27 de abril de 2010

Canciones de Media Tarde



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Escuchando música del mundo, quizás ahora suena un latinjazz, pero mejor se disfrutó cuando escuchaba un tango melódico con un delicioso café a base de canela. Una tarde fresca viendo las hojas caer con la suavidad con que los gorriones se pasean por entre las ramas, una deliciosa soledad ambientada con el paisaje de un parque calmado y lleno de vida. La tranquilidad se somete en costumbrismos que se camuflan en la cotidianidad, esta tranquila cotidianidad que me escabulle la malicia en una taza de café.

Fumándome un cigarrillo con la paz perpetua, disfrutando de su vicio y reflexionando sobre los acontecimientos de siempre, sin desvirtuar los esfuerzos de otros, sólo observando el trabajo en equipo, bebiendo de la calma y escuchando música del pacífico que llega con marimba y arrullos.

Leyendo un libro de poemas cortos que encontré y dejándome llevar por sus letras, permitirme transportarme a otro estado mental, a una calma imprecisa, quizás porque no la esperaba, sólo buscaba resguardar el almuerzo en un lugar común, pero no sólo se logró ello, se llegó a un asilo no convencional de urbanidad, de un toque de fragancias callejeras donde los árboles y las ardillas conversan entre sí, cada poema en su sencillez refleja el esfuerzo de la pasión de poeta, porque el poeta también debe salir a la calle a pelar por lo suyo, debe salir a vender lo que escribe sin perder la tranquilidad de su literatura.

La música ha sido permanente testigo de mis escritos, defensora incansable de mis letras y mis inspiraciones, ha sabido negociar con mi musa el orden de las ideas, ha dejado de ser una melodía de fondo para convertirse en una sensación de fondo, redundante y posesiva, atractiva y venenosa. Tergiversa los escritos cuando estos no le hacen caso, pero renace en nuevas canciones, se deja guiar en ocasiones por nuevas escrituras, como si la palabra se llevase en el bolsillo de la camisa y no en las ideas del corazón. Suena un rap norteamericano, un ritmo de percusión y mujeres en coros elevados, veloces palabras y fuertes palabras cada cuanto verso. Es la variedad de la universalidad en una sonata variopinta, es el recuerdo de muchas ideas que se han publicado con un objetivo en común pero sin dejar de ser lo que siempre han sido, letras cotidianas.

A veces siento que es hora de renovar la sensatez, que se debe primero comulgar consigo mismo para luego ofender sin riesgos a recibir una doble respuesta. Se debe escuchar cada estrofa y deletrear cada mirada, escudriñar lo más superficial de la conciencia y no dejarse cegar por las profundidades del corazón, recomendar libros a despistados y canciones a poetas, sugerir una nueva literatura a los hispanohablantes y algunos errores a los inmediatistas. Los amigos ya no son lo que uno piensa que eran, son por el contrario, errores de medición.

Escuchar las canciones en su natural performance, es quizás, la salida a sugerir letras en el natural y cotidiano modo de pensar. No es que seamos egoístas, sólo que no permitimos que comprendan nuestras necesidades sociales. Quizás buscamos hacernos entender a modo musical, quizás pretendemos con el libro de poemas y la música variado dejarnos llevar a otro estado del alma, quizás la música siempre ha permanecido en el mismo lugar, y sólo seamos nosotros los que siempre divagamos en diferentes emociones.

Somos canciones que al llegar la tarde, se quedan en el vacío.

AV

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