Han Pasado varios días desde mi último post, quizás producto de un distanciamiento sano y necesario, es probable que sea el resultado de un encuentro con el trabajo y el estudio, una mezcla de tiempos robados en la libertad de la producción, en el amor de la esclavitud, en el insomnio de la inspiración.
Ha pasado quizás cerca de un mes o tres semanas, cansado y con la espalda recuperada me siento a escribir de nuevo, duele hacerlo, es casi similar a la experiencia de mi primera vez, todo lleno de letras e ideas, pero de dolores y sensaciones, de ese querer decirlo todo y saber que no se puede, que no se está permitido aprehender, que no se debe soltar en un primer intento sino, en el último.
Escribir me ha retornado a esta vagancia que el tiempo me suscribe en temporadas bajas y altas, en esas semanas donde caminar es un acto de demencia, tiempos en los que me refriego y me quejo, miro a mi alrededor y silenciosamente se que estamos en marzo, se que estamos en otro tiempo y en otro espacio pero se del mismo modo lo que somos capaces. No logro ubicarme, camino y camino, dejo mis trayectos a la voluntad del lazarillo, dejo todo en notas de prensa o en pie de páginas, en escrituras intrascendentes o en apoyos morales innecesarios.
La academia va llegando poco a su fin, pero no a ese fin basado en conclusiones y ciclos cerrados, por el contrario se dibuja un escenario de aprendizaje continuo y de gran proyección, donde el cansancio no se adhiere ni se enoja, esa academia donde los horarios no se escriben con códigos o articulaciones de oficina. Es un cambio al que se aspira todo se permita honrar, pero no al que se busca alardear, no quiero llegar a viejo sin sentirme joven aun, sigo cuestionando ciertas conductas de la humanidad, me sigo quejando de ciertas normas y manuales de convivencia, sigo escribiendo en franca rebeldía, sigo huyéndole a la academia.
Marzo, mes de aspiraciones, posterior a febrero es que notando mi ausencia re leo mis escritos, comparto esos sentimientos del pasado con los presentes de cada recuerdo, darle vida a los momentos ficticios, darle nombre a esas sonrisas que se nos pegan en la mirada, esas canciones que no son propias de la cotidianidad, que viven atrapadas en bafles callejeros, que se nos asimilan a la esperanza de huir de eso que nos estorba.
Mezclar sentimientos con miedos, mezclar limón con azúcar, mezclar agua con sudor, mezclas que saben perfecto a la puerta que abrimos ante nosotros en este honesto mes, de estas crónicas que poco a poco se empiezan a empoderar de todo y nos callan de manera sensual, de estas letras que se exponen en pliegos de experiencia, en paseos de integración, en publicaciones de anónimos, en vinilos que no pintan, de esos lienzos que sabemos no sirven para nada.
Este recorrido que retomo, ahora con gracia y un poco de sal, lo publico en el blog como muestra de que los gatos nunca se van, solo salen a merodear trayectos varios y regresan con amigos únicos. Publico en este blog a destiempo, con puestas en escena que se vivieron en otras obras o con otros obreros, personajes que sabemos existen en nuestra esperanza de cambiar el mundo. Si me preguntas para donde voy, bien sabes que te diré todo lo contrario a la verdad.
Ahora viendo de perfil al mundo es que sabemos sigue todo en orden, quizás un poco cerrado para mí, quizás un poco ausente. El mundo desde mis letras y mis pupilas se entrelaza en las fronteras de lo musical y lo narrativo.
A veces necesitamos retirarnos para poder volver
AV
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