14 de diciembre de 2008

Memorias del Silencio


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Quiero conocerte, saber que me aferro a la almohada en tiempos de lluvia, saber que nuestro tiempo se escribe en incomprendidas letras y canciones, en tierras lejanas y olvidadas, en susurros que el viento trae desde el pacífico y lleva hasta la sabana cundinamarquesa, somos hijos de esos olvidos que nos hacen humanos en tiempos de bestias.

En pleno celo o en pleno acto de machismo, en esa historia de la humanidad contada en varios ciclos, en esos circos que nos presentan fieras y tragedias, en esas salas de cine donde se esconden los nervios y se impregnan los sudores de la cobardía, allí donde suelen caminar las sombras y volar las gaviotas, en ese estanco del tiempo donde embarrado aun, se conserva el deseo de escapar y gritar, de dejar el silencio en manos de un relojero, de caminar sin senderos, solo tirarnos en la playa y darle serenata a los zancudos.

Dormir, dormir, dormir.

Amigos infieles que pasan vidas enteras enterrando nuestros secretos en palabras de cristal, en esas burbujas que sólo el jabón cuando limpia sale por doquier, esa espuma que ni en la mas extensa realidad de los olvidados existan esas canciones para quedarnos allá. Muchas listas de nuestras vivencias y de nuestras remembranzas se estropean en el papel mojado de la primavera, en ese sarcasmo del trópico que nos regala cada noviembre, inclusive hoy en pleno diciembre sabemos que cuando llueve es porque esta historia no ha llegado a su final.

Con el vuelo de Ícaro, esos minutos perdidos en llamadas que suenan sutiles y venideras, de esos tragos que no nos olvidamos ni invocamos con la insensatez del error, esas melancolías parias que nacen en grupos diminutos, en esas bacterias que nos amarran al logro y la meta.

Dícese de poeta, escritor y artista. De docente y amigo, de nubes y jardines, de importaculismos y programas de entretenimiento, de canciones y de historias históricas, de hombres armados y amigos renegados, de cercas y de cerdos, de feriados y errores.

Iba para alguna parte, se detuvo a pensar, esos segundos de mas que nos dan identidad y pasión, de esos latidos de corazones que engañan al abecedario y matarían palabras en fábulas urbanas, en vísceras exageradas propias de la cotidianidad, en noticias y obituarios, en reseñas y en breves, en ciertos ciclos y en letargos de sueño.

Oportunidades a secas, lecturas frívolas, recuerdos mañaneros, sonrisas adquiridas en vientos del pacífico, historietas sin héroes, entretenimiento para adultos en manos de niños curiosos, agrupaciones de temáticas generales, olvidos casuales, clásicos sin auditorio, días que se quedan en la memoria.

Como la cáscara del limón que nadie come, solo la acidez de su fruto le da sentido a la piel.

AV

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