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Hablar
de prioridades es extendernos en un listado de nuestra cotidianidad, de dar
importancia en un orden a cada actividad, a cada pendiente, inclusive, a cada
sentimiento que se nos va cosechando en el camino. Muchas veces damos prioridad
al entretenimiento y al ocio, vemos en el tiempo libre un manantial de
pasiones, encontramos allí, dónde la nada es constante, una excusa perfecta
para inventarnos una rutina, para sonsacar las mejores sonrisas en las mejores
oportunidades.
Aprendemos
a dar oficio a los compromisos personales, agrandamos la agenda si de la
responsabilidad laboral corresponde, pero es en ella donde aprendemos a darle
manejo a cada situación y a cada necesidad, no soy de los que fácilmente se
deja llevar por un sentimiento y acude a las palabras para expresar lo que hay
en mi interior, pero ese el escenario de trabajo donde vamos focalizando cada
sentimiento y lo canalizamos en la ocasión debida, aprendí en el camino del tiempo que es mejor
esperar, dejar a la rutina hallar un camino idóneo para los compromisos a
terminar.
Nos
enseñaron a pelear, a ser “frenteros”, fuimos creciendo en un discurso donde
las familias educaban a sus hijos bajo el eslogan: “Usted tiene que ser alguien
en la vida”, como si no fuéramos nadie, como si nuestra identidad desde niños
fuera una constante búsqueda de respaldo y apreciación, como si no fuéramos
seres o personas con gustos y formas de actuar. Crecimos bajo el estandarte de
dar prioridad a los deberes que se nos asignan y no a lo que queremos para
nuestra vida, por eso el ocio y el entretenimiento se nos convierte en un oasis
de escape.
Hablar
de prioridades es comenzar por uno mismo a entender qué es lo que nos gusta y
nos disgusta de lo que nos rodea, qué es lo que buscamos en el amor y en la
pareja, qué es lo que buscamos en el trabajo y en la oficina, si aprendemos a
entender que cada acción que realizamos se ejerce por una simple función de
agenda o si se ejecuta con el más grande acto de amor, amar lo que hacemos.
No nos
enseñaron a calmar la ansiedad sino, a llegar de primeros, aprendimos a abrir
camino a un diálogo más sensato, ser elocuentes en palabras dónde no haya
heridos ni agresiones, donde se permita ser persona en el corazón de quien nos
escucha, alejarnos de cualquier intento de vida y permanecer en lo sensato del
discurso de la buena voluntad sin permitirnos ser ciegos o sordos a los
problemas que haya que atender.
Hablar
de prioridades puede ser mezclar lo importante con lo urgente, pero no nos
enseñan a entender que lo urgente es producto de descuidar lo importante, nos
convencemos de ser expertos en gestión y liderazgo porque sabemos ayudar a los
demás, porque le solucionamos la vida a los Gerentes o grandes ejecutivos
cuando olvidamos el sentido común del orden y la cordura.
Sensato
es pues, que el sentido común es el menos común de todos los sentidos. Sensato
es pues, que en ocasiones creemos estar obrando bien, con el corazón, pero los
demás nos observan con malestar quizás porque consideren que lo que hacemos o
la manera como lo hacemos está mal.
Vivimos
en un mundo del aquí y el ahora, en la conectividad de las cosas, donde las
relaciones humanas se hacen más asequibles a la interacción pero más alejadas a
la comunicación, permitimos dejar que los malentendidos sean temas prioritarios
en la agenda haciéndonos incomodar, alejándonos de lo que realmente vale la
pena y es que es allí cuando doy la razón al Zorro cuando se despidió del príncipe:
“Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy
simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los
ojos -repitió el principito, a fin de acordarse.
-El tiempo que perdiste por tu
rosa hace que tu rosa sea tan importante. ”
Me
gusta disfrutar cada etapa y momento de la vida, valorar a quienes me acompañan
en el camino y a quienes se quedan atrás, entender que cada experiencia deja un
aprendizaje y es de los errores de donde más hay que sacar aprendizajes, donde
se aprende lo que realmente debe ser prioritario en la vida.
Todos
los aspectos están relacionados, desde salud, belleza e higiene, hasta lo
laboral, académico, profesional, intelectual. Todo se conecta, todo se debe de
priorizar, como el amor y la amistad. Soy de esos que piensan que es importante
darle a la pareja la atención que merece, quererla, amarle, que sienta que la
vida de uno gira por esa persona sin caer en el hostigamiento o acoso, ser
cariñoso, comprender lo que piensa y
necesite.
Sin
embargo, también soy de los que piensa que la vida en pareja debe ser la
conexión de dos agendas, de dos prioridades que se tienen las personas y que se
entienden a sí mismas, se valoran, se respetan con amor.
Cuando
la familia crece las prioridades se multiplican, se entiende pues que las
prioridades siempre han estado allí, jugando entre lo inverosímil y lo urgente,
entre lo importante y lo placentero.
No
podemos permitirnos jugar a ser grandes, tampoco quedarnos estancados en la
nostalgia de la niñez, debemos ser personas que viven y sienten en el alma cada
etapa de su vida, que valoran y disfrutan cada experiencia y vivencia que el
día a día les trae, cada letra, cada silencio, cada ausencia.
Ser amigos de lo
que amamos, de lo que nos hace felices, darle prioridad a lo que nos aporta a
la vida no a lo que nos molesta o disgusta, entendernos que el columpio regresa
con la misma potencia con que lo empujamos, que las escaleras también sirven
para bajar, que no estamos solos en este mundo y que nuestros actos afectan a
todos los que nos rodean, porque ellos también tienen sus prioridades.
Me
gusta vivir con amor cada proceso y aprendizaje, me gusta desprenderme de lo
material y vaciar mis sentidos en lo espiritual, como una señorita que busca la
felicidad.
Me
gusta esperar.
AV