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Regresar a Bogotá DC con la finalidad de atender asuntos de trabajo y encerrarme durante cerca de ocho días en labores de estudio y análisis, me ha llevado a recorrer aquellas calles que en la cotidianidad de los años olvidados tenía en un disgusto permanente.
Bien hablaba que de ese regreso a Bogotá las maneras de recorrerle son diferentes y es en este preciso capítulo que resalto la grata compañía de un distinguido grupo de visitantes.
Celebrar el cumpleaños de Agustina de manera permanente, conversar con Clara sobre proyectos y cómo no, de política latinoamericana, salvaguardar las risas de Dana y las puntuales exclamaciones de Nelson, un caballero muy atento para hablar. Roberto con su experticia y Nathalia, la carioca, ambos compañeros gratos de análisis impertinentes pero necesarios.
A Julio, que lo conocí en agosto,
un amable compañero que de buenas intenciones sigue pensando en su territorio, Nancy,
que desde Perú sigue pensando en su entrañable Venezuela, Briceida y su
vocación de servicio, Fernanda que espero poder seguir aprendiendo de su modelo
cooperativo en Uruguay, Regina y lo pendiente de San Pablo, José y la evidencia
de que el amor existe y se construye a pulmón.
Un cúmulo de protagonistas que en
siete días y sus noches dieron a este insensato, una pizca de sensibilidad ante
las señales que la vida tanto espera brindar (y a veces sabotear).
Marcela y el acuerdo pendiente por
firmar, Alejandra que sigue creciendo con sus ideas desde el llano, Valentina y
el honor de poderle conocer, Mercedes y las necesarias intenciones de aterrizar
la realidad en proyectos, Sylvana la paisita que no para de preguntar lo
pertinente y a su lado, Nahuel a quien extiendo un abrazo.
Es meritorio que en todos los
procesos de diálogo podamos recorrer juntos una ciudad que a la vez se hace extraña,
distante. Que se denomina capital latinoamericana y convoca a todos en el mismo
afán de abrazarles con el sol y la lluvia. Encontrar en sus calles partes de mi
pasado y cuestionarles con el presente, con aquellas compañías nuevas que en la
insensata vocación de pasajeros, reiteran preguntas o brindad datos de lo cotidiano
que aquel citadino no suele encontrar.
Agradecerle por demás a Cintia,
Silvia y a Carla, que a pesar del paso de los días quedaron impresas en las
palabras la vocación de cuidado. Nuestra anfitriona Sandra, quien aprendió que América
Latina tiene un himno y que en la calma de las amistades que brotan, se animó a
cantar, porque esos hacemos los latinos, cantar ante la misma condición de ser
latinoamericanos.
Finalmente gracias para Mariela, Analía y Anabel,
Jorge y Belén.
El poder de la síntesis y la
omisión de contexto, ambas necesarias para participar en debates precisos con
la sonrisa correspondiente de que vamos por el mismo camino.
Encuentros que emanamos en las
calles de una capital que no suele sonreír a los intrépidos visitantes, ciudad
que despeja en el frío las intenciones de los olvidados y claramente, de los
recién llegados.
Una grata conversación en momentos
donde pude señalar que en aquel lugar o aquella calle viví determinada
situación en un año ya distante.
Encuentros urbanos que simplemente
se resumen en las fachadas de una pictórica urbanidad de grafitis y señales de
tránsito, de proyectos y buenas ideas, de intenciones y memorias.
Sin otro particular, es necesario cerrar
estas letras de reflexión con un mensaje de buenas intenciones y grandes
deseos:
¡Feliz cumpleaños Agustina!
AV.
1 comentario:
Volver donde se ha estado tiempo atrás, permite reconocer, recrear, repensarse y representarse de nuevas formas para reconstruirme, con otros RE que ahora se me escapan.
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