11 de junio de 2008

Pereza Capital


Hoy me puse mi camiseta de River y salí a recorrer la ciudad, a perderme en sus calles y murmurar en sus esquinas, me acomodé en el bus y en el lado de la ventana me dediqué a sentir y observar, a narrar en mi memoria como aquellas calles que se paseaba me raspaban en el viento un rostro de urbanidad, ligera como ella sola, sencilla, simple, muda y llena de aromas.


Una venta de chontaduro y un ciclista desprevenido se dibujaban en mi trayecto, baladas latinoamericanas entonaban el paisaje al ritmo de un bus urbano, acomodado en mi asiento me reprimía contra la ventana y pensaba, vigilaba mi soledad con ese silencio de las cuatro de la tarde esperando al sol desaparecer, me acostumbraba a adivinar el mundo y destino de los peatones que en las esquinas buscaban seguridad, con mi alma despojada de pasado alguno me dejaba olvidar por el perdido recuerdo de los foráneos sueños de mi pasado.

Hoy me senté a tomar un café como es de costumbre y a fumarme un cigarrillo en paz, a vigilarme en la perezosa morada de mi confianza, pecado capital que me habita, me destroza, me remueve y me estorba, pecado lleno de vida que me empuja a este mes de expectativas y refuerzos morales. No olvido para nada los ayeres de mi lectura y con libro en mano comienzo a mudarme de precipicio para iniciar el recorrido mudo de la literatura universal, con un texto para niños lleno de mensajes lindos y prometedores sigo mi curso taciturno, esa vespertina tradición de morirme en una silla con una taza de café y un cenicero observándome mientras palpo páginas con la yema de mis dedos, donde mis ojos son la ventana a esa inmensidad de locuras y texturas que se emiten en mi inconsciente, en mi colectiva memoria de joven emprendedor.

Recojo palabras de mesas cercanas, observo a los descuidados interlocutores prometerse historias y anécdotas para endulzar sus bebidas, miro en el cielo unas anaranjadas nubes que dan atardecer a estas chispas de oscuridad, a estas noches que llegan con la belleza del sol que se duerme, veo en la brisa esas almas que viajan de calle en calle bendiciendo corazones llenos de libertades que oprimen, esos tesoros que se guardan y esclavizan, esos grilletes que llamamos recuerdos y sentimientos y los envolvemos en seda para no dejarlos morir. Hoy decidí vivir, porque para morir sólo se necesita vivir, pero para vivir se necesita más que nacer, se necesita amara y perecer, se necesita fuerza y coraje, se necesita un buen café y una soledad espumosa propia del atardecer, pero la pereza no me deja, me consume, me muerde, me ambienta en una cueva seca y profunda, algo inolvidable en nuestra necesidad de existir.

Con una taza de leche caliente cual niño bendecido por sus padres pienso en lo que me espera, observo a la soledad y hago una tregua con ella, le pido disculpas por maldecirla y luego la agredo por acompañarme, le pido una cerveza o una copa de vino, me brinda agua salada y me golpea con las horas perdidas del sueño. Quiero dormir y descansar, no dormir y morir, un chocolate amargo me caería bien, un hilo de sangre se choca con la mesa que me vigila.

Me dedico a leer para que me lean, no escribo hasta no embarazar mis entrañas de sueños y experiencias, de historias que sirvan de linaje, de letras etiquetadas en banquetes y ceremonias sociales, me dedico a escribir para que me escriban, pero no lo hago hasta no leer lo que eso que llamamos mundo me deje aprehender, no lo digo con ganas de ignorar o rechazar, lo digo con ganas de abandonar del todo y matar la pereza, mandarla al otro extremo de la humanidad y darle tiempo a que tenga vida.


Sabes bien que soy un alma en proceso de solidificación, bien sabes que soy una hoja en blanco que se humedece en las noches con sábanas frías y ceniceros vacíos. Hoy salí con mi camiseta de River a recorrer la ciudad y dejarme atrapar, a morder el subsuelo social de las culturas urbanas y empezar a hacer parte de algo, a sacrificar mis tardes de lectura y empezar a matar las noches de escritura, no quiero pensar, solo sentir.


Ya va siendo hora de desnudar a ese duende que todos llevamos por dentro.

AV

3 comentarios:

Iván R. Sánchez dijo...

¿En donde quedamos? Somos el resultado del tejido dulce y amargo de una vida con sueños truncados con memorias rotas y con cafes que nunca fueron disfrutados; nos dedicamos a intentar ver mas allá de la superficie, cuando la superficie nos ahoga.

Amigo, la soledad es mala compañera, mala consejera, pero es con la única con la que podemos contar.

Revuelve tu alma, siente y vive; luego, cuando la vida colme tus sentidos y el alma te carcoma por tanta necesidad insatisfecha; tendrás que darle nutrición de nuevo a la mente y volveras a tener con que escribir, para leer, leer para ser leido y escribir para escribir; un cuento de muchos gatos, unos que maullan a la luna, otros que se esconden del dia y de las colchas de nubes que se juntan y envuelven en gris para tomar cuenta del poco calor del mundo y hacernos recoger unos a otros como la enseñanza del mundo de que nos necesitamos, asi sea para guarecernos juntos y darnos calor.

Quería escribir mas cosas, pero a la final, yo no escribo más que para mi.

Anónimo dijo...

hay momentos para todo, para soñar , reir, y vivir pero el momento que mas me agobia la existencia son esos pensamietnos que no me dejan tranquila, son esos dulces momentos que tan solo yo comprendo en mi existir que tan solo yo puedo controlar, y solo me queda imaginar como mi soledad me ayuda a comprender cada paso que doy en la calle deambulando y contandome historias para no acordarme de esa amiguita que me acompaña dia y noche, esa presencia que no me deja tranquila que me coge y me arrastra de la mano de la sociedad, no me permite interactuar con otros ya que es demasiado celosa para compartirme.

sapa

Andrés Eduardo Chicué Romanoff dijo...

Con el paso de los dias, de los años nos vamos dando cuenta de lo absolutamente necesario que es desnudar ese duende y regresar a ese lugar al que todos deveríamos volver y cuyo camino olvidamos entre las lineas de la vida adulta.

cuidate!