24 de febrero de 2009

Vagos Deseos de Febrero

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Esta mañana conversaba con un placer extraño, me proyectaba en otras tierras y me rendía tributo en brazos ajenos, como si deseara poder terminar el día en una cama prestada, bajo unas sábanas ajenas y con palabras al oído. Esa extraña sensación que las verdades nos demandan en días inesperados, escuchando quizás una buena canción nos introducimos en el ritmo que las palabras nos apremian y dejamos fluir miles y miles de versos.

Nos atravesamos en discursos bilaterales y eyaculamos en un pestañeo, dejamos de rendir homenaje a la soledad para comenzar a suplicar que el tiempo sea veloz y pasajero, agredimos la lentitud de la ansiedad con sueños y pensamientos que nos transportan a otros escenarios, a otros aromas y quizás a otros mundos.

Bastante tiempo llevamos programando nuestros viajes, nuestros caminos y fijamos fechas en el calendario para que nuestros proyectos tomen forma y se forjen en un equipaje. Quien quiera que sea el portador de las buenas noticias es evidente que lo esperamos día a día en el desespero de la imaginación, le servimos una taza de café y le suplicamos que llegue pronto. Lo observamos de pie a cabeza le mentimos un poco para probar su fidelidad y le ofrecemos una onza de lealtad.

Me siento cómodo, sin preocupaciones ni aseveraciones, si bien el tiempo me permite estresarme y apurarme, correr y volar en azules descuidos, también me sonroja la mirada y me hace aguantar un poco la respiración para hablar, se me desnudan los pies con la pasividad con que determino las decisiones y escribo sus consecuencias, sembramos ideas en graneros prestados.

Ahora el medio es propicio para la planeación de un ataque frentero de felicidad, quizás, la ansiedad no se queda de lado y es precisamente ese ataque inesperado el que nos llega por la espalda, como cantante sin voz dejamos en los gestos las expresiones de nuestros delirios, esos delitos que redactamos en miradas callejeras, en la barra de algún café o en el pupitre de la academia.
Vagabundeando por los libros, enviciado con la esperanza de partir, modificando uno que otro paradigma personal y moviendo de lado a lado las predisposiciones del corazón le damos a la razón una canción para morir, alimentamos con fríjoles y arvejas el descuido del corazón y nos bebemos toda una botella de licor. Brindamos por la casualidad!

Con ciertas dudas aun viajando por el interior de los miedos, acongojamos la voluntad y la cobardía en un salto de felicidad, nos importa poco la reacción en cadena de nuestros temores, porque sabemos que es hora de iniciar ese viaje que para muchos es simplemente un día normal, porque sabemos que es hora de cepillar y planchar, de lavar y acomodar, de guardar y empaquetar, de saltar y correr, de disimular y aguantar, aguantar hasta el final, intentarlo miles de veces y poderlo contar después.

Es hora de vagabundear por las ideas que nos sobran en las noches.

AV

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