Con una extraña tanda de música para planchar, un poco de Bon Jovi, luego un tris de Elton John, al rato un golpe musical de Queen, el infaltable Pink Floyd y un breve descache con The Beatles, comienza una tarde de noticias netamente cotidianas. La espalda me recuerda con dolor el trajín de la semana que terminó, el dolor del trabajo, el dolor que clama masajes, el dolor de la política electoral.
No somos santos que predicamos la paz perpetua ni demonios que motivamos a la destrucción social, no somos seres que con sus alas despliegan un aire de tango en tierras mundanas, no caminamos con las alas en la espalda como muestra de autoridad o superficialidad. Humanos, demasiados humanos llenos de urbe en su mirada, con pensamientos banales, con deseos y necesidades que con el tiempo presionan más que el mismo deseo de vida. Para el sol de este mes, este gato ha iniciado su laberinto en recorridas calles empapeladas y humeantes con la posible oportunidad de olvidar el cielo que le llueve o la tierra que le quema.
Con el insoportable dolor de espalda y la tanda melodramática de música anglo damos paso al reconocimiento espiritual de nuestras mentiras, pero entre gatos y murmullos esas mentiras se vuelven cantos celestiales, una breve pero hipócrita oda al amor.
Quizás un Café solucione este estrés o mejor, un vino chileno puede ser la opción a recorrer almohadas de sabiduría y sábanas de pecado, copas de tranquilidad para semanas de trabajo sin retorno. Sólo un accidente inexplicable puede cambiar esta rutina inexplicable, pero no de libertinaje sino de cordura y juicio desamparado. A los ángeles que con sus alas tapan el sol, o a las palomas que con sus alas incitan al calor les escribo desde lo más terrenal que pueda maullar un minino, el tejado, una terraza o quizás un balcón. Tratando de mirar abajo sin olvidar que aun seguimos abajo.
Ha comenzado casualmente a sonar Stairway to Heaven, como si Led Zeppelin fuese un confidente en estas letras sin etiqueta.
La Salida es adentro.
No somos santos que predicamos la paz perpetua ni demonios que motivamos a la destrucción social, no somos seres que con sus alas despliegan un aire de tango en tierras mundanas, no caminamos con las alas en la espalda como muestra de autoridad o superficialidad. Humanos, demasiados humanos llenos de urbe en su mirada, con pensamientos banales, con deseos y necesidades que con el tiempo presionan más que el mismo deseo de vida. Para el sol de este mes, este gato ha iniciado su laberinto en recorridas calles empapeladas y humeantes con la posible oportunidad de olvidar el cielo que le llueve o la tierra que le quema.
Con el insoportable dolor de espalda y la tanda melodramática de música anglo damos paso al reconocimiento espiritual de nuestras mentiras, pero entre gatos y murmullos esas mentiras se vuelven cantos celestiales, una breve pero hipócrita oda al amor.
Quizás un Café solucione este estrés o mejor, un vino chileno puede ser la opción a recorrer almohadas de sabiduría y sábanas de pecado, copas de tranquilidad para semanas de trabajo sin retorno. Sólo un accidente inexplicable puede cambiar esta rutina inexplicable, pero no de libertinaje sino de cordura y juicio desamparado. A los ángeles que con sus alas tapan el sol, o a las palomas que con sus alas incitan al calor les escribo desde lo más terrenal que pueda maullar un minino, el tejado, una terraza o quizás un balcón. Tratando de mirar abajo sin olvidar que aun seguimos abajo.
Ha comenzado casualmente a sonar Stairway to Heaven, como si Led Zeppelin fuese un confidente en estas letras sin etiqueta.
La Salida es adentro.
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