21 de agosto de 2012

Historias para escribir




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Todos tenemos una historia por contar, es nuestra naturaleza. Tenemos anécdotas, recuerdos, ilusiones, inclusive, esas historias de lo que no hemos vivido también son fonemas listos para comentar, contar. Tenemos motivos suficientes para andar por la vida preguntando cuánta razón se nos escapa de una discusión, inclusive, tenemos discusiones consigo mismos que nos llevan a pequeños soliloquios.

Las letras como denuncia, como protesta de lo que no se comparte, escritos llenos de identidad, de historias de otros o propias que pretendemos logren causar en el lector ese efecto de intimidad que buscamos en la soledad. Tenemos inclusive historias que no nos pertenecen, historias que nacen de la ficción, de una ficción llena de imaginarios reales en la que solo logramos dibujar lo que no entendemos, o quizás, lo que no queremos revelar.

Somos escritores de la cotidianidad, pasajeros de un largo viaje lleno de personajes reales e imaginados, una cotidianidad que construimos con juramentos sin fundamento, algunos la prefieren escribir para cantar, dar vida a la rutina con canciones, dar sacrificios a la oralidad con poemas o cuentos cortos. Darlo todo en un ejercicio de transpiración.

Conocemos personas en la vida que nos cuentan sus historias, seres lleno de misterios y rutinas entrecortadas por el tiempo que nos dejan recuerdos, que nos rescatan del aburrimiento regalándonos una parte de si, una historia que nos salva del silencio. En otra oportunidad conocemos situaciones ajenas, de esos personajes ciudadanos que en el diario vivir nos regalan su cotidianidad, los observamos y aprendemos de ellos, entendemos su angustia, su alegría, sus silencios. Quizás no sean historias reales, son simples visiones de lo absurdo, de una nostalgia condenada a nuestra interpretación.

Hay canciones que relatan historias, algunas las hacemos propias y nos permiten identificar un recuerdo o una esperanza, quizás hasta nos hagan daño pero al final, es ese su propósito, recordarnos que aun somos seres humanos con cuentas pendientes por vivir.

Tengo una historia para contar, tengo letras para denunciar, para protestar, quizás algunas oraciones para compartir y con ellas, darle identidad a algo, sea al vacío o a lo ajenos que nos convocar. Tengo historias sin escribir, de esas que uno adopta por convicción y en ocasiones por lástima: historias ajenas que llenamos de ficción, llenamos de ocurrencias del pasado y de ilusiones del futuro.

Tengo una historia lista para escribir, pueda que nunca vea la luz en este blog pues es posible que se trate de una ficción que requiera más transpiración que inspiración.
Tengo un universo de colores que se envuelven en palabras, colores que me llevan de un puerto a otro, de una página en blanco a una oración en el viento, tengo todo por decir pero a su vez, nada me pertenece, porque así es la ficción.

Tenemos secretos, recuerdos que nos llevan a una herida que no quiere ser puesta en tertulia, inclusive, somos portadores de enseñanzas, de misterios, de obscenidades y vergüenzas, porque somos humanos y mundanos. Tenemos mandamientos que nos guían en la vida, de esas reglas que para escribir nos enseñan más de la lectura que de la postura.

Hay historias que se escriben para convivir, como el origen del papel moneda o los peligros de una revolución sin fundamentos económicos. Tenemos héroes y villanos, de todo un poco, canciones, fábulas, mitos, leyendas, amigos.

Tengo una historia lista para escribir, un silencio próspero para reflexionar.

AV

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