11 de agosto de 2011

La Noche Blanca



Imagen tomada de: http://bit.ly/otaF6i

Sentía un frío en el pecho que le incomodaba, quería despertar y gritar, o quizás ya estaba despierta y no lo sabía, trataba de moverse de la cama a como diera lugar, sin embargo sus esfuerzos resultaban inútiles a cualquier movimiento. Era como si alguien se le sentase encima en el pecho, una presión insoportable, un sentimiento de agotamiento constante que no le dejaba gritar, no se le permitía respirad con facilidad, solo el desespero le llevaba de manera inexplicable a dormir nuevamente. Cada mañana se preguntaba lo mismo, ¿qué era lo que ocurría?

Noche tras noche mientras su estadía en la casa familiar de descanso era halagadora por el templado frío de la Sabana, por el constante contacto con la naturaleza y el tener que socializar con familiares y viejos amigos, su comodidad se veía interrumpida por el desasosiego de una insoportable y en ocasiones, dolorosa presión en el pecho. Era una preocupación que crecía sin misericordia, una duda que le asaltaría por el resto de su temporada de descanso en la villa familiar.

Su hermano, cinco años menor que ella, se quejaba constantemente de escuchar ruidos en el establo, pero no era nada que le preocupase, lo consideraba siempre una excusa para escaparse de la hora de dormir y jugar hasta altas horas de la madrugada, excusas que siempre molestaba a su madre, por ello prefería ignorar sus quejas y reclamos. Por su parte, en silencio y con la costumbre de meditar sobre un libro abierto, pensaba constantemente sobre su malestar, cada noche era una presión que le robaba la esperanza de dormir en paz.

Esa noche, decidió no dormir, por el contrario hizo caso a las molestas preguntas de su hermano, esperando a que su madre se ocupase en la cocina salió con sigilo para observar a su padre en el zaguán compartir con sus amigos de toda la vida. Estaban bebiendo aguardiente con un poco de cerveza, algunas botellas vacías se podían observar acomodadas junto al muro de la puerta principal de la hacienda. Regresó y despertando a su hermano lo invitó a salir, el frío era insoportable y se sentía desde el interior de la casa, por eso refunfuñando y con muecas de rechazo éste no quiso aceptar la invitación, para ello, tuvo que recurrir a fantasías populares y con la excusa de ir a ver qué ocurría en el establo tomó del brazo derecho a su pequeño hermano levantándolo de la cama. Le vistió con la primera chaqueta que encontró a la mano y salieron a prisa en un descuido de su madre.

Con sudadera y botas de goma, se abrigó con un delgado jersey de lana verde, se soltó el cabello y caminando lograron llegar al sendero de balastro, un angosto camino grisáceo que conduce a la zona de trabajadores y al establo, sobre el costado derecho del sendero se puede observar el lago de pesca de la villa, enormes pinos y rocas sobre el césped decoran el incontrolable canto de los grillos, las luciérnagas vigilan la noche como si fuesen testigos de algún suceso en particular, las estrellas, inquietas ante el camino de los dos jóvenes solo se dedican a seguir su rastro, la noche se acerca a su final y cerca de las cero horas la temperatura sigue disminuyendo sin compasión.

Un pequeño niño con chaqueta roja camina muerto de frío, su consuelo es saber que su hermana mayor, con mirada distante, lo llevaría a resolver su duda sobre el ruido de la caballeriza en horas de la noche, ella, vestida de impaciencia, camina sin rumbo pero con decisión. No sabe lo que busca, pero su temor a pasar otra noche con dolor y angustia le motivan a seguir el rumbo, se acerca la media noche, comienza a hacer una fuerte brisa, helada y mordaz.

Mientras se acercan a la caballeriza, ella le pide a su pequeño hermano entrar a revisar, saben que hay una yegua embarazada y lo más probable es que ese sea uno de los motivos del bullicio al interior, en el fondo, ella sabe que eso no es verdad, no cree en las quejas de su hermano, pero prefiere mantenerle ocupado en búsquedas sin sentido mientras ella prefiere dar prioridad a su propia búsqueda aun cuando sabe que la suya es mucho más incoherente que la de su pequeño acompañante de expedición.

A lo lejos logra observar algo correr entre los pinos, piensa un instante si es algún animal, pero por la hora sabe que los únicos que salen en la noche son los murciélagos y los Búhos, pero en el lago es poco probable encontrarse alguno de esos animales corriendo así que decidió dar paso a su curiosidad y emprender camino. Su hermano ya entraba al establo, nunca había visto a los caballos dormir, así que se tomaría su tiempo saciando su curiosidad en el interior mientras ella tomaba rumbo al lago, cerca a la entrada de la arboleda. Escuchó una risa un poco confusa, no sabía bien si era una risa o algún sonido particular de los grillos, o quizás, de los renacuajos. Prefirió seguir adentrándose.

La Niebla era densa y se posaba sobre el agua del lago, parecía como si fuera una cobija que cubría aquellos secretos que la noche prefiere dejar escondidos del entendimiento humano, era un frío sospechoso, la brisa que viajaba entre árbol y árbol, parecía más un ser con libre albedrío que una brisa campestre. Cerca al estanque donde duermen los gansos, los pasos dejaban una evidente huella sobre el barro, las botas de goma eran suficiente protección para el andar de una adolescente presa de su propia curiosidad, quizás presa de su propio miedo.

Se apoyó sobre el tronco de un viejo pino, escaló sobre un par de grandes piedras y brincó hasta llegar al otro lado del estanque, un pequeño hilo de agua donde nace la afluencia del lago. El barro era su mejor confidente y no permitía que hiciera ruido al caminar, al llegar al otro lado se encontró frente a frente con un pequeño grupo de luces que flotaban detrás, pensó que eran luciérnagas, pero por su tamaño era consciente que se trataba de algo superior, quiso acercarse pero nuevamente empezó a sentir presión sobre el pecho, intentó moverse para apoyarse sobre algún tronco, pero le fue imposible dar un paso, observando alrededor se dio cuenta que ya no estaba el lago, era como si se hubiese transportado a otro lado de la villa, solo alcanzaba a ver a lo lejos el sendero de balastro, en él, su pequeño hermano caminaba con las manos en los bolsillos de la chaqueta, se notaba cansado y un poco desesperado, como si el tiempo hubiese avanzado rápidamente mientras estuvieron separados, no comprendía con exactitud que ocurría, solo quería gritar pero ni la voz le daba para ello, su cuerpo no le hacía caso, su silencio era lo único que le quedaba de humanidad.

Decidió caminar de nuevo, intentarlo una vez más, querer alcanzar a su hermano, pero no lo lograba, era como si la presión del pecho estuviese sobre todo su cuerpo, solo podía observar, ser parte del juego de espectador. Con dificultad logró identificar algo inusual en todo, la niebla seguía intacta, pero ella, era parte de la niebla y sin proponérselo, avanzaba lentamente hasta llegar a un inmenso árbol donde le esperaban varias luces blancas, detrás una mirada le esperaba, pero no sabía con exactitud de qué se trataba, quería salir de allí, pero ya era demasiado tarde.

Al otro lado, en el sendero, un pequeño niño camina desesperado con las manos en los bolsillos de su chaqueta.

AV

1 comentario:

Eltharion dijo...

Que buen relato don Armand... un placer leerlo!