8 de enero de 2008

Extremo & Furtivo


Sentado rascándome la cabeza mientras escucho amor estéreo, reflexiono un poco sobre la dosis de nostalgia con que se cerró el año pasado y se dio inicio a este que apenas arranca, no tomo lápiz y papel desde la semana previa al fin de año, quizás una sobredosis de olvido me llevó a ignorar tan lindo e importante ejercicio de catarsis con el que nos entregamos en las letras, en lo más humano que nos puede caracterizar y que es precisamente lo que nos da esos hilos de vida extra, unos cuantos minutos de inmortalidad. Nos reservamos a los agüeros de la fiesta y el jolgorio, nos disipamos en las rumberas integraciones familiares, nos bebemos el sueño que no cumplimos y que decidimos postergar para el año siguiente, miramos en las noticias los “bloopers” de esas trágicas historias que sólo nuestra realidad nacional nos puede brindar, alimentamos en el silencio esos rostros marcados por la madurez para en un e – mail desearle año nuevo a ese amigo que no vemos hace mucho o que se nos fue del país como otros muchos.

No tomo lápiz y papel quizás porque no tenía nada que decir, en realidad y basado en las casualidades de mis vivencias tengo una que otra anécdota que compartirles fruto de estas vacaciones que acaban de clausurarse, pero viendo en el ejercicio de redactarlas no le hallaba (y aun no se lo encuentro) el sentido de publicarlas para beneplácito de ustedes los lectores. Muchos abandonaron el gimnasio, la dieta, el trabajo o las rutinarias acciones de su modo de ser, para mi caso solamente dejé en letargo mi breve pero amordazada rutina del escribir para leer.

Muchas cosas pasaron al cierre de ese 2007 que son tema de conversación o tema de interés general, pero en mi caso particular es poco lo que puedo contar, ahí el motivo de un Blog abandonado en la totalidad de sus letras. De todos los males el que más daño nos hace es precisamente el mal de la curiosidad, la volvemos tan vicio para nuestra literatura que terminamos hablando sobre lo que no es literario, lo volvemos noticia o reportaje y no un escrito literario.

Ya entrado en gastos es que nos sometemos a la reflexión pos diciembre y vemos en estos días de enero un núcleo de nostálgicos sucesos, tratamos de reiniciar labores pero comprendemos que hay ciertas labores que murieron con los ciclos del pasado, o que en este presente lleno de verano empezamos a notar que son labores buscando identidad, pues bien, espero poder cumplir esas promesas de fin de año y poder darles a leer esas pocas o nulas anécdotas que me ocurrieron en el cierre de vacaciones.
Bienvenida sea pues la oportunidad de reencontrarnos y escondernos, imitar en letras musicales carcajadas o lágrimas innecesarias, o someternos al duro ejercicio de recriminarnos por las tareas olvidadas o los rostros que no reconocemos en el espejo de la soledad, de esas ideas de querer olvidarnos lo que hace mucho se nos volvió un tatuaje, emociones llenas de inquietas razones para cubrirnos con tabaco o licor lo que en la comida vimos como solución, cansarnos de jurar historias que no requieren de segundas partes, de pedalearle a la vida esos caminos que hace mucho se convirtieron en programas de televisión, esas redes que hemos congestionado en nuestro sistema hormonal.

Este año, el año de la rata según el calendario chino, es nuevamente un reloj de arena que a duras penas comenzamos a conocer y dar uso en la mitad del primer mes, teniendo en cuenta además que este es año bisiesto, un día extra para sentirnos festivos, para darnos en la hoja de vida un día más para emplearnos, para educarnos, para ocultarnos, para premiarnos, para escondernos, para huirle al rencor y abrazarnos en una relación sexual propia de extranjeros, una aventura que decide volvernos mito y leyendo, dejarnos en ridículo ante las constantes ideas que se nos ocurren, atropellarnos en un silencio certero y nocturno, darnos una idea de lo que hay que vivir para poder contar, de vestirnos de etiquete, montar la bicicleta y salir a recorrer ese urbanismo que dejamos de lado en las vacaciones.


Les confieso que soy un animal totalmente urbano, ya los sonidos de la selva y el campo me suenan raro, por más que intento distinguirlos uno de los otros termino llorando en mi almohada con el deseo de volver al bullicio de la urbe, de todo aquello que me somete a ser lo que soy, pues bien, este año que inicia es precisamente esa última oportunidad para encontrarme en lo exacto de la morbosa soledad y sus vicios, todo un silencio lleno de recuerdos y puertas cerradas.

1 comentario:

Iván R. Sánchez dijo...

Eso es demasiado para mi, los recuerdos se parecen, hasta los análisis y la desidia propia del escribir, pero nunca las letras; en eso mi gatuno amigo, me llevas un millon de años luz de ventaja; yo indago, pienso y reflexiono, mas no plasmo todo, me gusta guardar algo de eso para mi y que la sensación quede...