16 de marzo de 2009

Soberbia



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Quiero aprender a tocarte, dejarme fingir por un impulso de honestidad y meterle cobardía a la autoestima. Prenderme de tu vestido y marcharme con sinfonías que quizás los demás ignoran o piensan que son solo notas de alquiler.

Me situaba en esa esquina donde los gatos murmuran entre sí, sabía perfectamente que la gaseosa no estaba fría y que nuestra cena no era nuestra, me quedaba de pie y protestaba en mis adentros por la falta de comida, por la falta de ritmo en nuestro constante cruce de miradas.

Me prohíben cometer adulterio, me insinúan las reglas del todopoderoso y me encierran en misterios que la fe no percibe, se me escapa la nostalgia con voces y cantos góticos que quizás el teatro municipal no recuerda. Me desvivo por escalar tus ojos, por ubicar suavemente mi nariz en tu piel y dejarme drogar con el olfato de una picardía, dejarme morder por el pecado de saber lo que se hace y dejar de creer en vos por un momento.

Mi guitarra suena sola, los acordes aparecen y desaparecen, el cuerpo se dibuja en trazos y mi gata duerme confiada de lo que sucede.

Un vaso de agua suda sobre la madera del mesón, un vestido largo se expone en la ventana y oculta nuestra inspiración en el vino que no se ha bebido. Sabemos a ciencia cierta que la fe se oculta en el ropaje de los nuevos hijos de dios, los actuales, los que tenemos mañas y mañanas, los que nos equivocamos de tarea simplemente nos aferramos a los oficios de nuestras amistades.


Algunas sonríen y ansían poder, otros se esconden para ahogarse en absurdos silencios, otra ronda por las calles de la confusión y se oculta en el bullicio de la ternura, otra le vende su alma al trabajo para no caer en la cuenta de las fallas del amor. Uno que otro cree que todo está bien, como yo, que sigo pensando en vos como un ser tierno e inofensivo.

Sin asumir roles musicales, dejo las notas musicales me transporten lejos de acá, que me encierren en el aire y me ahoguen con la soledad del placer, esa satisfacción donde sonríes a tus adentros sin importarte que te vean, como cuando compras un disco nuevo, cuando dejas que te sorprenda esas música por la que tantos idiomas has exiliado.

Lejos, en el sur de toda esta cotidianidad nos espera nuevas sinfonías, inconclusas en su totalidad, como los ángeles de la soledad, los amigos de la soberbia o los rituales de la lujuria.

Sigo sudando, sigo postergando palabras al vacío, con rosas y espinas, con hojas blancas y tinta negra, palabras adecuadas que se vacilan en brindis y homenajes.

Sigo cometiendo errores, sigo cometiendo pasiones para vivir, sigo contando silencios para vos.

AV


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