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Tomada de:
Todos tenemos una historia por contar, es nuestra
naturaleza. Tenemos anécdotas, recuerdos, ilusiones, inclusive, esas historias
de lo que no hemos vivido también son fonemas listos para comentar, contar.
Tenemos motivos suficientes para andar por la vida preguntando cuánta razón se
nos escapa de una discusión, inclusive, tenemos discusiones consigo mismos que
nos llevan a pequeños soliloquios.
Las letras como denuncia, como protesta de lo que
no se comparte, escritos llenos de identidad, de historias de otros o propias
que pretendemos logren causar en el lector ese efecto de intimidad que buscamos
en la soledad. Tenemos inclusive historias que no nos pertenecen, historias que
nacen de la ficción, de una ficción llena de imaginarios reales en la que solo
logramos dibujar lo que no entendemos, o quizás, lo que no queremos revelar.
Somos escritores de la cotidianidad, pasajeros de
un largo viaje lleno de personajes reales e imaginados, una cotidianidad que
construimos con juramentos sin fundamento, algunos la prefieren escribir para
cantar, dar vida a la rutina con canciones, dar sacrificios a la oralidad con
poemas o cuentos cortos. Darlo todo en un ejercicio de transpiración.
Conocemos personas en la vida que nos cuentan sus
historias, seres lleno de misterios y rutinas entrecortadas por el tiempo que
nos dejan recuerdos, que nos rescatan del aburrimiento regalándonos una parte
de si, una historia que nos salva del silencio. En otra oportunidad conocemos
situaciones ajenas, de esos personajes ciudadanos que en el diario vivir nos
regalan su cotidianidad, los observamos y aprendemos de ellos, entendemos su angustia,
su alegría, sus silencios. Quizás no sean historias reales, son simples
visiones de lo absurdo, de una nostalgia condenada a nuestra interpretación.
Hay canciones que relatan historias, algunas las
hacemos propias y nos permiten identificar un recuerdo o una esperanza, quizás
hasta nos hagan daño pero al final, es ese su propósito, recordarnos que aun
somos seres humanos con cuentas pendientes por vivir.
Tengo una historia para contar, tengo letras para
denunciar, para protestar, quizás algunas oraciones para compartir y con ellas,
darle identidad a algo, sea al vacío o a lo ajenos que nos convocar. Tengo
historias sin escribir, de esas que uno adopta por convicción y en ocasiones
por lástima: historias ajenas que llenamos de ficción, llenamos de ocurrencias
del pasado y de ilusiones del futuro.
Tengo una historia lista para escribir, pueda que
nunca vea la luz en este blog pues es posible que se trate de una ficción que
requiera más transpiración que inspiración.
Tengo un universo de colores que se envuelven en
palabras, colores que me llevan de un puerto a otro, de una página en blanco a
una oración en el viento, tengo todo por decir pero a su vez, nada me
pertenece, porque así es la ficción.
Tenemos secretos, recuerdos que nos llevan a una
herida que no quiere ser puesta en tertulia, inclusive, somos portadores de
enseñanzas, de misterios, de obscenidades y vergüenzas, porque somos humanos y
mundanos. Tenemos mandamientos que nos guían en la vida, de esas reglas que
para escribir nos enseñan más de la lectura que de la postura.
Hay historias que se escriben para convivir, como
el origen del papel moneda o los peligros de una revolución sin fundamentos
económicos. Tenemos héroes y villanos, de todo un poco, canciones, fábulas,
mitos, leyendas, amigos.
Tengo una historia lista para escribir, un
silencio próspero para reflexionar.
AV
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