FLICKR - El Gato que Está en la Oscuridad
By: Memo Vásquez - Sept. 2007
Sentarse a fumar observando la lluvia, respirar hondo y reflexionar sobre aquellas actividades del día, mirar la semana anterior y en un valiente acto de retrospectiva saludar a los errores, dejarse despedir de las emociones de marzo y acostumbrarse a las frías noches de un ansioso abril.
No hay mejor duda que la que se guarda en el cajón de la mesa de noche, se cuida con la firmeza de los valores ciudadanos, se espabila la locura con un sinfín de oportunidades perdidas. Cada guión de nuestras vidas se re-escribe en constante escena, quizás la misma sabiduría de las hadas se deja para otros seres, no se transgrede los límites de lo imaginario y lo sobrenatural, sólo se mal interpreta el camino.
Nuevos amigos que llegan, nuevos saberes que se aprehenden, nuevos valores que se justifican en antiguas relaciones sociales, miradas paulatinas que al ritmo de una noche de lluvia van viajando entre las luces de las farolas de la noche, las calles abandonadas de cualquier insensatez humana solo reciben agua en su pavimento, los gatos corren a camuflarse en el mejor rincón y las ardillas duermen sin preocupaciones.
Respirar hondo y escuchar aquella sinfonía que tanto nos gusta, intentar desmentir los dolores del egocentrismo, idolatrar las faltas de ortografía en un soliloquio innecesario, rezar con la convicción de buen estudiante, imaginarnos en otros lugares y viajar por cada partícula del universo, intentar llegar a la luna atravesando un cielo nublado y grisáceo. Dejar en la noche los cansancios del día, perdonarnos las letras olvidadas y retomar las costumbres con dedicación y sapiencia, ser otros por un instante, adornar nuestras aspiraciones con silencios y objeciones, ser seres de luz en noches de agua fría, ser elementales en ciudades industriales.
No hay mejor duda que la que se comparte en el mesón de la cocina, aquella sensación de querer ganarlo todo en el segundo antes de perderlo todo, apostarle a la misma evidencia aun cuando los hechos nos emulan viejas ceremonias. Ser amigos de la hoja en blanco, ser pacientes del dolor eterno, de la agonía de los que se fueron sin despedirse, de aquellos a los que admiramos pero que en un devenir de circunstancias terminaron por despojarnos de toda ilusión, arrebatarle la calma a la luna, intentar negociar con ella para dormir en calma.
Caminar sin levantarse del camino, ser pasajeros de aprendizajes, inflar palmeras en llamadas desesperadas, simular la felicidad en un poemario, aprender a respirar hondo, a transpirar con novelas del siglo XIX, sobornar al que nos dejó, mirar al cielo y admitir la existencia del otro, negar las profundidades del Ragnarok, besar la nieve y levantar vuelo en los acantilados de la vieja escuela.
Saborear la vida, besar a nuestros padres y agradecerles por el don del perdón, verles a los ojos e intentar encontrar nuestra herencia, ser hijos de nuevas noches de lluvia. Los latidos del corazón se unen a la percusión de una llovizna de abril, cada gota emplea un ritmo ascendente, cada espacio se reinventa y se re-escribe con la misma profundidad con que nos levantamos del camino y dejamos de respirar, con las preocupaciones en prospectiva, con la voluntad de agilizar el tiempo y morder la nostalgia, ser urbanos en tiempos de lluvia.
Abrazar a las hadas, escuchar el mensaje de otros tiempos y pretender darles significados en lenguas contemporáneas, ajenos al mestizaje sabemos perfectamente cuál es nuestro lugar y nuestra vocación, sabemos cuáles son las mejores dudas, sabemos cuáles son las mejores gotas de lluvia, conocemos perfectamente los calores del cuerpo.
Conocemos perfectamente las fibras de la piel.
AV
1 comentario:
Y luego dicen algunos con tremendo desacato a la lógica que el que piensa pierde...
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