, y en cuanto a mascotas referimos, es el verdadero valor del dolor el que asomamos por la ventana, porque las despedidas son tristes, no hay discusión.

¿Qué tiene en la cabeza una persona que decide hurtar un cachorro o una mascota?

¿Qué carajos pasa por la mente de un fulano que decide dar muerte a un cachorro o una mascota?

Muchos hemos sido espectadores de noticias o rumores sobre muerte de animales en algunos barrios populares de ciudades varias, pero cuando la historia nos toca es más la impotencia que cualquier deseo de venganza lo que se hierve en la sangre, en otros casos es la enfermedad misma la que se lleva a nuestros seres peludos y queridos, en ambas situaciones somos presa del dolor eterno y buscamos aferrarnos a lo racional, ser animales presa del dolor.

Cada partida es una historia que merece su propio libro, su eterno recuerdo en canciones o poemas, en óleos o tatuajes, nos encaramos al deseo de la paternidad y al inmortal valor de la amistad, la más sensata de todas por supuesto, porque nunca podremos saber el cómo y cuándo de cada ocasión, nos recibe el adiós, como la amenaza de un atardecer lluvioso, como el desbordamiento del río que arrasa todo a su paso, destruyendo hogares, derribando historias y emociones.

A los que ya no están, esos hijos perdidos, esos amigos eternos que se fueron para no volver, a los que se los llevaron, como a los demás, su historia para contar.

Los niños perdidos de nunca jamás.


AV

15 de enero de 2015

Una Flor.




Imagen Tomada de: http://wall4all.me/walls/animals/cute-female-cats-lovely-8564-2560x2160.jpg


Una flor se regala cuando hay sentimientos que quieren apoderarse de ese vacío que la melancolía puede llenar si uno se descuida, sirve además, para adornar esas esquinas vacías de vida que encomendamos en el hogar.  Darle utilidad a esos muebles que se niegan a guardar recuerdos a cambio de servilletas y manteles.

Somos personajes ilustres en el relicario de recuerdos de nuestras madres, a ellas, la más ejemplar de las mujeres es a quienes debemos de ofrendar las mejores flores de cada jardín, traer a su morada la más vistosa de las Margaritas, Heliconias o Claveles, darle Girasoles, un Bonsái quizás, caer en las Violetas o por lo menos, en cuadros de gran pintura donde la acuarela se humedezca con el papel y haga de su aroma, la más viva de las rosas.

Regalar una Flor nos hace humanos porque desprendemos de lo natural, un detalle que para siglos atrás era más artificial. Dejamos a la codicia construir un poema y de allí, de sus versos y soneto, arriesgamos la prosa hasta la más infame de las intenciones, nos convertimos en seres ingratos, hacemos de la ausencia una costumbre irremediable que nos hace ser groseros con el prójimo y bueno, hacemos de una flor la mejor de las herramientas para brindar homenaje cuando el amigo ya ha partido al más allá, lejos del acá.

La más opaca de las ventanas, con sus vidrios empañados y sus cortinas deshilachadas puede ser la más hermosa de las casualidades cuando una flor se posa sobre su  base, allí, sola, única, sin prisa y con mucho por decorar, pasar de ser una simple ventana a transformar todo un hogar en un bello encuentro familiar.

Una flor es la manifestación poética de lo que la luna jamás fue capaz de ser en manos de una mujer. Es la fortuna más delicada  que un hombre ambicioso pueda ostentar entre sus pertenencias, se hace a sí misma una quimera de llanto y sonrisas, vuelve en alquimista a aquel origamista que transforma al billete de lotería en flores de papel.

Somos seres de costumbre y seguimos tradiciones, a las tradiciones sumamos misticismo y fanatismo. Al fanatismo le sembramos convicciones y a las convicciones le alimentamos con intenciones, a la final todas las intenciones las embellecemos con flores, flores frescas o flores secas, Popurrí para el centro de mesa, o una corona para la familia del que ya no volverá.

Regalar un libro de poemas de Pablo Neruda a la persona de la que se está enamorado es pues, regalar inspiración. Ahora bien, regalar el libro de las preguntas, para encontrar las respuestas en una flor, en un libro para la eternidad es pretender en cada página que la vida nos cuestione de una bella manera, nos invite a su cuestionario de sanidad, a ese recoveco del alma donde las flores son importantes por su aroma y no por su color, por su comodidad y no por su utilidad.

En la estética es donde nos encontramos y damos valor de cambio a cada premisa del tradicionalismo, del historicismo del amor. Serenatas y poemas, flores e invitaciones a cenar, Margaritas, o quizás claveles, seremos lo que el amor nos permita ser, nos enamoramos porque permitimos ser flores en el alma del otro, nos entristecemos porque marchitamos la dignidad en un adiós, por más error que sea o descuido que merezca.

Regalemos vida, quizás, semillas para sembrar, quizás besos envueltos en abrazos y cargados de mucha vitamina. 

Demos al otro que no está un homenaje en vida, invitemos a su hogar una salida a tomar esa bebida que hace mucho no receta, hagamos de las familias el centro del universo, la ronda musical de cada  batalla. Vivamos dentro de los corazones de los desesperados para así en cada página escribir un poema, quizás un poco de Neruda, porque como bien Pablo lo ha encomendado a su literatura, para nacer se ha nacido, desde un Canto General, o por qué no, desde una canción desesperada; todo desde la virtud, el amor, la ternura, pero también desde la cobardía, la osada manifestación de pereza y cinismo, el cartelismo de los que necesitan reconocimiento, el poemario de la juventud.

Me agradan a fondo esos personajes que permiten que la ficción construya sus pensamientos, que se desvanecen en historias para germinar en ideas. Es que compañeros de lectura, a una mujer enamorada se le enamora con la más ficticia de las verdades, las intenciones que salen del corazón, nosotros por su parte, como hijos del sol, nos enamoramos por la más real de las mentiras: El futuro que queremos visitar.

Las flores son para la vida, las historias para construir vida, los recuerdos para pavimentar los pasillos de la nostalgia, los amigos para justificar las salidas, los amores, los amores son para construir vida dentro de cada poema, dentro de cada canto desesperado o amargado.

Escapar con confianza de una rutina es buscar en lo que nos es constante, una razón de ser y qué mejor ejemplo de ello que el oficio de Jardinero. Por su parte, la literatura se ha encargado de sembrar dudas y prejuicios, instalar miedos y confrontar conocimiento a lo largo de la humanidad, como si no fuese suficiente con ser humanos y codiciosos.

Regalar una Flor, es el acto más humano para aquellos que se desapegaron de su humanidad y enfundaron la túnica de la individualidad. Regalar un libro es lo más humano que podemos soportar, en especial por aquellos que aún siguen buscando su humanidad en letras y saberes.

Regalar un libro de Pablo Neruda es pues, Regalar una Flor hecha poesía.



AV

14 de enero de 2015

Sobredosis.




The Story of a Seagull and the Cat
by: Lina Dudaite


Cada jornada trae su momento y en el nos opacamos con la esperanza de hacerlo único, de volverlo éxtasis, de enfilar nuestras intenciones con palabras ordenadas de manera poética, que se dejan conquistar tras sí, como los niños que observan la vida pasar en la mirada de sus abuelos, como las nubes que sobrevuelan muy de prisa el cielo marchito, dejando su sombra gris sobre el verde césped del cementerio, del amor en los tiempos de la amistad.

Jugamos a ser adultos, conversamos de sexualidad y violencia, nos afanamos con la política y damos un voto de confianza o rechazo, juramos hacer de nuestro primer salario una gran fiesta nacional, callamos ante la voluntad de otros, nos entrometemos en la incomodidad del prójimo, enmudecemos ante una canción desesperada, pero nos cegamos a los veinte poemas previos de amor. Melancolía y justicia, guitarra y ron, comida y silencio, pasajeros que llegan desde las lejanas calles para encerrarse en sus redes sociales, allí, al borde de la plaza.

Llegamos a lo contemporáneo, nos sometemos al examen médico de rutina y vamos poco a poco haciendo propias de nuestro discurso palabras esdrújulas como “Triglicéridos”, vemos en las baladas un indicador de vejez, nos ofuscamos con la rebeldía de las opiniones expresadas por el desconocido que nos acompaña en la fila, lamentamos diligenciar formularios o firmar pendientes.
Volvemos a la escuela para aprender algo nuevo.

Sabemos que el tiempo ha sido miserable cuando las candidatas al reinado nacional de belleza son más jóvenes a nuestra edad, cuando los deportistas se consagran teniendo diez años menos a nuestra expectante rutina, nos odiamos en el discurso del pre candidato presidencial, pero no nos entrometemos en los asuntos de lo público, porque acusamos, que eso es para ladrones y desocupados.
La vida nacional nos va consumiendo con sus temas diarios, los amigos se van desapareciendo al mejor estilo de los dinosaurios de Charly García, vamos reduciendo la dosis de azúcar en el café y acogemos en el deporte una distracción personal, más licor importado y menos cerveza nacional.

Llegan los hijos, esos pequeños seres que soportan nuestras frustraciones,  esos diminutos ángeles a los que comenzamos a moldear con la paciencia que nunca tuvieron nuestros padres, allí, en el supermercado mientras se hace fila para pagar la merienda es cuando reflexionamos y en un llanto mudo y desgarrador, con el pensamiento como sistema de correo, pedimos excusas a nuestros padres, quizás, por aquello del corazón vagabundo.

Conocemos amores y desamores en el camino, los perdemos por inútiles, nos pierden por soberbios, les ofrendamos canciones y atardeceres, nos regalan sonrisas y gemidos, nos ofuscamos con el tiempo, nos regalan sus mejores días. Somos constantes en la desidia de las opiniones, las peores de todas: Nuestra opinión personal.

No podemos pretender encontrar en nuestro pasado un olvido que nos permita ser, no debemos oprimir las ganas de vida con un reproche de la memoria, inclusive, emitimos juicios de valor cuando cruzamos la línea de lo moral y damos identidad a un recuerdo, con nombre propio, con colores y sonidos, con el aroma de la soledad; mejor es imponer la soledad en la conciencia, aprender a conocernos y dar a cada crisis un significado, dar a cada oportunidad un reto y una experiencia de vida.

¿A cuántas noches tendremos que dar conteo regresivo para comprender que el olvido no es un verbo sino, un adjetivo de lo que dejamos de vivir?

Podemos enredar cada ocasión con los deseos personales, podemos sobreactuarnos en cada experiencia vivida y narrarla con la más déspota de las voces, levantarnos en medio de la conversación y retirarnos como el soldado que humilla a la cónyuge, como la violencia que una mirada puede gestar. Nos merecemos mucho en la vida, pero no el sentirnos evacuados de la agenda cuando los deberes del ideario humano nos excluye, ya vivimos lo que fue el rechazo y la experiencia, nos hicimos adolescentes en la era de la juventud desesperada, nos hicieron jóvenes en la era de la adultez olvidada sencillamente porque nos retrocedieron el discurso, nos postergaron la madurez a otra espera para así encontrarnos en cada de nuestros padres con la misma frecuencia con que los hijos del ayer cuestionaban a sus pares.

Debemos aprender a esperar, de eso se bastante porque para escribir hay mucho que esperar.
Debemos aprender a encontrarnos en el espejo antes que en los ojos de los demás y podría atreverme a afirmar que de eso se bastante también, porque en la espera es que aprendí a encontrarme, a escucharme.

Conocemos todo tipo de personas en el camino y a la misma velocidad las vamos eliminando de nuestro armario, pocos quedan al borde de la cama y otros menos favorecidos terminan en una servilleta con la historia por contar, no nos interesa invitarles una taza de café ni mucho menos ofrecerles fuego para su cigarrillo, inclusive, hasta ahora se nos señala por fumar.

No importa cuánto haya por contar, terminamos excediendo la naturaleza de los sentidos, nos enajenamos a una película antigua, algunos emulan ser un cuento de Woody Allen, otros se sienten cómodos con la escritura de Clive Barker o Lovecraft, a la final todo es un cuento por contar, una historia por juzgar, desde Arjona hasta Bukowsky, desde lo literario hasta lo estrafalario.

Reconocernos en lo obsceno, identificarnos en la espera diaria, soportar cada etapa como una dedicación personal, una exigencia profesional, gritar ¡Basta! O someternos a la cotidianidad. Ser exagerados, para aprender a soportar lo mínimo que nos corresponde.

Caer en la sobredosis de la vida.


AV

13 de enero de 2015

El Silencio de las Cosas.



Loneliness
  

La soledad de las cosas es más fuerte que el compromiso de las personas, es indestructible, infame, se construye a sí misma, da a las cosas una esperanza de lo mundano donde no hay vida, hace de lo material un objeto de deseo, como la brisa que lleva semillas de un lado a otro, es cada historia que se confunde con el ayer.

La soledad de las cosas es tan única como la soledad humana, porque podemos estar junto a alguien y ese alguien, con la más onírica de las acciones nos puede permitirnos sentir solos, podemos dibujarnos en sonrisas de cada ensueño, fijarnos en el rostro de los que nos acompañan en la calle, de los estudiantes que nos escuchan en clase, o de los amigos de la tercera edad a quienes cedemos lugar en el bus o metro. Es la soledad de las cosas la víctima precisa de cada tiempo que dedicamos al día y al tiempo, como el conductor que cruza la ciudad transportando pasajeros en un silencio que solo es vigilado por el ruido de afuera, o como el vigilante que partiendo de su puesto de trabajo ve en la fábrica un inmenso monstruo cargado de silencio, en la noche de las cosas.

La soledad de las cosas es todo aquello que podemos hacer de nuestras intenciones, esas insensatas acciones de vida que postergamos al finalizar la jornada laboral, al caer la cortina en el teatro, ese silencio tan perfecto que se escucha en cada palco, en cada pasillo, en el teatro entero cuando la función ha terminado y el último de los aseadores ha salido de su encierro laboral.

Es la soledad de la radiofrecuencia, de la emisora musical que al igual que nuestra mente, reproduce canciones una tras otra, como el reloj que sigue su curso sin importar que todos duermen, una soledad posmoderna, porque todo sigue en acción, la ciudad no se detiene y de vez en vez un perro ladra, un torrente de agua se posa sobre algún tejado de zinc, un vehículo frena tempranamente sobre algún cruce de calle, y el perro vuelve a ladrar.

Cada cosa tiene su lugar y su razón de ser o estar y con ella nos dejamos enmudecer, le damos ternura a una palma que baila al ritmo de la brisa, o vemos amor y romanticismo en la ola que llega a la costa, a la gaviota que gime desde los aires.
Vemos vida en donde no la hay, porque eso es lo que inspira la luna al levantarse sobre la montaña, la consideramos eterna, muda, iluminada, como una canción de Ricardo Montaner, como un poema de Sábato, como un adiós.

La soledad de las cosas está en las personas, en la familia, en el deber ser, en lo que ya no está, en la herida de los corazones vagabundos, en los amores juveniles, en las caídas y golpes infantiles, en las letras de las canciones, en el sonido de los cañones de guerra, en el azul de la tinta con que se escribe, se imprime.

No podemos darle vida a lo que no tiene vida, pero claro, somos unos genios y optamos por darle identidad, como si no fuera suficiente con nuestra existencia, nuestra soledad, nuestras excusas.

La soledad de las cosas cuando se está escribiendo una canción, la guitara con las cuerdas destempladas, allí, guardada en el armario, lejos de la pasión de un poeta enamorado, como el papel lleno de letras y tinta, reposando en el cesto de basura, el escritorio abandonado, las calles llenas de personas caminando de lado a lado, todos preocupados, afanados, de prisa, atemorizados.

La soledad de las cosas representadas en el semáforo que indica el buen caminar, que regula el transitar de los intelectuales, ese sonido especial que una bicicleta produce en su radio, el de los enamorados cuando callan, el de las familias cuando se dividen.

La soledad de las cosas son objetos inanimados, es vida que se ha extinguido o nunca existió, es la llama de la vela que se apaga cuando ha terminado la guerra, la mosca que sobrevuela los platos de comida puestos en la mesa, o por qué no, los tele-seriados de que construyen vidas ideales en sus contenidos, dividiendo cada día más a la familia en diferentes canales, cada habitación cuenta con su propio equipo de televisión, distanciándonos, modernizándonos, alienándonos.

Cada cosa es objeto y sujeto, como la camilla que acoge al recién nacido, o el susurro de la ambulancia que transporta con desespero por las calles a quien se aferra a la vida, como los puentes colgantes que sirven de descanso eterno a quienes están aburridos, a los que huyeron del deber ser.

Nos enfocamos en el todo, en la vanidad de nuestra hoja en blanco, en el amor de los que partieron pero dejaron huella, en el silogismo de las redes sociales, en el lugar de nuestras emociones, porque  los árboles siguen siendo seres vivos, como la flor y el bonsái.

Como nuestro Silencio.


AV

12 de enero de 2015

Miguel.





Comenzamos escribiendo sobre lo que nos trae cada día, sobre los aciertos y desaciertos del amor, del trabajo, de la familia y las amistades. Sobre cada cosa que termina y cada jornada que inicia en nuestra vida, algunas por supuesto, con la menor de las importancias, pero qué grandes historias las que podemos develar si miramos más de cerca a quienes nos rodean. Ha sido una semana grandiosa, quizás porque nos hemos tomado el tiempo justo para vivirla y reconocer en ella cada prejuicio y cada suceso; desde el acontecer internacional y el conspicuo universo de opiniones que identifica a los grandes expertos de las Social Media, hasta las atrocidades de la humanidad y sus prejuicios, sus convicciones, sus pedazos de muerte.

Encontramos en el amor ese camino que nos brinda refugio de la tempestad en el bosque, hallamos de igual modo el camino para hacer del amor una bonita aventura, claro, para ciertas personas el amor no es más que un cuento mal relatado y quizás, que necesite cambios y nuevos personajes. Ha pasado el tiempo de emprender a conocernos, dar paso a paso al lugar de encuentro de cada miedo y cada queja, ser universales a costa de rumores locales, hacernos mágicos en manos del ser amado, a expensas de la familia querida, o por qué no, del día soñado.

Nos hemos tomado un tiempo justo para no dar continuidad a este Blog, quizás porque ayer era domingo y hasta El Buki descansa, tal vez porque sea demasiado exigente de mi parte pretender una publicación diaria, o porque las herramientas en ocasiones no siempre están a la mano. Da igual, porque es paso a paso que vamos forjando con carácter esos hábitos de los que venimos conversando, de esas primeras evidencias de lograr alcanzar el cambio, ayer no hubo noticia de lo cotidiano pero vean ustedes, seguimos aquí, conversando, dejándonos en el unísono del silencio.

Me encuentro en compañía de un ser muy especial: Un Alce.

No recuerdo haberme aprendido su nombre, pueda exista la posibilidad que no tenga nombre aún, para efectos literarios y de esta publicación le daremos por nombre “Miguel”, bueno, pues Miguel es un señor ya mayor de alrededor de veinte años, piel oscura, de un café intelectual, de esos que despiertan los sentidos. No tuvo la oportunidad de ejercer alguna profesión o si quiera estudiarle, fue dado como regalo a una bella mujer y su función como solitario mamífero de peluche ha sido hasta el sol de los días eternos, el de cuidar y velar por la seguridad de su protegida: Dar de su nombre una oración por cada sueño que haya que cuidar.

No usa zapatos, porque los Alces no usan calzado, tampoco tiene puestos pantalones o camisa que protejan su virtud, esto amigos míos, a razón que se trata de un mamífero muy especial, es un peluche, inocente, santo, libre de toda culpa y toda maldad, fabricado en Taiwan de seguro, pero qué más da, es un ser ajeno a los pensamientos del hombre, a la semilla de la razón y la filosofía. Sus cuernos son interesantes, grandes, fuertes, bien ubicados, preparados para enfrentar cada batalla que haya que asumir.

Tiene en su haber unos ojos oscuros, profundos, tan oscuros que el universo esconde una parte de sí dentro de ellos, distinto es al referirnos a su mirada, porque allí también habita la nada, se disuelve en el aire como espesa niebla que huye del calor, es posible que con tan bellos ojos no conozca aún el significado de un amanecer o una puesta del sol, sea cualesquiera su condición es de gran premura brindarle cariño y protección.

Nos conocimos el pasado año, llevamos poco menos de un mes conociéndonos para ser más sensatos, allí, en la penumbra del silencio, él me vigilaba y yo, bueno, yo con curiosidad lo admiraba. En estos momentos duerme al lado de una hermosa dama de verdes ojos, de un angelito que cuida mi sueño. Miguel también tiene una elegante bufanda que le da esa clase y esa curiosa vocación de guardián que todo soldado anhela, es un ejemplar de buenas costumbres y grandes historias, porque ha sido testigo de su comodidad en la almohada de cuantos sueños y pesadillas han pretendido cruzar su puesto de vigilancia.

Todos tenemos un personaje a quien acusar nuestro cuidado, desde animales y personajes fabricados en felpa hasta grandes leyendas y deidades moldeadas en cuanta materia prima haya disponible, es un atrapa sueños de voluntades y razones lo que buscamos contemplar, como la canción que se promete a sí misma en nombre del amor, dar al corazón lo que la razón busca desesperadamente entre compositores y trovadores.

Es el silencio mismo el que nos da la comodidad o incomodidad de las cosas, a cada quien decidimos darle nuestra comodidad o por el contrario, afectarles con lo incómodo que podemos llegar a transformarnos. Un Alce por ejemplo, a quien hemos nombrado como Miguel es el claro ejemplo de lo bonito que podemos encontrar en la vida de otra persona, como Nacho, mi Oso Gris a quien guardo y respeto desde hace también más de veinte años. La historia de Nacho es otra, porque su nombre no es Nacho partiendo de allí sino, Nacholéon, pero qué más da, son tercas amistades que engendramos en representaciones de lo humano a lo peluche.

Verlos abrazados, suspirando, dejando en la mente funcionar todo como una máquina que fabrica emociones, en el pulso de la respiración como un motor que mueve su mundo, en sus brazos abrazar a un Alce que hace de sí una casualidad que ha dado a las noches una prueba de cotidianidad, ver en la nada algo asombroso.

He conocido a un Alce, que cuida a una gran mujer.


AV