27 de julio de 2008

MISIÓN CUNDINAMARCA PARTE V


Han pasado años de extrema espera y desespero, esa mezcla de vida donde el calor nos asfixia en un baño o en una habitación, muchas voces y recuerdos se colgaron en paredes para enseñarnos a entender la importancia de las ausencias, los diciembres son sinónimo de marzo y abril, la familia se resume a palabras y amores sacados de un televisor, no de enseñanzas barriales o escuelas de medio día, la muerte nos ha echado al olvido, nos ha sacado de ese juego de amores y nos enluta de manera sutil y directa, bloqueando nuestro pasado hasta hacerlo olvidar, hasta ignorarlo completamente y volvernos unos ingratos de sangre pura.

Así comienza la segunda parte de la historia de los Vargas, con ese duelo en tributo al abuelo Leo pero donde los años y el tiempo pasaron sin decir palabras sabias, sólo nos agachamos en la sombra y comenzamos a vivir desde el dolor más próximo o desde el placer más remoto, así comienza pues el segundo ciclo que deja su sabor a mora servido en la mesa.

Hay familias donde se esconden las mentiras y se dejan a la espera de la soledad para brindarlas al exilio, en ocasiones nos ofrecen experiencias propias de la televisión y del séptimo arte, engaños que bien se pueden evadir con un buen libro o que quizás se podrían abandonar en la mitad de una conversación múltiple de aves y flores amarillas.

La primer mañana que se sirve en la mesa fue a la llegada de agosto, serían cerca de cuatro años después de la muerte del abuelo Leo, las tías Mona, Leonor, Inés y Carmen no volvieron a Girardot, consideraban innecesaria la visita, de vez en vez bajaban los hijos de Inés a Melgar para visitar a mi prima Maria Claudia y, allí sacaban media hora de tiempo para bajar a Girardot y visitar a la abuela Olga, del mismo modo la Familia Acero Vargas y Navarro Vargas pasaba por el lugar a visitar a la casa amarilla y continuar su rumbo a sus casa de verano en el lujoso sector de El Peñón. Ningún Vargas estaba presente realmente en la casa, sólo los Vargas hijos del segundo Matrimonio de mi Abuelo.

Había crecido, ya no caminaba con Overol ni jugaba con triciclos de alquiler, el calor me desesperaba de la misma manera que la ausencia de amistades, mis viajes en ese sentido comenzaron a ser tediosos, comenzaban tiempos de angustia en el que le rogaba a mis padres dejarme en Cali con mis amigos y no que me enviaran a ese pueblo de nadie a soportar el calor del infierno mismo, había olvidado las tardes en el Magdalena, las noches en el patio trasero cazando lagartijas y luciérnagas, las tardes de lectura en el segundo piso al lado de la tía Charito, ese vacío de la niñez sólo fue llenado de manera temporal en unas vacaciones de dos meses en los llanos orientales, pero eso fue precisamente un año más tarde a la muerte del Abuelo, ahora las vivencias tendrían que ser a otro precio.

La relación familiar entonces se cerró a una interacción directa con mis tíos Fernando, Diego, Rosío y Juan, los hijos de Olga, la segunda esposa de mi abuelo. Con cada uno de ellos se lograron descubrimientos que me encerraron en diversas preguntas y dudas propias de mi familia, la importancia de descubrir en manos de quién o bajo que condiciones se orientaría el curso de la casa amarilla ahora reposaba en la autoridad de mi abuela Olga, autoridad que nunca identifiqué y en la inteligencia de mis tíos, para ese entonces, cerca al año de 1995 las relaciones en la casa que había dejado de ser grande se centraban en discusiones que para cada verano o diciembre se abordaban delante de mí, el proceso nunca fue igual, la independencia de conceptos era total y la energía, esa vibra que me motivaba a sentir la brisa bajo un fresco palo de mango ya no estaban, sólo el sobre de frutiño que se servía en el almuerzo conservaba la poca tradición con la que abracé mi infancia.

Las primeras divisiones se centraron pues en esos vacíos que el duelo obliga a la memoria rechazar, y para cuando recuperas la calma y la paz, te recibe el espejo con noticias tan malas que nuevamente invocas al insomnio.

AV.

1 comentario:

HannaLuna dijo...

Me pregunto que habra sido de la casa amarilla.. Existe acaso aun?
me da mucha curiosidad la verdad...

y que bueno q ahora estas por estos lados caleños, con tus amigos y con este excelente clima y paisaje. Aunque yo diria q los calores melgareños y girardoteños tienen su encanto particular.

Quedo pendiente de los proximos capitulos, asi que volverE en cuanto esten listos;)

Un consejo: seria bueno q al final de la historia pusieras todos los links juntos en un solo post, para que quienes se han perdido las 1as partes puedan entender el resto de la historia..

De nuevo un abrazo
Luna