15 de julio de 2010

tristitĭa




Imagen Tomada de:Ian Lind’s Photo Blog
"The view from Kaaawa"

Suena el reloj, levanta la mirada y con el equipaje en mano se despide con un breve suspiro ante el nublado cielo de julio. Pasado junio sus prioridades no se consensuaron ni se disociaron, cada caminante admite banda sonora propia o silencio eterno, no existen términos ni matices grises en un trayecto lleno de adrenalina.

Cada vida se dibuja en un sinfín de correcciones y acertijos, desconocidas musas y postergadas explicaciones, desaciertos e infidelidades a la memoria. Cada corazón se sumerge en su propio latir, en ese latir y con un reloj presionando a la cordura apretó fuertemente la maleta contra su espalda y tomó rumbo bajando la colina sin retroceder mirada alguna.

Desértica imagen del olvido, con abrigo y bufanda, inseguro en ocasione y taciturno en otras se dirigió con rapidez cuesta abajo, no pretendía emerger ni sacrificar tiempo perdido, sólo busca placer y conocimiento, inclusive el exceso de información fue lo que le exilio de aquel estad de sueños sobrepuestos y sugerencias reencauchadas, amores furtivos, familiares fugitivos, amistades fusiladas.

Cerca al próximo escalón del trayecto un paisaje inexistente le detuvo, paredes azules, murales llenos de mensajes de protestas, himnos del rock tallados en inmensas cárceles de olvido y desfachatez, cerca a un bar un recuerdo se bebe cada nostalgia que los amigos le heredaron; cual herramienta de aseo desfilan las emociones en una noche aplastada por el frío verano, vientos fuertes y árboles acongojados por el hedor de un tiempo que no existió, héroes que se olvidaron, cuentos que se tergiversaron y se demandaron en cuentos infantiles, memorias de la cultura popular llevadas a páginas gastadas por la imprenta de un nuevo milenio.

Observando el cielo sigue su camino declama letras de contratos sin firmar, murmura canciones y su mirada perdida entre las nubes choca con un pasaje oscuro lleno de gotas de agua, patea sin pasión los obstáculos y se da una oportunidad entre tanta muchedumbre, invisibles como los aromas, terco como el amor, intransigente como la pasión del periodismo, inevitable como una copa de vino, volando, susurrando, delirando en rincones no existentes.

Cada caminante suele escabullir su rumbo en notas musicales, darle sentido a su soledad e inventarse trayectos de compañía mientras le dura la vida en un reloj gastado por el tiempo. Se imagina en otro universo, camina más a prisa y se deja guiar por los encantos de un nuevo paisaje, ahora se halla ante una inmensa arboleda, quizás una alameda o algún enjambre gigante de malos recuerdos, no importa, se sigue el camino y se toma impulso a ritmo de corrientes, zigzaguea y cruza un par de puentes, amarrado a su equipaje deja en un cuento la evidencia de que algún día estuvo allí, se convierte en un ser abstracto e impersonal, en un objeto de colección.

Su piel se estremece en un sentido pésame de la vida, se siente en una paradoja extraña de la vida, se prefiere detener a continuar girando en círculo en un parque sin sentido, revisa con cautela su equipaje y se desprende de detalles que le fueron importantes en otro momento, sólo conserva su información y se desviste ante la tentación de un nuevo modo de vida, sólo busca sentido en lo que la filosofía ha descartado como origen del universo.

Tan abstracto e impersonal como el sigiloso llanto de un neonato, submarino de pensamientos e infundido en dudas, camina sin perseguir nada, no pretende llegar a ninguna parte a pesar que se da prisa para no llegar tarde, el reloj le presiona, la ventaja de la vida se deja alcanzar por la impaciencia del tiempo, de las noticias perdidas, de las fotografías estampadas en nubarrones y murales, de aquellos himnos del rock que leyó en los murales de ayer.

Enciende un cigarrillo y se detiene por un instante. Frente a un puente elevado consulta con la profundidad del paisaje el destino de aquel cruce, solo inmuta lamentos y sube escalones, se detiene en el borde e intenta escabullirse en un arbusto de melancolía, le da sentido figurado a la vida, como cualquier metáfora brinca sobre la base y corre hasta llegar al otro extremo, no es de día ni de noche, sin sol y sin estrellas que criticar sólo encuentra nubes y profundidades, desespero y enemistades, se halla en su propia espiral. Se sostiene a base de caminos.

El Reloj deja de sonar.

AV

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