4 de abril de 2010

Cada aliento que tomas



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"Cat Listening To Music"
Chris Marker, France 2006

Con delicadeza fui posando una a una mis manos en sus costados, le observaba con tranquilidad, suavemente deslizaba mis dedos por entre sus teclas, su blancura gastada por el tiempo dibujaba una sonrisa que quizás ni la más ingrata de las pasiones ha podido olvidar, una aventura que entrando en sus notas ha conseguido atrapar al más descuidado de los transeúntes. Negra como la noche e indicando donde caminar, con el sentido de la vida en un mismo unísono, en ese espacio de creación y encuentro, en ese espacio de silencio.

Con los ojos cerrados y la pasión de un acordeón algo hermoso se desdibuja en la pared, no es felicidad ni mucho menos nostalgia, es el lenguaje que se expresa en ondas universales. Con la locura de la adolescencia se dejan las letras atrapar en una red melancólica de recuerdos y sueños, sin novedades y con la misma casa por hogar sentado aun con los ojos cerrados se da a la intimidad un poco de amor por sí mismo.

Transformar canciones existentes a otras versiones, darles un nuevo sentido con otros instrumentos e inclusive con un ritmo quizás más acelerado, con vejaciones propias de la intelectualidad, esos rayos de luz que se mezclan con la timidez de la poesía, dejarse en una pausada tonalidad acariciar sus teclas aun sin proponerse darles nota o valor.

Es esa cotidianidad que puesta en música damos valor y significado, nos transportamos a otros hemisferios, en meridianos paralelos en los que la vida se interpreta de muchas maneras, asumir la vida como una relación recíproca de dar y recibir, de sacrificios y canciones. Himnos y arrullos, coros y estribillos, notas a escala y otras a oído, sentarnos con la vista en el alma y escuchar ese silencio que aun no descifra canción, solo compone sentimientos, emociones que poco a poco se van materializando en un romántico desliz de dedos sobre teclas pasivas.

No hay partitura ni acordes resaltados, solo esperanza y buenas intenciones, un buen gusto por el silencio y algunas notas que van surgiendo con el paso de los dedos sobre su piel, un médium rock va organizando las notas en un desfile de recuerdos, como aquellas noches de bares que con cerveza en mano y la mirada perdida en la nostalgia cantamos con pasión las letras de artistas británicos, de agrupaciones ochenteras que nos dieron identidad y clamor con su modo de concebir al mundo.

Una copa de Martini vacía, un cenicero sin estrenar, afiches regados por todo el suelo, canciones en la mente de quien quiere darle al silencio nuevas expectativas de vida, rockeros de antaño que buscan una nueva corbata para vivir, hogares acomodados a las reglas de un nuevo juego y guitarras arrinconadas en el guardarropa del olvido. Abrir los ojos y escucharse, detener la calma con un invisible hachazo y un mortal parpadeo. Encender la vida en otras notas que van dando forma y sentido a esa preciada soledad, a esa canción que se asoma entre persianas y navidades.

Con ambas manos sobre su base comienzan aquellos dedos juguetones a presionar a ritmo sostenido diversas notas, sólo siete notas variopintas que juntas dan un hermoso acorde de vida y nostalgia, esa bella nostalgia que gusta transportarnos por aires y bares, por amores y amistades, por reuniones inundadas de amigos y canciones. Por todo lo que nos recuerda aquello que vale la pena vivir.

Every Breath You Take.

AV.

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