Imagen tomada de: https://co.pinterest.com/sasseptember/ivan-glock/
Afuera la noche, adentro el cansancio. Dormía en su cama con el afán de recuperar las fuerzas de una jornada laboral, abrazaba la almohada y emanaba un calor corporal propio de un buen ciudadano, afuera, el frío de la noche viajaba entre corrientes de aire, algunas gotas de agua rebotaban en la ventana.
Escuchó el llanto del bebé, otra vez. Despertó con la incomodidad de quien debe atender a quien no está.
Se dio vuelta sobre la propia cama queriendo ignorar a quien lloraba, quizás de hambre, porque para un bebé es perentorio alimentarse sin importar la noche o el día. El llanto era tenue, quizás conciliador, por momentos emanaba potencia y se escuchaba en todo el recinto.
Afuera en dónde la noche abriga a los olvidados, seguía lloviendo, con fuerza, con rabia, con la potencia misma de quienes escapan. Adentro, sobre la calma de una residencia genérica, el llanto del bebé despertaba a nuestro buen ciudadano.
Sintiendo la
incomodidad de siempre, se levantó de la cama y caminó por la habitación,
buscando, observando, intentando entender. Salió a la habitación contigua,
encendió la luz y tomó por sorpresa la soledad de quien lo ha perdido todo.
Siguió su curso hasta la cocina, calentó un poco de leche y con algo de miel la endulzó, una galleta de soda, un poco de dulce de mora sobre la galleta.
Se sentó por un instante mientras preparaba la bebida de leche, el llanto del bebé había cesado, una oportunidad ligera para volver a dormir. El sonido del horno microondas daba la señal de que el envase de leche estaba caliente y listo para su consumo, en la temperatura recomendada.
Regresó a la habitación y sentado en el borde de la cama, tomó con calma cada sorbo de la bebida, comió las galletas y elevó dos oraciones a sus santos de devoción, el llanto del bebé reiniciaba.
Desde ya tres noches consecutivas, el llanto se hacía presente siempre sobre las dos con treinta minutos de la mañana, interrumpiendo el descanso de aquel buen ciudadano que anhela madrugar en paz para ir a trabajar.
Cada noche, aquel llanto desesperaba a quien le escuchara, el buen ciudadano, sin entender el origen del mismo, insistía en buscar en las habitaciones de su residencia, a sabiendas pues, que no había vecinos en su entorno. No lograba comprender por qué le aquejaba un neonato a altas horas de la mañana, ni mucho menos, de dónde provenía.
Terminó de beber el vaso de leche como método para combatir el insomnio, volvió a la cama y en un intento por dormir escuchó una ligera sonrisa, de bebé por supuesto, que le susurraba desde debajo de la cama, un rasguño leve y un poco de compañía.
Abrió los ojos, esperando no encontrar nada.
AV
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