11 de mayo de 2018

Lágrimas (Un Mar)





Salió con un poco de prisa, no quería dejar sola  a su hermana más tiempo a sabiendas que Mario no era de total agrado, no deseaba imaginar en llegar a casa  y encontrarlos en un acto de reconciliación o algo peor, en un acto de despedida.

Guardó sus silencios en una mezcla de temor, sus lágrimas empezaban a reunirse como una orden sindical en su rostro, se escondían esperando el impacto necesario para aflorar. El ayer era pasajero y en ese lugar aún residían los besos que alguna vez le fueron un peso en la espalda. Miraba al olvido, sentía la injusticia rozar su alma junto a un ejército de lágrimas que afilaban sus discursos de rencor, sentía como sus pasiones morían, como si le tachara cada lágrima las canciones que le dieron vida alguna tarde de diciembre.

Recordó mientras caminaba la tristeza que le embargaba la vida, cargaba el almuerzo en una mano mientras en la otra jugaba a sostenerse, se sentía desahuciada, débil, sin posibilidades de retomar la dignidad que había protegido en el presente (el mundo giró y ella no se dio cuenta).

Una sonrisa burlona escapó de su malhumorada caminata, en el fondo sabía que era él, el del pasado, el que había perdido y no ella. Estaba plena, su vida marchaba a la perfección y en algún bar de la ciudad aquel espantapájaros que la dejó, quizás debió de llorar más que ella, cuando se encerró en su sala de costura a jugar a ser mayor.

No había corazón que soportara tanta injusticia o rencor, no había lugar en el mundo de Lucía que llevase espacio para un pasado que ya ocurrió, pero el mundo, en sus caprichos, giraba a toda velocidad dejándole un poco de derrota también.

Lo había perdonado, él la había dejado de buscar y a pesar de que ahora era demasiado tarde, su vida comenzaba a recordar en medio de una matutina caminata con un pollo asado en la mano, no le volvería a amar, de hecho nunca fue en su búsqueda, por el contrario le habría deseado lo peor, pero no siempre los deseos se hacen realidad.

Había llorado sus días y sus noches, quizás por ello era tan escéptica a la relación que su hermana María Isabel entablaba con Mario, no le gustaba para nada ese juego de perdedores dónde el ganador era aquel que quedara en pie. 

Era consciente que su pasado le era propio, pero temía verlo reflejado en la ahora relación de su pequeña y descuidada hermana.

Su alma estaba arañada, llena de olvido, llena de lágrimas.

***
De la Serie: Canciones de Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: Te Lloré un Río (1992) [¿Dónde Jugarán los niños?]
Compositor: Fher Olvera.

No hay comentarios.: